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¿El preámbulo o los preliminares?

Firma del acuerdo entre los representantes de PP y Vox.

José Luis Sastre

La política produce conversiones fugaces. Contorsiones imposibles: entre el teatro y la exhibición. Después de compartir la foto y la firma con la extrema derecha, el PP proclama que es un partido de centro, como si fuera lo mismo estar en medio que estar en el centro. De pronto, quieren volver a un partido ultra en un partido populista a secas, de derechas a lo más.

De pronto, un acuerdo contra el que protestaron varios dirigentes del PP resulta irreprochable para esos mismos dirigentes. “Los que se asustaron, hoy aplauden”, resumió Javier Maroto, que aguantó en la mesa una tarde y hasta la madrugada con quienes claman contra las leyes de igualdad. Maroto habló luego de un acuerdo “moderado y moderno”. El PP tiene un plan y el plan se está cumpliendo: Andalucía “es el preámbulo de lo que va a pasar en mayo en España”, a decir de Pablo Casado. El preámbulo significa que están sólo en los preliminares.

Casado tiene razón en que esto es sólo el vestíbulo. No por lo que pueda pasar en España –que, en efecto, podría pasar, según presagian las encuestas como la que eldiario.es publicó esta semana–, sino porque este es el preámbulo para Andalucía de lo que queda de legislatura. Que es la legislatura entera. Al margen del interés del recién llegado líder del PP en dejar a Ciudadanos a su sombra y presentarse como el referente español de la derecha, lo que está por ver aquí es el resultado andaluz de este experimento, que vendrá antes que el resultado español con el que sueña.

Celebra Casado el acuerdo porque asume que lo difícil ya ha pasado y se ha establecido el perímetro real del próximo gobierno de la Junta. Pero esto ni siquiera ha empezado. Antes incluso de que lo haga, el socio Ciudadanos ha llamado “papel mojado” al texto que firmaron los socios necesarios, que son PP y Vox. Por mucho que Juan Marín niegue la evidencia del tripartito, la matemática se impone siempre al realismo mágico: en todas las votaciones que vengan, echará en falta el apoyo de ese partido al que apenas nombra.

La investidura es una votación crucial, claro, pero será sólo una votación. Necesitarán después de Vox para ir a cualquier parte a pesar de que Ciudadanos se empeñe en negar el hecho. A Ciudadanos le vale con el tuit en que el líder de los liberales europeos bendice el acuerdo, pero orilla que el palacio del Elíseo –que es el socio europeo que de verdad pretende– ha escogido un verbo feo para definir su relación con Albert Rivera: vigilar.  

Para ser el preámbulo, el escenario ofrece las primeras pistas, con las tensiones entre los tres socios a cuenta de la ley de la Memoria Histórica y la Consejería de Familia. Lo que tienen los preliminares es que sirven para dar con la postura buena. De ahí que Vox, que no piensa soltar el foco ahora que se siente en el centro de la escena, haga saber que pacta pero no reniega, que aquellos primeros puntos que el PP corrió a decir que eran inaceptables son los que definen su ideario.

Vox no renunciará al protagonismo, menos cuando ha visto que sus propuestas marcaban la agenda pública del país y que lograba cesiones del PP, reacio a cualquier reforma de la Constitución pero dispuesto a negociar con quienes proponen demoler sus pilares fundamentales. En eso, desde luego, esto ha sido un preámbulo.

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