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Los refugiados sudaneses, sin dignidad ni derechos en el vecino Egipto

Los refugiados sudaneses, sin dignidad ni derechos en el vecino Egipto

EFE

El Cairo —

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Los refugiados sudaneses siguen viviendo en Egipto sin dignidad ni derechos, y los últimos casos de maltrato han hecho rememorar la muerte de al menos 25 de ellos en choques con la policía egipcia en El Cairo hace exactamente 10 años.

“La sociedad egipcia es muy cruel con los africanos y con nosotros”, relata a Efe Jalid, un joven de 29 años que huyó del conflicto de Darfur, en el suroeste de Sudán.

Lleva un año en la capital egipcia, donde confiesa que siente miedo, debido al clima hostil que percibe.

“En la calle nos encontramos con mucho racismo, en el metro siempre hay alguien que me llama ”negro“, otros se ríen de mi o me miran con superioridad”, detalla el joven sudanés.

A Jalid le gustaría poder emigrar a Europa porque cree que allí encontrará “una vida digna con humanidad y educación”, añadiendo que ese es el sueño de cualquier sudanés en Egipto, donde los africanos son marginados frente a los árabes.

Según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) hay 23.000 refugiados sudaneses en Egipto, y otros 8.000 han pedido asilo en el país, pero según un acuerdo firmado entre el Gobierno egipcio y la ONU, los refugiados no pueden vivir en campamentos especiales sino entre la población.

“La ACNUR no nos protege”, asegura Jalid, el cual confiesa tener miedo de acudir a las autoridades para denunciar cualquier problema, porque “para ellos nosotros no tenemos derechos”.

Han sido precisamente las fuerzas de seguridad egipcias las que han protagonizado los últimos casos de maltrato contra ciudadanos sudaneses, tal y como denunció airadamente el Gobierno de Jartum.

El ministro sudanés de Exteriores, Ibrahim Gandur, denunció a finales de noviembre que varios ciudadanos sudaneses fueron víctimas de “campañas de detención, retención, registro y saqueo de sus bienes” y fueron “tratados con dureza”.

El portavoz de la embajada sudanesa en El Cairo, Mohamed Gubara, explicó a Efe en aquel momento que las autoridades egipcias detuvieron a varios sudaneses, en el marco de su lucha contra el tráfico ilegal de divisas, pero que éstos eran inocentes.

La joven Inas, también procedente de Darfur, llegó a Egipto con su familia después de la muerte de su padre en el conflicto entre el Gobierno sudanés y los rebeldes, relata en una entrevista con Efe.

Inas recibe tratamiento psicólogo por el trauma sufrido y al mismo tiempo se enfrenta al desprecio de sus vecinos egipcios, que no le permiten usar el ascensor.

“Nos dicen que los niños tienen miedo de nosotros y que somos feos”, explica la joven de 20 años, que tiene que convivir con esta situación y los insultos que también recibe en la calle, donde a ella y a su hermana les han dicho “estáis quemadas”, en referencia al color de su piel.

A pesar de que muchos egipcios, sobre todo los procedentes del Valle del Nilo, tienen una tonalidad de piel oscura, prefieren marcar una clara diferencia con los negros africanos y consideran a los vecinos del África subsahariana inferiores a los árabes.

Para Inas, todo aquello a lo que se enfrenta en Egipto es menos grave que lo que ha visto en Sudán, y por ello tiene que aguantar en este país inhóspito.

Una portavoz de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), Marwa Hashem, explica a Efe que los egipcios simpatizan más con los refugiados sirios y que la organización intenta concienciar e informar sobre la situación de todos ellos, procedentes de cualquier país.

Aún así, señaló que la protección de los refugiados es “responsabilidad total del Gobierno egipcio”, mientras estos se encuentren en el país.

En cuanto a la financiación, a los refugiados sudaneses se destina menos que a los sirios y esto afecta en los servicios y ayuda prestados a este colectivo, que suele recibir menos atención institucional y mediática frente al número mayor de refugiados sirios.

Manyok vive en El Cairo desde hace 11 años y solo desea un billete de avión para regresar a Sudán del Sur, pero declara a Efe que la ACNUR no quiere costear el precio de este viaje.

“En mi país hay guerra, pero es mejor que aquí”, asegura el ciudadano sudanés, que llegó a Egipto antes de los incidentes de fin de año de 2005, cuando refugiados sudaneses acampados frente a la sede de la ACNUR fueron desalojados violentamente por la policía.

Los refugiados, la mayoría procedentes del sur cristiano del país, habían iniciado una sentada tres meses antes para protestar por la no resolución de sus expedientes y exigían a la ACNUR que facilitara su salida a un tercer país, principalmente de Europa o América del Norte.

Manyok sufrió una lesión en 2004, cuando le asaltaron para robarle, y ahora no puede trabajar para ganarse la vida.

“El maltrato contra los sudaneses es lo normal en Egipto. Ser un sudanés en El Cairo significa no tener dignidad”.

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