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Trump y su tortuosa relación con el Congreso tras seis meses de mandato

Trump y su tortuosa relación con el Congreso tras seis meses de mandato

EFE

Washington —

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Tras seis meses de gobierno el presidente de EEUU, Donald Trump, ha sufrido serias dificultades para ejecutar su agenda política en el Congreso pese a contar con una mayoría republicana, con la confirmación de Neil Gorsuch como juez del Supremo como su mayor logro y la derogación de la ley sanitaria como su fracaso más notable.

Las ambiciosas promesas de campaña del magnate inmobiliario han encontrado en el Legislativo, controlado por su propio partido, el mayor escollo, especialmente para abordar la derogación y sustitución de la ley sanitaria del expresidente Barack Obama, uno de sus principales objetivos.

Desde que llegara a la Casa Blanca, hace hoy seis meses, Trump ha tratado de impulsar y presionar a los legisladores para alcanzar un acuerdo sobre el sistema sanitario, sin embargo, todavía ahora las perspectivas de lograrlo a corto plazo son poco halagüeñas.

El multimillonario se topó primero con las divisiones de la Cámara de Representantes, donde el ultraconservador Caucus de la Libertad forzó una suspensión y posterior cancelación de voto sobre el texto sanitario que había apoyado el propio Trump, por considerarlo demasiado suave en sus recortes al llamado Obamacare, como se conoce la ley del exmandatario.

Sin embargo, tras arduas negociaciones dentro del seno republicano, y ante las prisas del magnate por lograr anotarse esa victoria lo antes posible, los miembros conservadores de la Cámara Baja lograron un acuerdo ajustado en su propia bancada para aprobar un texto que acabara con las principales disposiciones de la reforma de salud.

Pero el Congreso de Estados Unidos tiene una estructura sólida para evitar en la medida de lo posible los abusos de poder, y es en el Senado donde los equilibrios son más complejos, ya que los republicanos solo cuentan con una ventaja de dos senadores sobre los demócratas, y muchos de ellos apoyan el corazón de la ley sanitaria de Obama.

Así, Trump ha llegado a las puertas de agosto, cuando los legisladores toman su receso estival, sin ninguna gran victoria en materia legislativa, ya que sus políticas no han cristalizado en el Congreso, ni a nivel sanitario, ni fiscal, su otra gran promesa.

Los senadores republicanos están lejos de consensuar cómo modificar el sistema de salud, y aunque Trump les ha pedido que no se vayan de vacaciones hasta lograrlo, moderados y ultraconservadores están en las antípodas en el modo de abordar la ley sanitaria.

La única gran victoria del magnate en estos meses dentro de los pasillos del Capitolio ha sido la confirmación como juez del Tribunal Supremo de Neil Gorsuch, el nominado del magnate para ocupar el puesto que dejó vacante Antonin Scalia, quien falleció en febrero 2016.

Los republicanos, quienes controlaban ya el Congreso en los dos últimos años de mandato de Obama, se negaron a considerar al candidato del exmandatario demócrata al puesto, Merrick Garland, y con la victoria del multimillonario frente a Hillary Clinton consiguieron colocar al conservador Gorsuch en la más alta corte.

Pero más allá de la confirmación del Supremo y la batalla sanitaria, el Legislativo también ha sido el escenario de las diversas investigaciones abiertas sobre una posible coordinación entre la campaña de Trump y el Gobierno ruso para influir en las elecciones presidenciales del noviembre pasado.

El exdirector del FBI James Comey, despedido de manera fulminante por el magnate, o los directores de la CIA, Mike Pompeo, y la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), Michael Rogers, han tenido que testificar en diversas ocasiones sobre la trama rusa, tal vez el asunto más delicado al que se enfrenta ahora el multimillonario.

Los presidentes de los comités de inteligencia de ambas cámaras, ambos republicanos, no han cejado en su empeño por investigar lo sucedido después de que las agencias de investigación coincidiesen en que, sin duda, los rusos interfirieron en los comicios.

Los primeros meses de Gobierno de un mandatario en EEUU, especialmente con el Congreso a favor, suelen ser de las etapas más productivas en términos políticos para los presidentes, ya que quieren apresurarse para cumplir sus promesas electorales aprovechando el empujón de la victoria en las urnas.

No obstante, tras medio año de gestión, Trump ha dejado claro que no es un líder al uso, y tampoco ha logrado adaptarse a los tiempos y las necesidades del Congreso, donde parece tener más dificultades que viento a favor.

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