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Los turcos y los marroquíes se movilizan para frenar en las urnas a Wilders

EFE

La Haya —

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Las historias sobre delincuencia y radicalismo que se conocen entre los holandeses sobre el barrio de Schilderswijk, en La Haya, llevó hoy a sus residentes, en su mayoría de origen turco y marroquí, a movilizarse en las urnas contra el ultraderechista Geert Wilders.

“Tenemos que empezar a defendernos contra los estereotipos que promueve el PVV (Partido de la Libertad, que lidera Wilders) contra nosotros. Somos un barrio humilde y lo que necesitamos es más apoyo y comprensión”, explica a Efe Moha Shouabi, nacido en Schilderswijk, de padre marroquí.

Este trabajador social votó hoy por el partido laborista PvdA y depositó su voto en un contenedor verde, como los conocidos cubos de basura con ruedas, bromeando sobre la paradoja que eso puede representar y los resultados de estos comicios.

En este barrio, considerado la fortaleza turco-marroquí, los residentes son comerciantes y muchos se ganan la vida con el mercadillo de verduras, ropa y pescado de La Haya, uno de los más grandes del país en el que la mayoría de los vendedores son extranjeros.

Pero no es conocido precisamente por el comercio, sino por estar relacionado con las listas de delincuencia que Wilders denuncia en su programa electoral y que califica del “problema marroquí” de los Países Bajos.

“Hay una polarización de la política que es muy preocupante y que antes no existía. Tampoco hay un proyecto político que una a la sociedad, todos parecen buscar vías de dividirnos en pequeños grupos”, analiza Ahmed Jayun, funcionario y traductor de 46 años.

Este marroquí, de nacionalidad holandesa, votó por el partido liberal VVD en las urnas instaladas en la biblioteca municipal del barrio, pero reconoce que tiene “un presentimiento de que el PVV tiene las de ganar” en estos comicios.

Este barrio, en el que el 85% de sus residentes son extranjeros, nunca tuvo buena reputación, pero su marginalización aumentó tras el asesinato del político Pim Fortuyn en 2002, o del cineasta Theo van Gogh en 2004, el primero a manos de un ecologista radical y el segundo tiroteado por un fanático islamista.

“Han buscado a un enemigo y nos visualizan a todos nosotros, al islam. Nos ven como terroristas y eso no es justo. Gente mala hay en todos lados”, lamenta Jadiya Buhmed, de 38 años, mientras se prepara para coger su bicicleta y volver a su casa.

En mayo de 2013, el estigma se reforzó por los vídeos de una manifestación con banderas negras del grupo terrorista Estado Islámico (EI) que atravesó una de las plazas del barrio, ante los ojos escandalizados de los vecinos.

Sin embargo, el vecindario no cree justo generalizar porque, dice Shouabi, “están atacando a toda una comunidad, a la que ya no se considera parte de la sociedad porque practican una religión llamada islam”.

Pide buscar el diálogo con los turcos y marroquíes, y sobre todo, añade, encontrarle solución “a la xenofobia e islamofobia cada vez más ascendente de la gente” del barrio.

“Hay problemas con alguna gente, hay que hablar con ellos y hay muchas maneras de castigarlos, pero pedirles que se vayan o expulsarles, no hace más que aumentar su sentimiento de marginalización”, intenta explicar Said Bouharou, portavoz de las mezquitas holandesas.

Bouharou lleva décadas trabajando en la defensa de los derechos humanos y suele pasearse por las calles de este barrio, en el que destacan los carteles en árabe y turco, y los llamativos vestidos de boda marroquíes o las tiendas de comida turca.

En Schilderswijk se vota mayormente al VVD, al PvdA, a Demócratas 66 o a los verdes de GroenLinks, pero lo difícil es encontrar por este barrio a un solo ciudadano que esté dispuesto a apostar por el PVV.

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