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El virus brexit

La doctora Teresa Esteve (i) es la médico de familia del matrimonio británico de Joseph (c) y Beryl Boothby (d) que vive en Rojales y son usuarios del Centro de Salud Lo Marabú dónde, en ocasiones, utilizan los servicios de un traductor para comunicarse.

EFE

Londres/Alicante —

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Mónica llegó a Londres hace cuatro años para trabajar de enfermera, una de las profesiones más demandas por el Reino Unido. Hoy en día, no tiene claro si podrá seguir haciéndolo y ya le han reprendido dos veces en la calle por hablar en español.

Joseph y Beryl llegaron hace 22 años a Rojales (Alicante) para disfrutar de su jubilación y de la Seguridad Social. Hoy en día, desconocen si tendrán que contratar una póliza médica privada y si les dará para pagarla, lo que les podría obligar a regresar a Manchester.La Sanidad pública es una oportunidad laboral para miles de españoles en el Reino Unido y un seguro de bienestar para miles de británicos en España. Los residentes extranjeros de ambos países temen que el brexit destruya sus proyectos de vida.   

EL SHOCK TRAS LA BROMA

Ante la falta de oportunidades en su país, Mónica Reus -nacida en Ceuta y criada en Cádiz- hizo las maletas con 24 años y se instaló en Londres en enero de 2016, seis meses antes de la consulta sobre la salida del Reino Unido del bloque comunitario.

Una agencia de trabajo la colocó en el servicio de cardiología congénita de un hospital de Londres, donde la mayoría de sus profesionales son extranjeros. La Sanidad británica es un sistema “multicultural” que, pese a sus dificultades, mantiene cierto prestigio en todo el mundo.

Mónica, como tantas jóvenes enfermeras, buscaba una experiencia profesional y vital. “Tenía idea de conseguir mis ahorros chiquitos para destinarlos a comprar un piso en España, pero quién sabe si van a llegar. Ya empiezan a no tener valor por la caída de la libra. Has pasado meses y meses ahorrando como una loca para que ahora no valgan tanto como debería”, lamenta.

Cuando llegó, el brexit era poco más que una “broma” que se comentaba por las redes sociales, y la burbuja de Londres, “un país dentro de otro país”, le impidió ver lo que sucedía. El “shock”, en consecuencia, fue mayor cuando, el 24 de junio de 2016, escuchó por la radio que el electorado británico había decidido romper una unión de más de cuatro décadas.

“Cuando llegué al trabajo fue cuando empecé a ver muchas caras largas y me di cuenta de que no era una broma. Lo que más recuerdo en ese momento es que mi jefa, que es irlandesa, y su marido, que es inglés, no se hablaron en todo el turno, porque ella votó quedarse y él irse”, relata.

Fue como una representación privada del terremoto institucional: “el inicio de la ruptura de un matrimonio ocurriendo ahí mismo”.

“VENGA CON TRADUCTOR”

Joseph y Beryl Boothby, se establecieron en la urbanización “Ciudad Quesada” en 1997 para disfrutar “del buen tiempo y del carácter acogedor de los españoles”. Como otros miles de jubilados británicos, buscaron una casa de cerca del mar bajo cielos claros.

Cumplidos los 80 años, si les da cualquier achaque acuden a su médico de cabecera, la doctora Teresa Esteve, en cuya consulta cuelga un cartel que dice: “Si usted no habla español, le agradecemos que acuda acompañado por un traductor”.

Beryl -a diferencia de su marido, que chapurrea algunas palabras-, no ha aprendido “nada” de español en dos décadas. Apenas les hace falta porque viven rodeados de compatriotas, pero en cuestiones de salud prefieren no perder ni una palabra, así que hacen caso al cartel y acuden con Steve Ford, intérprete autónomo por horas.

Joseph y Bery creen que la Sanidad española es “maravillosa”, incluso “mejor” que la del Reino Unido, un comentario frecuente en esta región, en la que viven 65.000 de los 235.000 ciudadanos británicos inscritos en España, su mayor colonia.Según Ford, todos aprecian el sistema sanitario español, que les permite obtener una cita médica “en uno o dos días” y donde las listas de espera para una intervención quirúrgica “no son demasiado largas”.

La mayoría de ellos tiene miedo a que una salida de la UE les deje fuera del amparo público. El Gobierno británico se ha comprometido a seguir cubriendo su atención sanitaria -por la que pagó 316 millones de euros en 2018- hasta el 31 de diciembre de 2020. Sobre lo que pasará después, no hay ninguna certeza.

Muchos temen verse obligados a volver por no poder pagar una póliza privada. Ford conoce a dos parejas regresaron al Reino Unido en una sola semana porque estaban “muy, muy preocupados”.

“NOS ROBAN LOS TRABAJOS”

La primera preocupación de Mónica fue su situación legal. En su cabeza resonaban los mensajes de la campaña para el referéndum que alertaban de que los europeos habían venido a “robarles” los trabajos.

“Yo vine a ocupar lo que no había y pensé: llevo seis meses currando como una jabata, cubriendo turnos que nadie quiere hacer y me van a echar del país. De repente, sentí como que había perdido el tiempo”.

Tras la confusión inicial, se informó en la Embajada española y constató que podía solicitar a las autoridades británicas el permiso de pre-asentamiento. No puede pedir aún el de residencia permanente porque lleva menos de cinco años en el Reino Unido.

“Tuve que mandar toda la documentación. Por suerte, ahora se puede hacer con el móvil. Escaneas el pasaporte y te dicen la fecha hasta la que te puedes quedar”, explica.

La aplicación le comunicó que tiene permiso para quedarse hasta 2024. Después podrá pedir el permiso de asentamiento o la nacionalidad británica. Sin embargo, para entonces, estas condiciones sobre los derechos de los ciudadanos pactadas entre Londres y Bruselas podrían ser papel mojado si el Reino Unido abandona la UE sin acuerdo, con un “brexit” salvaje.

“El LÍO DEL BREXIT”

El brexit, el dichoso “lío del brexit”, es culpa de los políticos, coinciden Beryl y Joseph. Casi todos sus vecinos creen que un movimiento de esta dimensión jamás debería haber sido sometido a referéndum. “Son decisiones que tiene que tomar los parlamentarios elegidos en las elecciones”, apunta Ford.

La mayor parte los “nuevos alicantinos” son jubilados de unos 70 años que vinieron atraídos por el golf, el mar y el sol. El brexit les ha generado una inquietud con la que no contaban a estas alturas de su vida.Las oficinas diplomáticas del Reino Unido en España organizan reuniones informativas para aclarar la situación y tratar de calmarlos, pero el nerviosismo es palpable. De momento, “lo más importante” es que cambien su permiso de conducir británico por uno español y que estén registrados en la Oficina de Extranjería, apunta la cónsul británica en Alicante, Sarah-Jane Morris.

Si hay brexit con acuerdo y están inscritos como residentes, mantendrán sus derechos sanitarios. Si la salida es “salvaje”, solo podrán conservarlos aquellos que contribuyan a la Seguridad Social o estén suscritos al convenio especial.

Beryl y Joseph respiran aliviados, no tienen nada grave, solo problemas inherentes a la edad. Su chequeo ha concluido y ya está registrado en los archivos del centro público de salud. En la consulta de la doctora Esteve no se habla de política. 

TENSIÓN XENÓFOBA

En el trabajo de Mónica tampoco se habla. El brexit ha abierto heridas entre los británicos y ha enrarecido su relación con los extranjeros.“Se evita tocar el tema”, pero a algún compañero se le escapa de vez en cuando un “por eso yo voté irme”, mientras que algunos pacientes también piden una “enfermera o un médico inglés”, cuente la enfermera.

La tensión también está en la calle. Mónica ha vivido de primera mano episodios xenófobos en Londres, algo casi impensable hace unos años.“El brexit ha sacado lo peor de la sociedad. Me ha pasado dos veces: estar hablando en español y que alguien venga y te diga que hables en inglés porque estás en Inglaterra”.

Johnson ha prometido que reforzará el sistema sanitario con 50.000 enfermeros. La cuestión es saber de dónde saldrán, porque desde meses antes del referéndum el Colegio británico de Enfermería viene constatando una caída en picado de las solicitudes foráneas.“Yo he llegado a trabajar nueve días seguidos en turnos de doce horas para cubrir puestos que no hay. Y ahora, que es cuando más se necesita, nadie quiere venir. Ya no solo tiene miedo el de dentro, sino también el que pensaba venir”, concluye Mónica.

Javier Aja y Antonio Martín

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