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Sobre este blog

Ángela Armero es guionista de cine y televisión. Además imparte clases en la escuela creativa Hotel Kafka, colabora en diversos medios, ha escrito y dirigido dos cortos (“La Aventura de Rosa” y “Entrevista”) y ha publicado una novela juvenil (Alexandra y las Siete Pruebas.) Es una adicta a las series y dice que no quiere quitarse.

Black Mirror: ¿Podría suceder?

Ya hemos hablado en este blog de Black Mirror. Hace unos días, ví el primer episodio de la segunda temporada, llamado “Be Right Back”, (aviso espoiler del planteamiento), en el que una joven supera la pérdida de su novio gracias a un software que, utilizando la información vertida en redes sociales, los vídeos y grabaciones de todo tipo almacenadas en internet, recrea la personalidad de su pareja. (Fin del espoiler)

Al igual que el segundo episodio de la primera, “15 million merits”, Black Mirror plantea una realidad en la que las experiencias tecnológicas sustituyen a las reales. ¿Podría pasar? ¿Hacia dónde camina esta sociedad?

Como sucede con varios capítulos de la serie de Brooker, “Be Right Back” nos hace pensar en varios temas inquietantes. ¿Qué uso oculto se le dan a nuestras fotos, nuestra información personal, nuestros chistes...? Aparte del evidente (y no precisamente tranquilizador) empleo comercial de nuestros hábitos, circunstancias, preferencias y datos biográficos, ¿hay un siguiente paso en esta espiral de exhibicionismo en el que casi todos participamos? Primero, alegres y condescendientes, y después, ávidos de retroalimentar nuestros egos como adictos.

Curiosamente el correo de google, que muestra anuncios personalizados dentro de su interfaz, ya tiene detractores que atacan el uso de la información involuntariamente proporcionada por el usuario. Lo lamentable del asunto es que quien presenta batalla no es otro que Microsoft, rival de gmail: esta es la campaña.

Con todo esto, se plantean (al menos) dos cuestiones.

Primera: ¿Podríamos ser, individualmente, sustituidos por máquinas?

Si existe un archivo individual de todos nuestros correos, chats, compras, fotos, vídeos, búsquedas, la conciencia googlera sabe más de nosotros que nosotros mismos, que nuestra madre o que nuestra pareja. Si hay alguien que pudiera reemplazarnos, sin duda sería una máquina que usara todo nuestro rastro en la red. Es un clásico del terror: la suplantación, normalmente a cargo de zombies, alienígenas, vampiros, terminators... enemigos que emplean nuestra apariencia exterior y lo que saben de nosotros para hacernos desaparecer uno a uno.

Segunda: ¿Aceptaremos, a la postre, las experiencias vicarias como reemplazo de la realidad?

Todos parecemos estar de acuerdo en que nada es tan bello como ver una puesta de sol, disfrutar de una copa de vino con la persona amada o pisar la primera nieve del año. Pero la vida moderna, la escasez de medios o/y de tiempo, hace que acabemos conformándonos con las copias o sustitutos de lo real. Un rato de whatsapp en vez de una charla por teléfono o un café, felicitaciones en facebook en vez de fiestas de cumpleaños, compras online, marear la perdiez en google street view en vez de pasear, ver contenidos en streaming en vez de acudir a una sala, escuchar spotify en lugar de ir a un concierto, indagar sobre un tema consultando enlaces en vez de haciendo acopio de libros... Todo parece tener su versión cómoda y asequible en internet. Y a veces la calidad o la espectacularidad del sustituto desmerece nuestras posibilidades reales. Porque... ¿Quién querría ir en globo o aprender a hacer acrobacias si a través de las grabaciones que otros hagan con Google Glass ya podemos percibir el mundo desde su subjetividad?

¿Quién quiere nadar entre tiburones o bajar peligrosas cumbres nevadas si ya lo ha hecho alguien con una cámara GoPro?

Miles de lugares emblemáticos del planeta, como Times Square, o como estos rincones de naturaleza salvaje en África, ya tienen una webcam que sustituye la experiencia a cambio de tener simplemente una conexión a internet... y si no la sustituye aplaca los deseos de viajar, de comunicarse, de experimentar o de conocer. Como dijo Douglas Coupland, “Google ha acabado con el concepto de no tener ni idea de algo”, y también, en buena parte, con la emoción de la conquista, de lo desconocido, con el atractivo de los conceptos o los espacios vírgenes.

Habida cuenta de todo esto, ¿hemos de aceptar este reemplazo? ¿Cuál es el final de esta tendencia? ¿Deberíamos rebelarnos, ponerle límite a esta paulatina sustitución de la realidad... o simplemente dejarnos llevar y seguir navegando a la deriva en internet?

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Ángela Armero es guionista de cine y televisión. Además imparte clases en la escuela creativa Hotel Kafka, colabora en diversos medios, ha escrito y dirigido dos cortos (“La Aventura de Rosa” y “Entrevista”) y ha publicado una novela juvenil (Alexandra y las Siete Pruebas.) Es una adicta a las series y dice que no quiere quitarse.

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