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Sobre este blog

@Retiario estudió biología pero siempre quiso aprender y contar historias reales. En tiempos remotos fue paleontólogo, pero desde hace décadas es periodista y profesor de periodismo. Cree en la ciencia, la tecnología y el poder de la humanidad para cambiar las cosas para bien, si se aplica. Pasa la mayor parte de su tiempo en Internet y es un firme defensor de la pluma (y la red) frente a la espada.

Cómo reconocer una Inteligencia Artificial (y por qué darle la bienvenida)

El robot Pepper

José Cervera

Inteligencia artificial (IA); los medios están llenos de apocalípticas profecías sobre lo que le va a hacer a nuestra economía, y de aún más apocalípticas advertencias de que puede suponer el Fin de la Humanidad. Gente tan seria como Elon Musk o Stephen Hawking nos han avisado del peligro que supone para nuestra supervivencia la emergencia de sistemas no humanos que igualen o incluso superen nuestro nivel de inteligencia; se habla de superinteligencias nacidas de una Singularidad tecnológica, de programas tan listos que diseñan programas aún más listos hasta dejar a los humanos a la altura de una hormiga o un protozoo. Sin contar con los numerosos avisos de la ciencia ficción sobre el peligro de los robos (Robocop o Terminator), replicantes (Blade Runner, Ex Machina) o incluso asistentes de voz como Siri (Her, Black Mirror).

Curiosamente definir cuándo estamos en presencia de una Inteligencia Artificial no es tan sencillo; en algunas de esas películas la dificultad de separan las mentes artificiales de las naturales forma parte del argumento, como el test Voight-Kampff de Blade Runner o el argumento mismo de Ex Machina, y en ciencia existe el experimento mental del Test de Turing. Porque reconocer cuándo lo que estamos viendo es inteligente no es sencillo: la definición de inteligencia no es única e incontestable, y puede ser que cuando surja una verdadera IA no sea tan fácil de reconocer. O puede ser que ya hayamos visto el tipo de reacción que provocará cuando surja, porque ya ha surgido, al menos en algunos campos. Un ejemplo es el rostro del maestro de Go Lee Sedol ante el movimiento 102 del programa diseñado por Google AlphaGo durante la segunda partida de su enfrentamiento hace unos meses. El programa decide colocar una ficha blanca en la parte superior izquierda del tablero, y el maestro humano tiene una reacción muy humana.

Primero, pasmo; puede verse cómo está pensando algo parecido a ‘pero ¿qué diablos?’ en coreano. Y de repente, sorpresa: Lee Sedol comprende lo que AlphaGo acaba de hacer. En palabras de uno de los comentaristas de la partida, un movimiento que ningún humano hubiese hecho jamás. Pero que Lee Sedol descubre, cuando lo procesa, que es una genialidad: un destello de inteligencia literalmente inhumana. Literalmente sobrehumana.

Ya le había ocurrido a Garry Kasparov en 1997 durante una de sus partidas con Deep Blue, el programa de ajedrez diseñado por IBM para derrotar al campeón de la Humanidad. En la segunda partida de su segundo enfrentamiento Deep Blue hizo un movimiento que sorprendió tanto a Kasparov que el maestro ruso se obsesionó con que IBM estaba haciendo trampas y jamás recuperó la tranquilidad; de hecho acabó por pegar un portazo y abandonar en medio de la séptima partida. Su irritación se debía al desconcierto; en aquel momento un programa que había jugado de modo mediocre de repente jugó 'como un dios': con mayor astucia, profundidad de análisis e inteligencia que el campeón mundial de ajedrez.

Será el asombro lo que nos demuestre que estemos ante una verdadera IA; el súbito reconocimiento de una inteligencia que supera a la nuestra. Algo que en realidad debería alegrarnos, porque aunque nuestra inteligencia sea muy elevada (y nuestra mejor característica) no está exenta de defectos y puntos ciegos. Nuestro cerebro tiene límites que vienen determinados por su construcción biológica: hay cosas que sencillamente no estamos bien preparados para comprender, desde el mundo de las probabilidades a los espacios multidimensionales. Del mismo modo que algunas imágenes derrotan a nuestros circuitos de reconocimiento visual hay rincones del intelecto que son más difíciles para nosotros los humanos en virtud del modo como funciona nuestro sistema nervioso central.

De modo que una IA podría servirnos como útil herramienta para mejor comprender el Universo al permitirnos explorar aquellas áreas a las que nuestro cerebro no llega. Igual que complementamos nuestros músculos con reactores, pistones hidráulicos o gigantescos motores diésel para mover cosas que nuestro cuerpo no tiene la capacidad de mover podremos usar la IA como ayuda para pensar allí donde nuestra mente tiene problemas para pensar. Y con esta ayuda, quizá, pasmarnos todavía más antes la belleza y la profundidad del Cosmos. 

Sobre la charla Despegue; cuando la Inteligencia Artificial supera a la Humana en Naukas Bilbao 2017.

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@Retiario estudió biología pero siempre quiso aprender y contar historias reales. En tiempos remotos fue paleontólogo, pero desde hace décadas es periodista y profesor de periodismo. Cree en la ciencia, la tecnología y el poder de la humanidad para cambiar las cosas para bien, si se aplica. Pasa la mayor parte de su tiempo en Internet y es un firme defensor de la pluma (y la red) frente a la espada.

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