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Sobre este blog

@Retiario estudió biología pero siempre quiso aprender y contar historias reales. En tiempos remotos fue paleontólogo, pero desde hace décadas es periodista y profesor de periodismo. Cree en la ciencia, la tecnología y el poder de la humanidad para cambiar las cosas para bien, si se aplica. Pasa la mayor parte de su tiempo en Internet y es un firme defensor de la pluma (y la red) frente a la espada.

La vaquita marina y nuestra responsabilidad

Un ejemplar de la 'vaquita marina'

José Cervera

Los humanos nos creemos poderosos, tanto como para estar tranquilos con los desastres que originamos; tendemos a pensar que igual que lo hicimos podremos algún día deshacerlo. Pero a veces descubrimos los límites de nuestro poder cuando nuestros mejores esfuerzos por revertir los daños que hemos provocado en el pasado fracasan, o incluso empeoran la situación.

Esto nos acaba de ocurrir con el desesperado intento de salvar a la vaquita marinavaquita marina, un pequeño pariente de los delfines y las marsopas que vive tan sólo al norte del Golfo de California y que está en peligro crítico de extinción por culpa nuestra: el uso (ilegal) de redes de enmalle para pescar (peces como el totoaba, que se exporta ilegalmente a Asia, o gambas) atrapa a estos animales, que como otros miembros de su familia son vulnerables a morir fácilmente por el estrés. Esto ha reducido su población a apenas una treintena de ejemplares y ha puesto a la especie al borde mismo de la extinción definitiva.

Por eso un grupo de ecologistas y expertos en biología de cetáceos puso en marcha un ambicioso plan: capturar a algunos de los últimos supervivientes de la especie para protegerlos con el fin de ayudar a que se reproduzcan en cautividad y evitar su extinción. El plan contaba con el respaldo del gobierno mexicano y la participación de especialistas para garantizar la salud de los animales durante y después de la captura. Pero cuando a principios de noviembre encontraron una hembra joven en perfecto estado de salud y trataron de hacerse con ella del modo más gentil y poco traumático posible ocurrió lo inesperado: el animal sufrió un ataque y murió. Las operaciones de rescate fueron interrumpidas. Y la última esperanza de la vaquita marina se esfumó.

Conviene recordar que no somos todopoderosos cuando queremos deshacer el mal que hemos causado en el pasado, y por eso conviene más no hacer daño que intentar después arreglar lo destrozado. Por mucha buena voluntad que le pongamos y a pesar de nuestros mejores esfuerzos es muy complicado, por no decir imposible, que los animales extintos se puedan ‘desextinguir’; ni siquiera podemos salvar a los últimos de una especie a la que nosotros hemos llevado al borde de la desaparición. Esforcémonos mejor en no destruir ecosistemas y con ellos especies que en tratar de hacer volver animales de entre los muertos.

Imagen de Paula Olson, NOAA - Dominio Público

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@Retiario estudió biología pero siempre quiso aprender y contar historias reales. En tiempos remotos fue paleontólogo, pero desde hace décadas es periodista y profesor de periodismo. Cree en la ciencia, la tecnología y el poder de la humanidad para cambiar las cosas para bien, si se aplica. Pasa la mayor parte de su tiempo en Internet y es un firme defensor de la pluma (y la red) frente a la espada.

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