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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

La estupidez humana

Nuria del Saz

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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Las baldosas podotáctiles son esas que tienen líneas en relieve para la orientación de las personas ciegas. Son realmente valiosas para nuestra movilidad. Gracias a ellas es más sencillo localizar un paso de peatones y sirven de guía para no perderse en espacios muy abiertos. 

Pensaba en ello cuando me vino a la cabeza un incidente en el que me vi involucrada hace un par de semanas. Caminaba por una calle bastante llena de gente. Con el cuerpo girado un poco a la derecha, trataba de escuchar el audio con el teléfono pegado a la oreja izquierda a la vez que andaba. De pronto, fui embestida por un tipo que se me cruzó por la izquierda. Grité un poco por el susto y el golpe, alucinada por el atropello, cuando la persona que me acababa de arrollar, comenzó a increparme hecho una hidra. Me culpaba a mí por ir mirando el móvil. “Señor, no miraba el móvil. Iba escuchándolo, soy ciega”, le dije ante su enorme virulencia. Entonces, el tipo empezó a disculparse. En su categorización de seres humanos, la discapacidad visual me concedía el beneficio de la disculpa. Pero segundos antes, no; antes de saber mi condición merecía ser arrollada y culpada. Digna de ser embestida, pues. Bastaría con no ir tan agresivo por la vida, refunfuñé. Mucha gente hace bandera del lema “más vale pedir perdón que permiso”.

Volviendo a las baldosas podotáctiles y tantas otras acciones que mejoran la accesibilidad de las ciudades, me doy cuenta de que uno de los principales escollos, sin remedio, es la estupidez humana. Con nuestras actitudes y conductas marcamos la diferencia, para bien y para mal.