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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Toni, el gitano

Toni, el gitano. / Foto: Nicola Romagna.

Mariano Cuesta

Hace muchos años por mi barrio rondaba un gitanillo de corta edad. Se llamaba Toni. Iba siempre descalzo, con una camiseta medio roída abierta, con algún botón suelto, unos vaqueros también gastados pero una sonrisa blanca brillante y unos ojos inmensos y negros como carbón de mina.

Yo, por entonces, era un niño bastante tímido, casi patológico. Me costaba mucho conocer gente y siempre pensaba que me estaban juzgando para mal. Recuerdo que un día se me acercó y me dijo: ¿A ver? ¿Me dejas ver tus dedos?. Yo me quedé parado, no sabía muy bien cómo reaccionar. - ¡Venga, enséñame la mano! - repitió.

Accedí y, por un momento, me sentí como si fuera un bicho raro pero por otro lado veía en sus ojos la curiosidad de lo nuevo. No me estaba juzgando. Al rato, me dice mira y me enseña su mano, era algo parecida a la mía. Me dijo, la mía también es muy parecida. Y me quedé boquiabierto. Vi que también le faltaba algún dedo de la mano.

Imaginé por un momento que, si mi vida estaba siendo complicada, la suya lo sería mucho más. Sentirse desplazado une. Une a los desplazados. Es triste pero es así.

Esta sociedad está tan bien homogeneizada que, parafraseando a Chomsky, “hay una falsa sensación de heterogeneidad”, pero cuando no perteneces a la masa y eres un colectivo “difícil de integrar”, más aún cuando una persona tiene una discapacidad por pequeña que sea, las cosas se vuelven más difíciles.

La integración en la sociedad no consiste en ser muy radical vistiendo, o tener el pelo rosa, o que vistas de cuello vuelto, tengas barba o tatuajes con sesenta años. Consiste en que todo eso no implique una mirada displicente. Porque no es más que eso, quitarnos las vigas de los ojos, comprender que, a pesar de todo somos lo mismo, pero estamos demasiado preocupados en no sé cuántas cosas.

Las oportunidades, al contrario de lo que piensan los liberales, las da la sociedad. Una sociedad tolerante y abierta, dispuesta al diálogo de todos sus integrantes ofrecerá, sin duda muchas más oportunidades que la que habla de uno mismo. El sueño americano individual heroico no existe. Nadie triunfa solo.

No sé qué fue de Toni pero lo que tengo claro es que la sociedad se tiene que abrir, comprender las diferentes realidades sociales y empezar a destruir los prejuicios que alguna vez tuvimos.

Cuanto más escribo sobre discapacidad veo que el problema es indivisible. Para cambiar la mirada hemos de cambiar la sociedad entre todos. De nada vale que puntas de lanza de la solidaridad y la integración estén en los medios si nosotros, los de abajo, no movemos el trasero.

Ortega y Gasset decía que el hombre masa se escondía para no sobresalir y evitar así ser rechazado. A lo mejor va siendo hora de intentar no ser masa y ser, con nuestros defectos y nuestras virtudes, sin más.

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