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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

De concierto en concierto

Bruce en Gijón

Raúl Gay

Mientras escribo este artículo, Bruce Springsteen está actuando en Gijón. Un buen momento para hablar de conciertos, de recintos y de accesibilidad. Cada espectáculo al que he asistido ha sido único. No sólo por la música sino por las facilidades o dificultades que he encontrado para ver al artista de turno.

En el top ten de accesibilidad se encuentra el concierto de U2 en el Camp Nou hace unos 7 años. Como es sabido, Bono defiende los derechos humanos, el medio ambiente y las nubes de algodón. Pero detrás de esa imagen un tanto cansina resulta que hay un verdadero poso. Durante esa gira ordenó que hubiera un espacio habilitado para retrones. Pero no un espacio cualquiera: el mejor.

Aquella tarde colocaron en el centro del campo una plataforma grande, en la que cabríamos sin problemas 40 retrones y sus acompañantes. Pueden parecer pocos pero a) no se suele ver mucha sillas en estas cosas y b) por lo general las zonas son minúsculas y estamos como sardinas en lata. Para llegar a la plataforma había una rampa con una pendiente adecuada; pero también un puñado de personas que ayudaban a subir y bajar. Justo a un lado, colocaron baños espaciosos y adaptados. Uno de los problemas que me encuentro en los conciertos es que una persona de pie es más alta que otra en silla de ruedas y acaba por impedirme ver en condiciones. En este caso, la altura de la plataforma era ideal. Sin ninguna duda, los retrones fuimos los que mejor vimos el espectáculo.

Pero no todos son Bono. Cuando voy a un concierto tengo que preguntar y preguntar dónde puedo colocarme. Muchas veces no lo saben y te mandan de un sitio a otro, de una persona a otra. Las zonas reservadas suelen ser diminutas, alejadas de entradas, baños y barras de bar; sólo permiten un acompañante y la visibilidad está condicionada a la altura del tipo que tengas delante. Pienso en el Palau Sant Jordi de Barcelona o el Príncipe Felipe de Zaragoza.

Cuando no hay zona retrón, hay 2 opciones: fastidiarte o echarle morro. Hace unos meses quise escuchar a Quique González en una sala de Zaragoza y me quedé sin ir porque no había asientos, era todo de pie; lo mismo me sucedió con Loquillo en su última gira. Años atrás, sin embargo, disfruté de un concierto de Maná desde un lateral del escenario. Fue una idea del director del Auditorio de Zaragoza y a los mexicanos no les debió importar mucho ya que luego me dieron entradas para una fiesta en el camerino (a la que no fui, por cierto).

La zona reservada para la mesa de sonido también es un lugar habitual. Recuerdo haber escuchdao desde allí a Bunbury, Revólver y (lo confieso) La Oreja de Van Gogh. Se suele ver bastante bien y tienes la ventaja de poder espiar el set list y saber qué canciones van a sonar. Lo malo es que se pierde la “magia” del concierto, no estás del todo en él, eres casi un observador externo.

En ocasiones, la gente de los recintos se porta de maravilla y me dan sitios inimaginables. He visto La Boheme desde un palco de un teatro londinense, he escuchado a Van Morrison desde una distancia envidiable y a Keith Jarrett desde la cuarta fila. En todos estos casos había comprado la entrada más barata pero nos colocaron (a mí y a mi acompañante) en butacas de lujo.

La única vez que este sistema falló fue en marzo de 2010, en un concierto de Joan Baez. Acostumbrado a comprar las entradas más cutres y ponerme en asientos de calidad, adquirí 2 entradas de visibilidad nula. Resultó que el Palau tiene ascensor para subir hasta las butacas más remotas y, claro, no vi mucho.

La pega es que no puedo ir solo a un concierto a menos que sea en Zaragoza. Así que en ocasiones me ha tocado pagar la entrada de mi acompañante. Incluso en esto, ser retrón sale caro.

Aun así, que siga la música.

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