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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Ya van dos

Gente hablando

Mariano Cuesta

Hace unas semanas el Senado intervino para corregir el artículo del Código Civil que a partir del próximo 30 de junio iba a obligar a las personas con discapacidad a pedir un certificado médico para poder casarse. A la corrección de esta medida, que se propuso a finales de 2016, se une también el esperpento de la Dirección General de Ordenación Educativa intentando imponer un criterio de calificación. Según este criterio, la plataforma del sistema donde se ponen las notas tenía bloqueada la puntuación superior a cuatro en las asignaturas conocidas como ACS (adaptación curricular significativa).

Esta medida fue rápidamente revocada dado el revuelo que produjo tanto a colectivos de personas con discapacidad como a personas de toda índole.

Me sorprende de manera preocupante que se intente legislar de una manera tan torticera. Da la sensación de que las persona con discapacidad molestamos muchas veces y, de manera completamente absurda, arrebatamos puestos que “en teoría” no nos corresponden.

Se nos sigue tratando desde las instituciones de un modo muy paternalista, casi obsceno. La noticia de los certificados médicos podría tener cierto sentido si fuera para todos. ¿Acaso una persona sin discapacidad no tendría que hacerlo? ¿Por qué? No queremos discriminación positiva, queremos igualdad de derechos. Se entiende que en ciertos casos contrastables y que pudieran suponer un perjuicio para alguna de las partes sí debería mediar una intervención de certificado médico para comprobar que todo está correcto. Esto no supone un menoscabo de sus habilidades y de su calidad de vida, pero ya digo, eso debería ser con todos, porque ¿no es cierto que podría pasar eso entre dos personas sin discapacidad? Una de ellas podría tener atemorizada o sometida a la otra de alguna manera. ¿No sería necesario un certificado médico?

Voy más lejos: ¿No sería acaso necesario un certificado de aptitud de padre o madre? Porque claro… mucho pedirnos a las personas con discapacidad pero hay cada uno por ahí que es para echarle de comer aparte.

Por otro lado, lo de cierta clase política en la injerencia de la educación es preocupante, como dije antes. ¿Qué necesidad hay de legislar sobre personas con adaptaciones curriculares? ¿Son acaso menos personas, menos capaces que el resto? A veces esto me hace pensar en que la clase política está muy alejada, así en general, de los problemas que tenemos los ciudadanos de a pie, más aún si intentamos entender a las personas con discapacidad. Ya se les escapa, y es normal. Vivir en una burbuja es lo que tiene, que no estás pegado a tus ciudadanos, los ves como dice la canción de Zahara, a 80 metros del suelo, subidos en el árbol del General Sherman. Y es que ya van dos, que contemos de modo reciente, pero vendrán más y para eso tendremos que estar atentos, porque nuestra lucha para alcanzar la plena inclusión pasa porque no nos tomen el pelo. Y esto se consigue al pie del cañón, dando publicidad a estas malas decisiones, intentando corregir y presionar a los organismos competentes para que dejen de pisarnos. Seguimos.

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