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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Desde fuera

Una niña en una zona infantil de juegos

Nuria del Saz

Por mucho coraje que me dé, tengo que reconocer que la sentencia “no hay mayor ciego que el que no quiere ver”, es totalmente cierta. ¿Quién no ha escuchado hablar al menos una vez sobre la importancia de la detección precoz de los trastornos en la infancia para poder darle al niño una atención temprana? Atención por la que tantos cientos de familias luchan y que, con todas sus carencias y deficiencias sistémicas, está ahí. Que es insuficiente, sí. Que se acaba demasiado pronto, sí, pero existe y hay muchos profesionales trabajando día a día con los niños en las escuelas.

De esos profesionales quería hablarles hoy. De los maestros de pedagogía terapéutica, de los especialistas en audición y lenguaje y de los maestros de infantil que, en tantas ocasiones, son los primeros en detectar que hay algo raro en ese niño, algo que no encaja, y se encuentra en la dolorosa situación de tener que quitarle la venda de los ojos a unos padres que, hasta hoy, pensaban que tenían un niño normo típico.

¿Cómo se le insinúa eso a unos padres? ¿Por qué no nos damos cuenta de que algo no va bien con nuestro hijo si tiene tres años y medio y, por ejemplo, no es capaz de reconocerse a sí mismo en una fotografía, o no distingue entre un coche y una casa y todo es lo mismo para él?

Cualquier maestro con experiencia está acostumbrado a tratar con decenas de niños. Por sus aulas, por sus manos, pasan niños cada curso. En condiciones normales, un maestro distingue rápidamente quién le sigue en clase y quién no, qué niño se comporta conforme a lo que se espera por su desarrollo a cada edad. Los tratan a diario y ante sus ojos ocurren muchas situaciones que son auténticas revelaciones, dando la señal de alerta.

Estimular a un niño para que potencie aquellas capacidades que tiene aún dormidas, que aguardan ese clic que las haga ponerse en marcha. Enseñar a hablar a una personita cuyo cerebro aún no ha creado la carretera del habla o a agarrar el lápiz con la fuerza y la precisión suficientes para hacer algo más que un simple garabato. A eso dedican su tiempo estos maestros de apoyo, como comúnmente se les llama. Los tan nombrados Pt. Me parece un trabajo precioso y, a la vez, de lo más duro, cuando ves que no hay avances, cuando sabes que los padres aún no quieren ver la realidad que tienen ante sus ojos y que tan clara es para estos maestros.

Algunos padres se lo toman a mal, casi como una ofensa porque ellos, ellos no pueden tener un niño con problemas. Por inquietante que parezca, sucede. A ninguno queremos que nos toque, pero a alguien le toca. Ahí están las cifras. Según el Observatorio de la Infancia, el 7,5 por ciento de la población son menores que nacen con la posibilidad de presentar algún trastorno del desarrollo. La mitad de ellos son niños que nacieron ya en situación de riesgo, por diversas causas, y la otra mitad necesitará atención temprana, bien en una etapa de su vida o bien de por vida. Unos llegarán a recibir el alta. Otros no. Otros siempre necesitarán terapia.

No cierren los ojos. No cerremos los ojos. La realidad puede doler, pero la ignorancia es mucho más perjudicial.

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

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