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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Los narcos legales

Foto: Europa Press

Anita Botwin

Estamos viviendo tiempos de sobremedicación por los problemas de la vida cotidiana, alcanzando límites preocupantes. Que España ocupe el 2º lugar de la OCDE en ventas de tranquilizantes no debe tranquilizarnos. Allen Frances, un psiquiatra estadounidense cuenta que “en la propia tendencia a medicar la vida diaria”. Asegura que “la industria hace todo lo que puede para convencer a todo el mundo de que están enfermos y que necesitan fármacos”. Que un psiquiatra reconocido critique de esta forma a la industria farmacéutica nos da más que motivos para replantearnos el matrimonio entre los programas públicos de salud mental y la industria farmacéutica.

Tras leer información relacionada con este buen psiquiatra y otros tantos informes y fuentes, más mi propia experiencia creo que es necesario un nuevo enfoque en el que entendamos que no toda tristeza deba ser tratada con fármacos y que la medicación además genera daños. En palabras del propio Frances “sólo en raras ocasiones tomarse un medicamento es la mejor solución”.

No con ello pongo en cuestión el uso de la medicina en casos extremos, pero sí el abuso de la psiquiatrización de todo, cuando tantas veces las causas son las condiciones adversas de la vida y las circunstancias que nos rodean, unidas a un sistema que es antipersonas. No es casualidad que España tome tanto tranquilizante, porque estamos en un bucle “al borde de un ataque de nervios”, pero ¿no es adormecer esa parte nuestra que podría organizarse para cambiar la situación, o crear, o simplemente vivir? Vivir con somníferos es vivir a medias, es perder grandes momentos de la vida medio zombie, además de la gran adición que provoca. Muchos psicólogos cuentan que les es difícil tratar a sus pacientes cuando van drogados a consulta. Les es extremadamente complicado poder entrar en sus mentes y lo que es peor, que sus mentes estén receptivas a sus mensajes.

Quien más quien menos tiene ansiedad en estos días convulsos, y acuden al médico para cortar la hemorragia. Normalmente te derivan al psiquiatra o el mismo médico te receta antidepresivos, ansiolíticos o ambas. ¿Pero ese torniquete puede acaso curarnos o tan sólo nos mantiene en coma inducida? Quien puede permitírselo va al psicólogo y utiliza otros métodos para erradicar “la crisis” o suavizarla. Los problemas de salud mental se han convertido en un problema generalizado que se vive en silencio.

Debido a los recortes, apenas se prestan servicios de terapia psicológica y se empastilla a los pacientes, sin ir a la raíz del problema. El médico de cabecera es el que suele recetar los fármacos en su mayor parte, diagnosticando patologías que tal vez ni le correspondan. En alguna ocasión he llegado a escuchar “no te derivo al especialista, te va a decir lo mismo que yo”. Entiendo que no todos los profesionales se toman este tema a la ligera, y que no cuentan con el tiempo necesario para tratar a sus pacientes, pero lo cierto es que el 70% de estos fármacos son recetados por el médico de cabecera en nuestro país. Algunos de sus pacientes serán adictos de por vida.

Recuerdo que hace unos diez años pasaba por momentos delicados en mi vida y al acudir al médico de familia me recetó drogas varias. Tras ello, la psiquiatra me vio en su consulta repleta de relojes por todas partes. Cómo para no volverse loca, pensé. Entre tanto tic tac lanzó su titular: “siempre vas a estar enferma”. Y eso es lo que creí durante muchos años.

 Sé que no soy la única, pero no es sencillo desenmascarar esta problemática silenciada por el estigma que reina. No se habla de ansiedad, depresión u otros síntomas con naturalidad. Desconocemos los problemas que nos rodean porque no brindamos la posibilidad de hablar de ellos sin tapujos, como quien habla del que tiene diabetes, o colesterol o anemia. En su momento yo me sentía sola y las pastillas me acompañaron.

Creo que es el momento en el que se hable de salud mental como prioridad, porque en muchos casos es el origen de otras muchas enfermedades, como lo es también el abuso de fármacos de manera descontrolada. Sin ir más lejos, en en EEUU los fármacos recetados matan más por sobredosis que las drogas de la calle.

Conozco casos de niños que son medicados en nuestras escuelas públicas porque son supuestamente hiperactivos -muchos de ellos falsos positivos-. Hacen a niños adictos desde los cinco o seis años para vivir medicalizados el resto de su vida, creyendo que son “enfermos mentales”, estigmatizándoles, haciéndoles a un lado sin darles la oportunidad de atajar el problema con otras herramientas.

Una anécdota real para ilustrarlo. En los años 30 una chica llamada Gillian tenía problemas graves en la escuela, no podía parar quieta en clase. En esa época nadie había inventado el término “déficit de atención”. Ante la preocupación de sus padres la llevaron a un especialista. Tuvieron la suerte de cruzarse con un profesional que al ver a la chica dijo: “si su hija no puede parar de moverse, ¿por qué no le apuntan a una escuela de danza? No puede pensar claramente si no se mueve, es su forma de comunicarse con el mundo”. Después de eso tuvo una brillante carrera en la que montó su propia Compañía de Danza y diseñó coreografías icónicas como la de “Cats”. Otro le hubiera mandado medicación para que se calmara.

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

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