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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

... Y tendrá tus ojos

Raúl Gay

¿Es posible leer 191 páginas sobre uno de los mayores horrores que puede sufrir una persona y salir del libro en paz, más sereno de lo que se entró? ¿Es posible interesarse por una canción, por un libro mientras lees cómo la leucemia persigue a un niño hasta cazarlo? ¿Es posible escribir sobre La hora violeta sin sentir que insultas al autor, a sus familiares o a Pablo, el niño cazado por la enfermedad?

La respuesta a las 2 primeras preguntas es un rotundo sí. No sólo es posible sino necesario. La vida, nos viene a decir Sergio del Molino, no se detiene ante el horror. Y cuando todo se derrumba, lo único que queda es una novela, un riff de guitarra, un vaso de whisky. Clavos a los que aferrarse para mantener la cordura.

A la tercera pregunta tendrán que responder Sergio y Cris, los padres de Pablo.

Muchos de los lectores no sabrán quiénes son, pero desde aquí les animo a que los conozcan y dediquen una tarde a leer el libro recién publicado por Mondadori, en el que Sergio del Molino -periodista y escritor- recuerda con elegancia, sinceridad y emoción la enfermedad y muerte de su hijo Pablo, cuando no llegaba a los 2 años.

No es un libro triste, aunque hay tristeza. No es un libro duro de leer, aunque en sus páginas encontremos palabras como “leucemia”, “oncopediatría” o “punción medular”. Hay emoción, no sentimentalismo.

El nudo en la garganta llega en los buenos momentos, por llamarlos de alguna forma. No cuando detectan la enfermedad, no cuando se complica, no cuando Sergio y Cris conocen que la historia no tendrá un final feliz. La lágrima asoma cuando Pablo reconoce que el mar es agua y pronuncia la “g”, cuando aparece una niña francesa que detiene todo en su vida para intentar que un niño español a quien no conoce tenga una vida, cuando leemos que una doctora llama desde su casa al hospital, a las 2 de la mañana, para ver cómo pasa la noche Pablo.

La hora violeta no es un catálogo de medicinas y tratamientos, no es una sucesión de lamentos ni una invocación a un ser supremo para preguntar por qué yo. La hora violeta es literatura en estado puro. Literatura que sale de las entrañas, literatura inevitable. Decía Sergio del Molino en la presentación del libro que ha reaccionado a la muerte de Pablo de la única forma que sabe: escribiendo.

Este libro se suma a un grupo de obras que podríamos encajar en la literatura del duelo. Allí están Mortal y rosa o El año del pensamiento mágico. Sus autores desearían, estoy seguro, no haber tenido que escribirlos nunca. Los lectores podemos sentirnos reacios a leerlos, por esta nueva religión que nos prohíbe acercarnos a la tristeza y el dolor. Pero el horror existe. Y gracias a libros como éste quizá sepamos relacionarnos con él de una forma más humana.

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Éste no es un blog literario pero me he permitido saltarme la línea editorial. Considero que es importante dar a conocer La hora violeta. Si alguien busca una relación con los retrones, diré que visitamos con cierta frecuencia un hospital y cualquier ataque a la sanidad pública es un ataque personal.

Sergio del Molino defiende en sus páginas el mantenimiento de esta sanidad, que puso toda la ciencia existente al servicio de Pablo. Uno se pregunta ¿pondrán los hospitales privados del futuro toda la ciencia, todo su esfuerzo, al servicio del hijo de 2 periodistas de Zaragoza? Lo dudo.

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

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