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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Piensa bien y acertarás

Pablo Echenique-Robba

Si no habéis visto este corto vídeo de Viktor Frankl (en inglés, sorry), os recomiendo que lo veáis:

Si no entendéis el inglés, o no tenéis tiempo, dejadme que os resuma la breve pero hermosa metáfora que contiene:

Como vemos en la figura, y como le explicó el instructor de vuelo a Viktor, si uno quiere volar de A a B --estando el segundo punto al Este del primero y en presencia de un fuerte viento del Norte-- sería un error fijar el timón hacia el Este pensando que nuestro avión va a realizar la trayectoria roja discontinua en la figura. El fuerte viento nos desviaría y, al final, acabaríamos describiendo la flecha roja continua --aterrizando muy al Sur de nuestro objetivo. Los pilotos saben que lo que hay que hacer es fijar el timón (al menos al principio del viaje) hacia el Noreste, como queriendo describir la trayectoria azul discontinua, pero siguiendo realmente --y con ayuda del viento-- la flecha azul continua que nos lleva a donde queríamos ir.

Viktor compara esta situación con aquella en la cual juzgamos a otra persona, citando a y coincidiendo con Goethe, quien escribió:

Trata a las personas como si fuesen lo que deberían ser, y así las ayudarás a convertirse en aquello de lo que son capaces.

Dicho de otro modo, es más útil, más productivo, más eficiente, y al final, más correcto, asumir lo mejor respecto de nuestro interlocutor. Lo mejor, claro está, que sea compatible con los datos.

Sin embargo, los datos de que disponemos son habitualmente tan escasos (no conocemos a la persona, no la tenemos delante, etc.) que son compatibles con juicios muy diferentes respecto de nuestro interlocutor. Desde los más benévolos hasta los más duros. Según cómo nos hemos levantado ese día, según nuestro carácter general, o según sople el viento, podemos interpretar la misma frase como neutra, como un elogio, un insulto, un chiste o una queja.

Repito: la misma frase.

¿A quién no le ha pasado esto leyendo un email de otra persona y reaccionando de una manera negativa, para luego descubrir que el juicio era completamente erróneo?

O al revés. Recibes una respuesta desproporcionada y dolida a un email que no contenía ninguna de las intenciones que el destinatario creyó percibir en él.

Hay varias opciones que puede utilizar el que habla para evitar estos errores de juicio:

  • No hablar nunca.

Hablar sólo con gente que está totalmente de acuerdo con todo lo que dices, o al menos que no expresa su desacuerdo.

  • Utilizar diez mil palabras en vez de cien, dejando cuidadosamente claro que todas las innumerables posibles interpretaciones negativas no son correctas.
  • Usar smilies ;) :) :( para intentar mandar una señal parcial respecto de nuestro estado de ánimo.

Las dos primeras, por supuesto, sólo son una renuncia cobarde, una salida fácil. La tercera es terriblemente lenta, aburrida e ineficiente, y la cuarta sólo tiene una aplicación muy limitada en contextos sencillos.

Por eso, yo hace un tiempo que aplico, de forma consciente, una regla de oro que se puede implementar del lado del lector u oyente, que funciona muy bien, y que permite que la gente no se tenga que quedar callada, escribir textos interminables, o usar smilies ;) Esta regla, con la que Viktor Frankl seguramente estaría de acuerdo, se podría enunciar así:

Tras leer un texto o escuchar una alocución, de todos los posibles juicios y adjudicaciones de intenciones al autor que son compatibles con los datos que tienes, los más benévolos son los más eficientes, los que van a conseguir más efectos positivos en ti, en tu interlocutor, y en el mundo en general, y los que mayores probabilidades tienen de ser correctos.

Un poco más resumido:

Piensa bien y acertarás.

Este es un resumen muy bueno de cuál es la actitud con la que, amigo lector, deberías juzgar mis artículos, los de mi compañero de blog, los de nuestros demás colegas de eldiario.es, los de los columnistas de todos los demás periódicos, y todo lo que te diga cualquier humano que conozcas.

No obstante, dado que, en los últimos días he recibido algunas críticas injustificadas que no quiero dejar sin respuesta, pero tampoco puedo estar contestando una y otra vez a los mismos errores de juicio sobre mis intenciones o mi posición, permíteme que concluya este manual con algunas particularidades, ya más mías, a las que remitiré cada vez que se me adjudique algo que no pienso, no he hecho, no he dicho o no siento. Perdona si algunas te parecen obvias. He descubierto que, para algunas personas, no lo son.

  • No represento a nadie más que a mi mismo. No hablo por ningún colectivo, ni lo pretendo, ni me interesaría hacerlo.
  • Nunca te diré lo que tienes que hacer. Sólo me permitiré, de vez en cuando, dar algún consejo. Eres tan libre de no seguirlos como yo lo soy de darlos.
  • Es muy improbable que te vaya a insultar. Por varios motivos: no es mi estilo, no me parece útil y ¡ni siquiera te conozco! Si te sientes insultado en algún momento, lo siento, pero es altamente improbable que esa haya sido mi intención. Cuando desee insultarte --si lo deseo en algún momento, cosa que, como ya digo, dudo mucho--, lo haré explícitamente y refiriendome a ti de manera directa.
  • No soy infalible, ni lo pretendo. Me equivoco todo el tiempo, como tú, como aquél y como el de más allá. Si me haces ver que no tengo razón y me convences, lo aceptaré sin problemas. Sería bueno que tú estuvieses dispuesto a hacer lo mismo.
  • Hablo desde mi perspectiva, que es muy limitada. Faltaría más. Como escribí alguna vez, “es importante aclarar que, dentro del reino de los cascaos, hay un gran número de especies. Yo soy un cascao debilucho, con todos los miembros, que tiene la cabecica bien, y va en silla de ruedas. Por tanto, ése es el punto de vista que vais a recibir aquí. Obviamente, cuanto más diferente sea la cascadez de la que tengo yo, menos aplicable será lo que yo diga. Por ejemplo, no tengo ni idea de la mayoría de los problemas a los que se enfrenta un autista, o un ciego. Puede haber algún punto en común con mi experiencia, pero seguro que son pocos.” Si no estoy todo el tiempo precisando “retrón debilucho, con todos los miembros, que tiene la cabecica bien, y va en silla de ruedas” y escribo simplemente “retrón”, no es porque piense que lo que digo se aplica a todo el mundo. Es por por no aburrir al personal.
  • La discapacidad es una fuente habitual de tragedias personales. Si has sufrido alguna y crees que no comparto tu pesar, es correcto. No lo puedo compartir porque no he sufrido la tragedia yo y además no te conozco. Te mando mi apoyo y mi comprensión, pero no puedes esperar que sienta lo que sientes tú. Eso es sencillamente imposible.

Cuando enuncio afirmaciones que se cumplen “en la mayoría de los casos”, o “generalmente”, no hace falta que me recuerdes que no se aplican a ciertos casos. Eso ya lo sé. Por ejemplo, no hace falta que me digas que la regla de oro que he introducido en este post no siempre es lo mejor que uno puede hacer, que hay gente mala que te puede hacer daño si no la descubres antes de tiempo, que desconfiar es prevenir, etc. Te repito, todo eso ya lo sé y, aún así, sigo pensando que “en la mayoría de los casos” funciona, y que es útil decirlo.

Mi intención es que este blog sirva para hacer cosas útiles, para aprender, para crecer, vosotros y yo. Si no aplicamos todos la regla de oro y pensamos bien de nuestro interlocutor, no haremos nada, no aprenderemos y no creceremos. Nos meteremos en el cenagal de los sentimientos heridos, de las malas interpretaciones, de la susceptibilidad y de los reproches. Nos pasaremos la vida matizando, sacando punta a las frases y dudando de las intenciones del otro. Lo cual es un error ya que, estoy convencido, la gente suele tener buenas intenciones.

Así que no me hagas perder el tiempo en circunloquios buenistas. No hagas que me la tenga que coger todo el tiempo con papel de fumar. Hazme caso. Piensa bien y acertarás.

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

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