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Adopta una farola para iluminar la vida de las chabolas de Nairobi

Adopta una farola para iluminar la vida de las chabolas de Nairobi

EFE

Nairobi —

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Cuando anochece, la vida en los barrios chabolistas de Nairobi termina y la oscuridad se adueña de las calles más pobladas de la ciudad, donde la electricidad sigue siendo un lujo. A oscuras, los ladrones y los violadores lo tienen mucho más fácil para asaltar a los vecinos de la zona.

Algo tan simple como unas farolas podría cambiar la vida de los millones de personas que viven en los suburbios, pero las limitaciones financieras de un país como Kenia sumergen en la oscuridad a la mayoría de sus habitantes.

Por eso, cárteles con el lema “Adóptame” cuelgan de las pocas farolas que hay en la ciudad, que piden a gritos ser financiadas a cambio de lucir campañas publicitarias de las grandes empresas.

Todo esto es gracias a la keniana Esther Passaris, que lleva más de diez años con el proyecto “Adopta una farola” para animar a los empresarios del país a que inviertan en el alumbrado y lograr así una mayor seguridad en las calles.

Passaris lleva años trabajando con las autoridades locales para instalar y mantener miles de farolas en la ciudad, que se financian gracias a los ingresos de sus paneles publicitarios.

Pese al éxito de esta iniciativa, que ha contado con el apoyo de grandes bancos y aerolíneas, todavía queda mucho por hacer, ya que gran parte de Nairobi sigue quedándose a oscuras pasadas las seis y media de la tarde.

Passaris centra sus esfuerzos en los suburbios, donde residen unos 3,5 millones de personas (el 60 por ciento de la población de la capital keniana), especialmente en Kibera, el mayor poblado chabolista de África, que se encuentra a escasos cinco kilómetros del centro de la capital.

A sus 48 años, esta emprendedora keniana supervisa las tareas de instalación de siete nueve mástiles de 30 metros, cada uno de los cuales iluminará un área de no menos de 90.000 metros cuadrados que proporcionan luz a más de 7.500 viviendas del barrio.

“Cada uno de estos mástiles cuesta 3,5 millones de chelines (unos 35.000 euros), porque todo el material lo importamos de Sudáfrica. Aquí no se fabrica”, explica a Efe Passaris.

Estos siete mástiles se unirán a otros catorce que su compañía ha instalado en diferentes barriadas, y que han permitido “iluminar” la vida de su gente en los últimos años.

Conscientes del cambio que provocarán en sus vidas, muchos vecinos se acercan con curiosidad y entusiasmo a observar cómo los trabajadores colocan en medio del barrio uno de los enormes postes de luz.

En las barriadas donde ya se han instalado, el día a día de los vecinos ha cambiado significativamente.

“Ahora, aunque sea de noche, la vida sigue en Kibera. Incluso los niños se quedan en la calle haciendo sus deberes. Es maravilloso”, dice orgullosa Passaris.

Además, según cuenta, “como en la mayoría de las chabolas no hay electricidad, algunos vecinos han agujereado los techos de uralita para que pueda entrar a sus casas algún rayo de luz que irradian los altos y potentes mástiles durante la noche”.

Fue en 2002 cuando Passaris se embarcó en “Adopta una farola” tras escuchar sobre un proyecto similar que se llevaba a cabo en Soweto, el gueto negro por excelencia de la Sudáfrica del “apartheid”, por lo que decidió viajar hasta allí para conocer y aprender de ellos.

Siguiendo los pasos de los sudafricanos, empezó a dirigir los ingresos publicitarios en el desarrollo de la ciudad en la que nació y que cuenta con altos índices de criminalidad debido, en gran parte, a la falta de alumbrado público.

Especialmente en los barrios chabolistas, el índice de violaciones es muy alto porque muchas mujeres son atacadas, por ejemplo, cuando salen de sus casas durante la noche para ir al baño, ya que las favelas no cuentan con retrete propio.

La falta de iluminación convierte las laberínticas calles de las barriadas en un lugar idóneo para que violadores y criminales actúen con total impunidad.

“Con luz, la gente se puede sentir segura en la calle. Sin ella es imposible”, explica a Efe el arquitecto Charles Newman, que trabaja en la ONG Iniciativa de Diseño Kounkuey en Kibera, una barriada que también carece de necesidades básicas como agua potable, drenaje o saneamiento.

“La idea es que con iluminación en las calles, la delincuencia disminuya”, insiste Newman, que precisa que el Gobierno keniano ya está tomando conciencia de la importancia del alumbrado y ha empezado a impulsar proyectos para perseguir este objetivo.

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