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“El mercado no distribuye educación. Privatizarla es profundizar en la desigualdad social”

El ministro de Educación brasileño, Aloizio Mercadante, durante su visita a España.

Prado Campos

Aloizio Mercadante es cercano y sencillo. Buen conversador y un gran defensor de los derechos sociales. El ministro de Educación brasileño está de visita en España para presentar su último libro, Brasil: De Lula a Dilma. 2003-2013 (Ed. Katz / Clave Intelectual), un recorrido reivindicativo –aunque no exento de críticas– por las políticas del PT durante la última década, que han llevado a Brasil a convertirse en un modelo de desarrollo de referencia mundial.

Con la idea de poner lo social como eje de la política, Mercadante defiende la actuación del Gobierno sudamericano en contraste con las actuaciones de España y Europa en general sobre educación pública y servicios sociales. El ministro no elude las multitudinarias protestas ciudadanas de junio pasado y asegura que la presidenta, Dilma Rousseff, ha aprendido de ellas y ha impulsado cambios que han fortalecido la participación democrática y al propio Gobierno.

El crecimiento económico de Brasil se ha convertido en un referente en esta época de crisis. ¿Cuál es la clave de esta curiosidad que su país despierta?en un referente

El aspecto más importante no es el ritmo de crecimiento, sino la calidad del desarrollo. Seguramente Brasil es uno de los países que en esta década más ha reducido las desigualdades sociales, más ha distribuido los ingresos y más políticas de inclusión social ha patrocinado. Y sigue sucediendo en plena crisis; la desigualdad se sigue reduciendo en Brasil gracias a las políticas públicas que colocaron lo social como eje económico estratégico.

La idea es que es necesario distribuir los ingresos para crecer, y crecer distribuyendo para crear un gran mercado de consumo de masas. Esto da más competitividad, y más estabilidad social y económica. Por tanto, hay una fuerte política de inclusión social por la que, más que por el crecimiento, Brasil merece ser observado. Y por otro lado, por su vitalidad democrática. En Brasil hay respeto a la libertad de prensa, independencia de poderes, libertad de manifestación y, sobre todo, una democracia con movimientos sociales y luchas sociales, como hemos visto en las protestas de junio.

Los Gobiernos de Lula da Silva y Rousseff han multiplicado las ayudas y subsidios. ¿Esta es una forma de crecimiento?

Un gran instrumento del Gobierno fue el sueldo mínimo, que reciben 29 millones de trabajadores y ha tenido un crecimiento real del 70%. También el programa Crédito Popular, que facilita el acceso a la financiación y ha servido para formar microempresas individuales y que tres millones de personas trabajen legalmente. Con el plan 'Mi casa, mi vida', se han construido 1,5 millones de habitaciones y hay 2 millones más contratadas. Es una política fuertemente subsidiaria para las familias de bajos ingresos. La mitad de las plazas universitarias públicas son para los estudiantes de bajos ingresos, negros e indígenas.

Pero quizá lo fundamental es el programa de 'Becas Familias'. Todos los brasileños tienen derecho a un mínimo ingreso de ciudadanía de 79 reales garantizado por el Estado y cuya contrapartida es colocar a los niños en la escuela y en los programas de salud. 15 millones de familias se han beneficiado de este programa, que ha reducido un 89% la extrema pobreza en Brasil. Eso es crecimiento.

En este contexto de buenos indicadores económicos y por los avances sociales que menciona, ¿les sorprendió la explosión de protestas en la calle? buenos indicadores económicos y por los avances sociales que menciona,

Siempre hay lucha social, pero en Brasil hubo un fenómeno muy específico. Comenzó con una manifestación por el transporte público en la que hubo una fortísima represión de la Policía Municipal en São Paulo. Esto generó una amplia respuesta de solidaridad. El Facebook se fue a la calle. No todos sabían por qué estaban en la calle pero lo que sí sabían es por qué no se quedaban en casa. La gente quería participar y sentirse sujeto de una lucha política social que en los últimos años no existía. El Gobierno escuchó, dirigió el proceso, se sentó a negociar. Hicimos cinco pactos. Y estamos entregando respuestas concretas. La presidenta se fortaleció. Fue una demostración de vitalidad y democracia.

En Brasil la democracia es plena, el paro es del 5,2%, hay políticas de inclusión social fuertes en educación, salud... Pero la gente quiere más, más velocidad en el cambio, más derechos. Por eso nuestro Gobierno dialogó, negoció e incorporó propuestas. Y Dilma Rousseff, su presidenta, escuchó a la calle porque viene de la calle.

¿Estos movimientos sociales evidencian el desapego de la población respecto a la política y los políticos?

Nosotros saludamos las protestas. Es positivo que la juventud reivindique y proteste. Pero dicho esto, creo –y hay un debate importante sobre este tema– que no podemos tener la protesta como única propuesta. La democracia es disenso, el partido es parte de la concepción democrática y una parte de la percepción de la sociedad. Si no tienes una organización política, ideología, liderazgo y continuidad, no cambias la sociedad con profundidad. Y nosotros lo sabemos. Yo llevo 40 años de militancia en el PT construyendo un partido. Logramos tener el primer obrero en la presidencia y ahora a la primera mujer que, además, estuvo tres años presa por luchar contra la dictadura.

Pero hay que tener un proyecto de Gobierno, no sustituir la democracia directa por la representativa, no sustituir un partido por un movimiento, sino combinar la autonomía de los movimientos con el espacio de representación política. Internet plantea una relación horizontal, flexible, instantánea y de un aparente consenso que no existe. Pero internet no sustituye a la democracia, a la lucha política, a la organización, a los partidos y a las elecciones. Hay que combinar lucha social con institucional. Ese fue nuestro camino.

Los jóvenes que salieron a la calle reclamaban más transparencia y más participación política. Una de sus propuestas fue una reforma política que el Congreso ha frenado. ¿En qué punto está?

No como debería. En Brasil hay un problema grave en la financiación de las campañas. Queremos que sea solo pública, pero no tenemos suficiente fuerza en el Congreso. Por tanto, las próximas elecciones [de 2014] serán con las mismas reglas que la últimas, unas reglas que han creado todo tipo de problemas de financiación y cajas B. Sí he conseguido, en el tercer intento, que el Congreso apruebe que los royalties del petróleo se destinen un 75% a educación y un 25% a sanidad.

El presupuesto en Educación ha subido más del 200% en los años de Gobierno del PT, pero persisten graves problemas como las altas tasas de absentismo o analfabetización. ¿La inversión es la clave en educación?

En el último estudio de la OCDE, somos el país que más invierte en educación en proporción a su presupuesto público, un 18,15%, pero tenemos un PIB per cápita que es un tercio de la promedio de la OCDE. Entonces, a pesar de ser el Estado que más esfuerzos hace, la inversión por estudiante está en 2.400 dólares mientras que la media de la OCDE es de 9.000 dólares. Por tanto, tenemos que hacer una mejor gestión para hacer más con menos. El gran cambio se notará en 30 o 40 años.

Es cierto que tenemos un gran atraso histórico pero también una evolución muy acelerada. Por ejemplo, en el informe PISA éramos unos de los últimos países y ahora estamos más o menos en la media, pero somos el tercer país que más ha evolucionado en el último informe. El próximo sale el 3 de diciembre. Y me comprometo contigo: si bajamos, haré una autocrítica pública. Yo quiero más velocidad de cambio y evolución. Nuestra fotografía no es buena pero la película sí lo es. El cambio esta ahí, está ocurriendo.

¿La educación es la clave para ser un país competitivo?

Nosotros estamos casi con pleno empleo [la tasa de paro es del 5,2%] y en España es del 20%. Aquí están desempleando, reduciendo sueldos y derechos sociales con la excusa de ganar competitividad. Nosotros no queremos este camino.

Tenemos un problema de competitividad, pero hemos aumentando el empleo y los ingresos y redujimos los impuestos sobre los salarios y la energía. Hemos hecho un fuerte programa de inversión en infraestructuras y dado absoluta prioridad a la educación, especialmente a la enseñanza técnica profesional y a la enseñanza universitaria, con becas gratis para 1,2 millones de estudiantes y un 200% más de plazas en la universidad pública.

Nuestra experiencia es que las políticas ortodoxas y recesivas no puedan llevar a un crecimiento sostenido en el futuro. Al romper con ellas, Brasil encontró la trayectoria del crecimiento y de reducción de desigualdades. Estamos menos por una tradición neoliberal de mercado y más por políticas de estímulo a la demanda agregada y anticíclicas para solucionar los problemas de la crisis.

¿La participación del sector privado puede ayudar a universalizar o mejorar la educación?

El mercado no distribuye educación. Privatizarla es profundizar en la desigualdad social. Una desigualdad que empieza en la familia, con el nacimiento, y que puede ser reducida gracias a la educación. Por tanto, la educación pública es una condición indispensable para una sociedad con menos desigualdades, más distribución de los ingresos y más oportunidades para todos.

El PT ha recibido un buen golpe con la condena a varios líderes del partido por corrupción por el 'caso mensalão'

El mensalão viene de 2005 y no hay ningún dirigente del PT en este proceso que tenga cualquier indicio de un beneficio personal. Sí hubo dirigentes involucrados con la caja B en las campañas electorales. El PT siempre fue muy exigente con los demás y es bueno para la democracia que lo sea también consigo. El Gobierno cree firmemente que hay que cambiar las prácticas políticas electorales en Brasil.

¿En estos diez años de Gobiernos de Lula y Rousseff, cuál ha sido el mayor logro?

Yo dije esto hace diez años en una entrevista aquí en España: que la desigualdad y la inclusión social eran la prioridad histórica. Los cambios seguramente no se han dado con la intensidad que muchos imaginaban, pero fueron profundos y somos uno de los países que más ha reducido las desigualdades sociales. Creo que Brasil no será el mismo después de este Gobierno.

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