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El Cairo escapa del coronavirus en cometa

Cada tarde, poco antes de que se ponga el sol, miles de cometas ocupan su lugar en el cielo de El Cairo y se reflejan en las aguas del Nilo. Con ellas viajan personas que han encontrado su propia forma de escapar de la pandemia sin salir de casa.

EFE

El Cairo —

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Cada tarde, poco antes de que se ponga el sol, miles de cometas ocupan su lugar en el cielo de El Cairo y se reflejan en las aguas del Nilo. Con ellas viajan personas que han encontrado su propia forma de escapar de la pandemia sin salir de casa.

Como cada atardecer desde el estallido de la COVID-19 en Egipto, Shemi Ezza, de 20 años, levanta la cometa que compró por 80 libras egipcias (unos 5 dólares) para que se reúna con el resto.

El papalote hecho con bolsas de plástico y palos de madera se eleva sobre las aguas del Nilo desde lo alto del puente de la Universidad de El Cairo, en el corazón de la capital egipcia, y abajo el joven encuentra el descanso tras 12 horas de trabajo en su taller de reparación de coches.

“El virus no solo ha afectado al trabajo, también a la libertad, porque no tengo dinero y, sin dinero, nada es fácil”, asegura Ezza a Efe.

“Me divierto cuando la cometa está en el aire, volando libre. Me siento como ella. Sin ella no lo soy porque la vida es difícil”, lamenta mientras su cometa se pierde en una nebulosa de otros artefactos voladores que cubren el ancho del Nilo desde el cielo.

DE SALAH A LEÓNIDAS

Entre el enjambre de cometas las hay de todas las formas, colores y decoraciones, incluso hay algunas equipadas con luces en sus ejes para que sean más vistosas tras la puesta de sol.

Yaser Abdelnabi tiene tres cometas que ha diseñado él: una con la cara de la estrella egipcia del Liverpool Mohamed Salah, otra con un dibujo del terrorífico muñeco Chucky y, la última, con el personaje Leónidas de la película “300”.

Cuenta a Efe que era un aficionado a las cometas de pequeño y ahora, a sus 24 años, ha recuperado el hobby porque el confinamiento ha obligado a cerrar todas las cafeterías en las que se veía con sus amigos. Ahora se reúnen para hablar mientras sus cometas se entrelazan.

“A veces competimos entre nosotros para ver si podemos cazar la cometa del otro y hacerla caer”, dice entre risas desde el mismo puente, pero advierte de que antes “se debe llegar a un acuerdo” para que el otro no se enfade.

Mohamed el Bawi es conductor de Uber y, en su tiempo libre, especialista en “cazar” otras cometas. Por eso la suya se llama “Number 1” y tiene dibujada una mano haciendo la peineta, algo que asegura que es “de cachondeo”.

La fabricó él mismo juntando cuatro cañas de bambú que sirven como estructura principal y luego las envolvió con bolsas de plástico pegadas con cinta adhesiva. Cada ángulo de la cometa va atado a una cuerda y de ahí cuelga el hilo de más de 60 metros que sirve para controlar la dirección del artefacto.

EL CONTROL DE TODO

“Cuando la cometa está en el aire siento placer. Es como tener el control de todo”, dice a Efe.

En un instante, la “Number 1” consigue entrelazarse con otra y Mohamed tira rápidamente de la cuerda para arrastrar el artefacto de su amigo hasta el puente. Su compañero reconoce la derrota y todo son risas.

Mohamed y sus amigos han ido expresamente desde el barrio popular en el que viven hasta el puente solo para momentos de alegría como este. En su zona “no se puede porque hay muchos edificios y tráfico”, asegura.

Poco después, todas las personas que se encuentran en el puente se afanan en recoger sus cometas cuando oyen las sirenas de una patrulla de policía, que les obliga a abandonar el lugar por no respetar la distancia de seguridad entre ellos.

Pero Mohamed apura un poco más para dar sus últimos trombos con “Number 1”, la cometa que, a sus 27 años le ha devuelto la ilusión en tiempos convulsos.

“Cuando éramos niños jugábamos mucho, crecimos y continuamos jugando y cuando seamos viejos seguiremos jugando”, sentencia.

Carles Grau

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