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Contagio cero, objetivo de la nueva Unidad de Aislamiento del Carlos III

Contagio cero, objetivo de la nueva Unidad de Aislamiento del Carlos III

EFE

Madrid —

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El Hospital Universitario La Paz-Carlos III estrena Unidad de Aislamiento de Alto Nivel. No es nueva, es la misma en la que se atendieron tres casos de ébola, pero sometida a una remodelación que la hace más segura y cuyo objetivo es evitar que se produzcan contagios como el de la auxiliar Teresa Romero.

Ello a pesar de que “el riesgo cero nunca existe”, ha señalado el doctor José Ramón Arribas, coordinador de esta unidad, destinada a la atención de pacientes con enfermedades infecciosas transmisibles, de alta letalidad, como el ébola, la fiebre de Lassa o coronavirus, que suponen un riesgo para la salud pública y la seguridad de los profesionales sanitarios.

Durante los tres meses de 2014 que dos misioneros repatriados de África y Teresa Romero fueron atendidos en las antiguas instalaciones, más de 260 trabajadores estuvieron en contacto con ellos durante 762 veces y, aunque “tuvimos la desgracia de tener un contagio”, el protocolo general funcionó, asegura el coordinador.

No obstante, “un contagio es inaceptable”, ha reconocido el doctor Arribas, por lo que el objetivo es “intentar tener cero”.

Cuando se le pregunta si se podría haber evitado el contagio de Romero con la nueva estructura, Arribas responde: “Es difícil de decir. Es posible”.

La palabra clave de esta unidad de alto nivel es “contención”. Está diseñada para que “ningún agente infeccioso se pueda escapar de estas paredes”, ha señalado.

La otra unidad también era segura, pero ahora se ha ganado en espacio y automatismo (apertura de puertas, encendido de luces y activación de la voz), ha señalado el doctor Fernando de la Calle, de la unidad de Medicina Tropical del Carlos III y uno de los médicos que trató a los pacientes de ébola.

Aunque ha reconocido que las instalaciones son muy importantes, ha subrayado que “el aval que tiene esta unidad es la experiencia que pocos países en el mundo tienen”: la atención de tres casos de ébola y de catorce pacientes en investigación.

Con la remodelación se han ampliado las instalaciones con dos nuevas habitaciones y un laboratorio, que cumplen los criterios de aislamiento de alto nivel.

Toda la atención que ofrecen los 88 sanitarios que forman parte de la unidad está protocolizada y están sometidos a un proceso de entrenamiento “riguroso” (cinco al año), fundamentalmente en la puesta y retirada de los equipos de protección individual (EPI).

Según ha explicado el doctor Arribas, las habitaciones se basan en lo que se denomina “circuito limpio-sucio”, en el que la actividad del sanitario y el paciente está totalmente monitorizada mediante un sistema de vídeo-audio, que permite “un control preciso” de lo que está ocurriendo tanto en ellas como en las esclusas de entrada y salida.

A través de la “esclusa de limpio”, el trabajador entra en la habitación, que tiene presión negativa, de tal forma que el flujo del aire va siempre de fuera a dentro “y nada se escapa”.

El sanitario abandona la habitación por “una esclusa de sucio”, donde se realiza la retirada del EPI, una tarea siempre controlada por una figura que se llama “recurso preventivo”, que vela por su seguridad.

Antes de salir de la habitación, el profesional se desprende del tercer guante y del segundo par de perneras, que es lo que más contaminado, y los deja dentro en un contenedor. En la esclusa de salida se retira el resto del traje, después de pasar por una ducha que utiliza un desinfectante específico llamado 'vircon'.

En una situación crítica del paciente, los profesionales pueden entrar en la habitación hasta cinco veces al día, por lo que muchas veces los equipos se solapan; cuando aun no ha terminado el proceso de retirada del traje ya está otro dentro, ha explicado Vanesa Sánchez, supervisora de enfermería.

Existen dos tipos de EPI. El normal, cuyo principal problema es el calor que debe soportar el profesional (hasta 40 grados), por lo que solo es aconsejable para tareas que no superen los 20 o 30 minutos.

En esta unidad se utilizan también IPE autoventilados, más confortables al disponer de un motor que suministra aire y que permiten estar más tiempo en contacto con el paciente.

Entre las dos nuevas habitaciones se ha construido un laboratorio que permite hacer las analíticas de hematología o bioquímica que requieran los pacientes. Para otros análisis se acude al Centro Nacional de Microbiología.

La unidad está separada físicamente del hospital, de tal forma que el paciente accede por una puerta diferente a la entrada general y utiliza unos ascensores de uso exclusivo, que se bloquean “completamente”.

La última vez que la unidad se activó fue hace unos 15 días por una sospecha de enfermedad de Lassa (fiebre hemorrágica), que afortunadamente no se confirmó.

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