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Cooperativas argentinas para tender puentes a los más afectados por la crisis

Fotografía este lunes de una villa de la ciudad de Buenos Aires (Argentina).

EFE

Buenos Aires —

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La Red Puentes ha visto su trabajo multiplicado desde que a finales del pasado agosto se recrudeció la crisis en Argentina, donde brindan comida y todo tipo de asistencia a personas sin casa y con problemas de adicción, un mal cada vez más extendido en el país.

En Argentina más de un tercio de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, una estadística que se eleva al 50 % para los niños, y según un censo realizado por diversas organizaciones sociales más de 7.200 personas viven en la calle en la ciudad de Buenos Aires, de los cuales más de 800 son niños.

Con este contexto cobra gran importancia la labor de entidades como esta cooperativa, que desde hace ocho años ofrece comida y asistencia social a indigentes en los más de 20 hogares que tiene en todo el país.

En una de estas casas, ubicada en el barrio de Flores, a escasos metros de la villa 1-11-14 (una de las más grandes de Buenos Aires), acuden de lunes a viernes unas 20 personas a participar de la “convivencia”, que incluye tres comidas (desayuno, comida y merienda), talleres y un espacio para compartir vivencias y pensamientos.

“Se hace un testeo territorial y lo que se propone es que todas las personas que estén en una situación de consumo o teniendo algún tipo de situación de calle, que no tenga un lugar donde buscar comida, se acerquen a la casa y lo que propone la casa es una convivencia para un tratamiento”, aseguró a Efe Marian López, responsable del centro y una de las muchas trabajadoras sociales que junto a psicólogos y todo tipo de profesionales integran la cooperativa.

La casa abre sus puertas de lunes a viernes de nueve de la mañana a seis de la tarde, aunque “en el caso de que la persona necesite” se ofrece una cena para llevar y se organizan actividades para que puedan hacer en el fin de semana.

Los alimentos que emplean los reciben a través de donaciones que realizan los comedores sociales de la zona, lo que contribuye a que “cada casa se solvente con el territorio que tiene cerca”.

La pobreza tiene múltiples aristas que se traducen desde problemas más evidentes, como escasez alimentaria o indigencia, a otros más subyacentes como el aumento de la drogadicción y la proliferación de nuevas sustancias a precios cada vez más bajos para atraer a una clase social de ingresos casi nulos.

“Es una cuestión de clase, los ricos consumen la (droga) rica y para los pobres queda la resina”, agregó López, quien desde hace casi dos años trabaja incansablemente en una casa que ha visto aumentada su afluencia desde las cinco personas con las que empezaron a trabajar hasta casi 30.

En las zonas más populares se encuentran principalmente con lo que llaman “drogas de exterminio”, y principalmente son el alcohol, la cocaína y la pasta base (restos de cocaína).

El consumo de estas sustancias se produce en edades cada vez más tempranas, sobretodo ligado al concepto de “supervivencia” que atraviesa la gente sin hogar, aumentando lo que en la organización conocen como “línea de consumo”, un mecanismo que lleva a los más jóvenes a trabajar como “soldaditos” de traficantes que pagan en especie a sus jóvenes consumidores.

La Red Puentes ofrece un tratamiento más inclusivo que los métodos tradicionales, en el que evitan cualquier tipo de “estigmatización” y se ofrecen terapias individuales que respetan que “cada persona tiene una historia distinta”.

Su funcionamiento se basa en el conocimiento del terreno, en el que buscan a personas que puedan necesitar su ayuda y las invitan a la casa, en la que pueden integrarse a las actividades que deseen.

El comedor y las terapias grupales son las más frecuentadas, mientras que otras generan más resistencia como talleres de teatro o danza, ya que incluyen contacto físico y pueden vulnerar la coraza de una gente que en muchas ocasiones presenta problemas para confiar en los demás.

Esta cooperativa es una de la muchas organizaciones sociales que cada día luchan para combatir la pobreza en un país que vive tan pendiente de los indicadores económicos que puede llegar a olvidar una problemática que cada vez es más latente en las calles del país.

“A nosotros nos estallan las casas”, concluye López.

Aitor Pereira

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