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España creará una estrategia nacional de pesca de basuras ante la avalancha de desperdicios que llega al mar

Tortuga enredada en artes de pesca.

Raúl Rejón

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El “imparable aumento” de las basuras que llegan al mar ha hecho que España deba crear una estrategia nacional específica para eliminar residuos del agua y paliar los impactos que causan en los ecosistemas. El Gobierno acaba de sacar a concurso los trabajos para desarrollar un esquema nacional de pesca y crear un protocolo para retirar artes de pesca abandonadas.

“Las basuras marinas constituyen uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos en la actualidad”, admiten los técnicos de Transición Ecológica encargados de diseñar los trabajos previos de la estrategia. Además de los daños ambientales, la ingente cantidad de residuos causa perjuicios económicos para la pesca, la navegación y el turismo, explican. También para la salud, abundan los técnicos “por la ingestión directa de animales contaminados”.

“La prevención es lo más sostenible a largo plazo, pero hemos visto que ciertas acciones inmediatas sí merecen la pena”, dicen en la dirección de Sostenibilidad de la Costa y el Mar. Acciones como la pesca. En España se han realizado campañas de  retirada de basuras marinas aunque “a escala muy local”, explican en el Ministerio.

Teniendo en cuenta que los desechos se han extendido por todas las demarcaciones marinas, la idea es que haya un documento maestro que marque unos criterios que guíen cualquier nuevo esquema de pesca de basura que pueda realizarse de manera que se “asegure la coherencia de las metodologías utilizadas y los datos recogidos”, explicita el documento que describe la medida. 

El protocolo planea implicar a la flota pesquera porque los buques se encuentran muchas veces basura mientras faenan y la práctica habitual ha sido tradicionalmente “volver a tirar la basura al mar”. La estrategia intentará que esos barcos se queden con los desechos para llevarlos a tierra. Incluso intentar devolverles cierta utilidad en un esquema de economía circular.

La pesca de basuras puede actuar, con todo, sobre la punta del iceberg del problema de los residuos acumulados en el océano: la basura flotante supone alrededor de un 15% de todo lo que termina en el mar. Otro 15% está en la columna de agua y el 70%  restante en los fondos, según el Programa de Medio Ambiente de la ONU. La inmensa mayoría es material plástico.

Greenpeace calcula que solo el 9% de todo el plástico producido ha sido reciclado. El 79% acaba en vertederos o tirados en el medio ambiente, asegura la organización. Una vez abandonados, una buena parte emprende un viaje que termina, casi irremediablemente, en el mar.

España, como país peninsular e insular, padece esta contaminación. Greenpeace concluye que “el 80% de los residuos que encontramos en el mar provienen de tierra adentro”. Unos ocho millones de toneladas de basura al año acaban vertidos en los océanos. Las costas españolas atestiguan el agravamiento del problema ya que la cantidad de desperdicios de plástico en las playas creció un 65% en seis años, según el último balance del Programa de Seguimiento de Basuras Marinas del Ministerio de Transición Ecológica.

La propia naturaleza del plástico hace que la basura permanezca en el mar un tiempo muy prolongado. Una botella se alarga 500 años, los cubiertos de plástico 400, un vasito 70 años, y hasta las colillas duran un lustro. Eso hace que, al aguantar tanto, se hayan encontrado restos a 10.000 metros de profundidad. Una expedición científica halló el año pasado en el fondo de la fosa de las Marianas –en el abismo Challenger– una bolsa de plástico y envoltorios de caramelos. Los ecologistas aseguran que cerca de un millón de aves y 100.000 mamíferos mueren al año por los plásticos.  

Redes fantasma: pescan tras ser abandonadas

Al mismo tiempo que se dibujan las directrices para eliminar desperdicios superficiales de las aguas litorales, el Gobierno quiere que se diseñe un protocolo para eliminar las redes de pesca que se quedan abandonadas en el mar. Las llamadas “artes fantasma” permanecen mucho tiempo realizando “pesca activa” después de perderse.

Las redes abandonadas provocan enredos con la fauna marina y otros daños en los fondos marinos. Alrededor del 6% de las redes, el 7% de las trampas subacuáticas y hasta el 29% de las líneas de pesca utilizadas en el sector pesquero se pierden en el mar, según calculó la Agencia de Investigacion Científica australiana el año pasado.

Los enredos no son una cuestión menor. “Es un problema global que causa la muerte de cientos de miles de mamíferos y tortugas cada año”, explica la Agencia Nacional Oceánica y Atmosférica de EEUU (NOAA). Los animales enredados perecen por ahogamiento o inanición además de padecer heridas, infecciones e, incluso, ser incapaces de evitar el choque con buques, describe la NOAA. 

España es la primera potencia pesquera de la Unión Europea. El 95% de la flota opera en aguas españolas. En el caladero nacional faenaron unas 7.600 embarcaciones en 2018, según los datos del Ministerio de Agricultura y Pesca. Las más numerosa es la del Cantábrico y Noroeste seguida por la del Mediterráneo. En menor escala están la del Golfo de Cádiz y las Islas Canarias. Esa es la dimensión del sector que pesca en las aguas alrededor de la península ibérica y las islas.

Aunque también se han desarrollado algunas experiencias en la retirada de redes, la situación ha hecho preciso crear un protocolo para abordar el problema. Un protocolo que permita “identificar y localizar las artes de pesca perdidas o abandonadas, evaluar su potencial impacto sobre hábitats y especies y, por último, decidir sobre su retirada, sin presuponer en ningún caso, que ésta pueda ser realizada por personal voluntario o particular”. 

La cuestión es que se han detectado casos en los que personas, sobre todo, submarinistas, al encontrar redes o líneas de pesca en el fondo marino, las han sacado “con buena voluntad, pero provocando más daño que beneficio”, aclaran en el Ministerio de Transición Ecológica. Al arrancarlas, se han llevado consigo corales y otras especies de alta protección.

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