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Erradicar el ébola en la RDC continúa siendo un desafío dos meses después

Erradicar el ébola en la RDC continúa siendo un desafío dos meses después

EFE

Kinshasa —

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El control del brote de ébola en el noreste de la República Democrática del Congo (RDC), que cumple hoy dos meses, se ha resentido por el rechazo de algunas comunidades a recibir tratamiento y por la violencia imperante en la zona.

“Si comparamos el desarrollo de esta última epidemia con la del pasado mayo en la provincia de Ecuador (noroeste de la RDC), fuimos entonces más rápidos en disminuir el rechazo comunitario que ahora”, detalló hoy a Efe el portavoz en este país del Fondo de la ONU para la Infancia (Unicef), Yves Willemot.

Por ello, las labores de comunicación y sensibilización se han vuelto esenciales, abarcando esferas cruciales como escuelas, donde tanto profesores -unos 70.000, según Unicef- como alumnos aprenden a identificar los síntomas de este virus y llevan ese aprendizaje a sus hogares.

Además, desde hace unas semanas, los equipos de sensibilización incluyen también a supervivientes del ébola, quienes demuestran a líderes locales y otros a enfermos que se puede superar esta enfermedad si se es tratado a tiempo.

Otro de los factores principales por los que este brote -que ha causado más de 100 muertos probables- continúa siendo un desafío es la presencia de milicias armadas en las áreas afectadas, lo que provoca un flujo constante de decenas de miles de desplazados que huyen de la violencia, pese a que podrían haber sido contagiados.

Los ataques constantes tanto en la provincia de Ituri como en la de Kivu del Norte, principalmente en la ciudad de Beni -epicentro de esta epidemia en la región-, han obligado a las autoridades sanitarias a paralizar la respuesta al ébola en repetidas ocasiones.

Se estima que más de un millón de personas están desplazadas en Kivu del Norte y que otro medio millón ha tenido que abandonar sus hogares en 2018, 13.000 de ellas en agosto, según el Alto comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ascendió este viernes a “muy elevado” el riesgo de contagio de esta epidemia “a nivel regional y nacional”, como consecuencia de los intercambios comerciales entre las naciones colindantes y el continuo movimiento de personas.

“Se trata de una área mayor que la del pasado brote en la provincia de Ecuador, y que además delimita con países como Uganda, Sudán del Sur y Ruanda; por lo que el riesgo potencial de contagio es obviamente mayor”, reconoció Willemot.

En estos dos meses, las labores de sensibilización, apoyo psico-social y nutricional, así como el establecimiento de unidades de lavado de manos y de control de entrada a las áreas afectadas -donde se han hecho pruebas de temperatura corporal a unos cinco millones de personas- han sido vitales.

“Desde un punto de vista psicológico, preguntar a los enfermos qué les gustaría comer les da fuerzas para su recuperación, matizó Willemot en relación a labores de nutrición.

“Cuando son capaces de alimentarse y mantener esa comida en su estómago -agregó-, saben que pueden sobrevivir”.

El Ministerio de Sanidad congoleño cifra el número de muertes probables en 104, de las que 72 han dado positivo en laboratorio, según datos oficiales de este sábado.

Los contagios suman 159 personas infectadas, un número que se desglosa en 127 confirmados y 32 probables.

Desde el pasado 8 de agosto, casi 13.000 personas han sido inoculadas, en su mayoría, en las ciudades de Mabalako, Beni, Mandima, Katwa y Butembo y, según la OMS, se han definido más de 60 anillos de vacunación.

Se trata del segundo brote declarado en 2018 -tan solo ocho días después de que el ministro de Sanidad, Oly Ilunga, proclamase el fin de la anterior epidemia- y el peor de la última década en la República Democrática del Congo.

El virus del ébola se transmite a través del contacto directo con la sangre y los fluidos corporales contaminados, transmite fiebre hemorrágica y puede llegar a alcanzar una tasa de mortalidad del 90 % si no es tratado a tiempo.

El brote más devastador a nivel global fue declarado en marzo de 2014, con casos que se remontan a diciembre de 2013 en Guinea Conakry, país del que se expandió intensamente a Sierra Leona y Liberia.

Casi dos años después, en enero de 2016, la OMS declaró el fin de esta epidemia, en la que murieron 11.300 personas y más de 28.500 fueron contagiadas, cifras que, según esta agencia de la ONU, podrían ser conservadoras.

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