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Escribí mi TFM en ocho días, pero el proceso de investigación duró meses

Imagen de archivo de un aula de una universidad madrileña

Cristina Armunia Berges

Esta mañana, por pura curiosidad, he calculado cuánto me costaría encontrar una copia digital de mi TFM. En la barra de búsqueda de mi correo electrónico he puesto dos palabras: 'TFM' y 'espartanos'. En menos de 10 segundos tenía una copia del trabajo que realicé y defendí en el año 2012, que recuerdo como un momento duro y emocionante.

También he encontrado diferentes conversaciones con mi profesor, David Caldevilla Domínguez, varias pruebas de la presentación en power point –que tengo que decir me quedó un poco infantil– y otros documentos que muestran cómo fue el desarrollo del trabajo de 80 páginas. También me he encontrado con varios correos en los que le explicaba a otros profesores de la Universidad Complutense de Madrid cuál era mi idea para escribir mi TFM y muchas ideas que me mandé a mí misma para que no se me olvidase incluirlas en algún punto de mi trabajo.

Escribir y defender un TFM no es un proceso fácil. Lo primero que hay que tener es una idea, después hay que vestirla con frases como “traducción intersemiótica” o “según Heródoto” y, finalmente, proponérsela a un profesor y que acceda a dirigirte el trabajo. Lo normal es que los profesores de tu propio máster no te pongan muchos impedimentos y decidan orientarte en el proceso. Pero la verdad es que hay que andar detrás de ellos para que te corrijan, te dejen libros y te enseñen a citar. Citar con estilo APA o citar con estilo Harvard, esa es la cuestión.

Desde el momento en el que comenzamos el máster, nos fueron entrenando para saber cómo escribir un trabajo de investigación. Nos presionaban desde el primer día para que tuviéramos clara una idea y para que fuéramos a la biblioteca a por libros. Hay que pasarse muchas horas leyendo y muchas más tomando apuntes y notas que luego hay que poner en orden. No podría dar una cantidad exacta de todas las horas que dediqué a ese trabajo, pero desde luego que fue un año en el que una de mis mayores preocupaciones fue mi máster y el trabajo final.

Por no hablar de los trabajos en grupo. Hice muchísimos, uno sobre Tim Berners Lee que me salió fatal. Jamás lo olvidaré.

En mi caso, no fue sencillo encontrar profesor. Aunque la idea la tenía totalmente clara –quería hablar del colonialismo cultural que exporta Hollywood en filmes como la de '300' (película que he visto unas 40 veces)– tuve que cambiarme de profesor un mes antes de la defensa de mi TFM. El profesor que me habían medio asignado no quedó conmigo en todo el verano, por lo que tuve que pedir a la dirección de mi máster, Investigación en Periodismo: Discurso y Comunicación, que me asignase otro tutor. Si no llegaba a la convocatoria de septiembre (era finales de agosto), iba a tener que volver matricularme y cada crédito me iba a costar unos 100 euros. Mi TFM era de 12 créditos. Quería llorar.

Entonces me asignaron a Caldevilla, le dije que tenía hecho el trabajo de análisis de los diferentes textos narrativos y audiovisuales que relatan la historia de los 300 espartanos (un rollo macabeo), pero que no tenía casi nada escrito. Tenía algo así como diez días para presentarlo. Mi profesor me dijo: “Es muy simple, escribe 10 páginas cada día, me las vas pasando y lo tenemos listo en una semana”. Escribí mi TFM en ocho días, pero todo el proceso de investigación duró meses.

Desde entonces y hasta hoy, mantengo el contacto con este profesor. La relación que estableces con tu director de TFM no se olvida con facilidad porque intercambias un montón de correos electrónicos y cafés.

Recuerdo aquellas últimas semanas como un momento durísimo porque, al mismo tiempo, era becaria en la web de la Cadena SER. Así que, todos los días, según salía por las puertas de la emisora, echaba a correr por la Gran Vía y me iba a casa. En la SER trabajaba más o menos cinco horas cada día, mi posición era mucho menos exigente que la de Cristina Cifuentes por aquel entonces, pero fue horrible terminar de escribir aquel TFM. El día 4 de septiembre de 2012 tenía escritas 38 páginas y el día 9 ya tenía 80. Me acababa de ahorrar unos 1.000 euros.

A mediados de ese mes, no recuerdo el día, defendí mi TFM titulado 'Las distintas caras de la historia de los 300 espartanos: Heródoto, Miller y Snyder' (suena aburrido, pero le metí bastantes vídeos a la presentación). Obtuve un sobresaliente y una propuesta para hacer un doctorado con la misma vía de investigación que defendí el verano pasado. Pero esa ya es otra historia.

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