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El G20 y el dilema de cómo ayudar a países pobres contra el cambio climático

El G20 y el dilema de cómo ayudar a los países pobres contra el cambio climático

EFE

Buenos Aires —

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Los efectos del cambio climático cada vez son más visibles a través de inundaciones, sequías o deshielos. Para Argentina -presidenta este año del G20- y la ONU, esta lucha contra reloj concluirá con un balance positivo solo si trabajan los que más pueden por los que más lo necesitan.

Tanto el país austral como la ONU y el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) -especializado en realizar informes científicos- coincidieron esta semana en Buenos Aires en defender la importancia de una lucha compartida contra el cambio climático, ya que su campo de actuación “no tiene fronteras”.

Las medidas que se deben aplicar son de “mitigación” de los efectos y de “adaptación” para aquellos afectados por los cambios que puedan ocurrir por el calentamiento.

Tener la capacidad de reaccionar, sin embargo, no es posible para todos y, por ello, las regiones que tengan más recursos económicos deberían ayudar a aquellos en dificultades, defendieron la ONU y el IPCC junto a Argentina, que guiará este año en sus negociaciones a los 20 países desarrollados o en desarrollo más influyentes del mundo.

Entre las dificultades que pueden enfrentar los países afectados por el cambio climático está la llegada de nuevas enfermedades, sequías, inundaciones o la subida del nivel del mar, lo que puede generar un aumento de los “refugiados climáticos”, un término que aunque todavía no ha sido reconocido en los acuerdos internacionales sí que es un fenómeno registrado.

“Entre 300 y 400 millones de personas viven a nivel del mar”, recordó el secretario ejecutivo adjunto de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), Ovais Sarmad, lo que puede generar situaciones como la que vive la República de Kiribati, en el océano Pacífico, que cada año ve cómo se hunden sus tierras.

Sarmad; el vicepresidente del IPCC, Youba Sokona; y el ministro de Ambiente argentino, Sergio Bergman; se reunieron esta semana en un encuentro del T20 -los laboratorios de ideas del G20- para analizar el cambio climático desde el punto de vista de la defensa nacional de cada país y recordaron lo que le pasa a Argentina, que sufre inundaciones y críticos deshielos en sus glaciares.

En declaraciones a los medios, Sokona hizo hincapié en que el desarrollo sustentable de los países es posible pero hace falta energía respetuosa con el medio ambiente con la que alimentar ese cambio y para ello hace falta una potente financiación previa para cambiar el sistema de producción energética.

“Tenemos que encontrar un mecanismo para que esos países tengan acceso a ese equipamiento”, insistió.

El cambio en la matriz energética de los países debe ir acompañado de un cambio de mentalidad de los ciudadanos y de una mayor transparencia de los gobiernos a la hora de hablar de sus emisiones.

Hay que “mostrar de manera transparente lo que se está haciendo y la cantidad de emisiones para generar confianza. Se deberían presentar informes sinceros para generar un nuevo estándar”, alegó Sarmad.

Para mostrar su apoyo a este cambio de paradigma, cerca de 200 países firmaron en 2015 el Acuerdo de París, un pacto de gran acogida incluso después de que Estados Unidos anunciara que quiere retirarse.

Sin embargo, para Sarmad esta iniciativa no ve sus frutos ya que el acuerdo se quedó en palabras y no llegaron a pautar de qué manera deben los países reducir sus emisiones.

Por ello, muchos ven en la próxima cumbre de Jefes de Gobierno del G20, que será del 30 de noviembre al 1 de diciembre, el lugar para que los países declaren de manera conjunta las medidas que volverán operativo este pacto histórico.

Argentina tendrá un papel protagonista en esta ocasión, ya que es el primer país sudamericano que tiene tal cargo en el G20.

Su objetivo, como ya han transmitido en más de una ocasión, es precisamente lograr que estas potencias internacionales tengan en cuenta los intereses de los países de la región, en su mayoría más desfavorecidos.

El ministro de Ambiente argentino, Sergio Bergman, no dudó el pasado martes al afirmar que “todavía está por verse si el G20 es un club de privilegiados o líderes” que puedan guiar a los que no están entre ellos.

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