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Íñigo Méndez de Vigo, un año de pequeñas concesiones pero ni un paso atrás con la LOMCE

Méndez de Vigo, en una visita en junio a un mercado de Madrid con motivo del Día Mundial de la Tapa.

Daniel Sánchez Caballero

Julio del año pasado. Íñigo Méndez de Vigo estrena cargo como nuevo ministro de Educación ofreciendo “diálogo y consenso” por doquier y entre anuncios de rectificación de las políticas de su antecesor. La comunidad educativa sonríe. En un panorama de confrontación con todos los sectores de la educación, la llegada de Méndez de Vigo hace atisbar mejores tiempos que con el anterior titular, José Ignacio Wert.

Pero trece meses después las esperanzas se han disipado. La aprobación de manera unilateral, a principios de mes, del Real Decreto que regula las llamadas reválidas de 4º de la ESO y 2º de Bachillerato ha supuesto la culminación de un año de pequeñas concesiones en lo menos importante pero una línea continuista en los asuntos educativos clave articulados en torno a la nueva ley.

La LOMCE sigue adelante. Más aún, ha concluido su desarrollo normativo fundamental. Este septiembre, ya educará a todos los alumnos de la etapa obligatoria y postobligatoria preuniversitaria.

“Más allá del buen talante, no ha habido nada concreto. No hemos negociado nada con el ministro, ha seguido imperturbable el camino previsto”, asegura Francisco García, secretario general de la federación de Enseñanza de CCOO. Como miembro de la mesa sectorial, García sabe de lo que habla. Este organismo, compuesto por los principales sindicatos del sector y el Ministerio, en el que se deberían debatir las políticas educativas, lleva meses sin reunirse siquiera, como confirma Nicolás Fernández, presidente de ANPE.

Ni mesa ni conferencia sectorial

“Llevamos muchos años en que la Mesa no funciona”, sostiene Fernández, “pero ni ahora ni con Wert ni con Gabilondo, aunque con este último hablábamos de manera informal”, matiza. “Hay dos elementos imprescindibles para el diálogo educativo: la conferencia sectorial –que junta a las comunidades autónomas con el Gobierno– y la mesa sectorial. Hay mucho déficit de negociación”, razona.

La conferencia sectorial es, precisamente, uno de los motivos que esgrime María Luz Martínez, portavoz adjunta de Educación en el Congreso del PSOE, para remarcar la falta de diálogo que han padecido con Méndez de Vigo. “Todas las comunidades le han pedido que la convoque para hablar de las [recientemente aprobadas] reválidas, pero no han logrado que las reciba ni que haya diálogo”, asegura.

Para Martínez, el ministro “es un bienqueda, un experto en relaciones públicas, pero no ha variado las políticas en absoluto. Es agradable en el trato pero muy duro”, sostiene. La socialista concede a Méndez de Vigo que ha modificado “mínimamente” la reválida de sexto de Primaria como lo “único” en lo que ha dado un poco su brazo a torcer.

“Un decreto se cambia con otro decreto”

García, de CCOO, cree sin embargo que el problema no es el titular de la cartera de Educación, sea quien sea. “La clave no es el ministro, son las políticas. Este aparentemente era más amable que el otro, que era hosco y borde, pero al final ha dado lo mismo uno y otro. La LOMCE, los recortes en universidad, el 3+2... eran políticas del gobierno del PP, o sea que al final eran distintos perros con el mismo collar”, argumenta.

Fernández coincide y discrepa. En el lado que comparte, “no se pueden ver las posibilidades de negociación toda vez que la ley estaba aprobada ya sin consenso ni participación del profesorado”. En el que no, “sí que ha habido algunos cambios. Wert propuso una prueba tipo test, que no nos gusta, y se ha corregido. Tampoco nos gustaba que se quisiera hacer ranking de centros, y se ha quitado. Y también se han incorporado criterios de la CRUE para las reválidas”, enumera.

Unos y otros admiten que, con la ley aprobada, el movimiento natural del ministro era seguir lo que marcaba. Méndez de Vigo se topó con una ley excepcionalmente detallista, hasta con los plazos de aplicación incluidos en su articulado, lo que supone toda una rareza. Pero Fernández recuerda que “un decreto se cambia con otro decreto”. García desliza que si hubiera tenido ese carácter negociador que se vendió, podría haber intentado modificarla.

Las concesiones

Lo cierto es que no todo está exactamente como lo dejó Wert. Méndez de Vigo ha realizado pequeñas concesiones a la comunidad educativa, aunque la exigencia fundamental, que era paralizar o rebajar la LOMCE, no ha colado.

La paralización en agosto pasado del decreto que regulaba las reválidas de Secundaria y Bachillerato fue solo un espejismo. De aquella reunión ya salió el consejero cántabro, Ramón Ruiz, afirmando que el ministro “en el fondo tiene la misma dureza” que su antecesor, pero “envuelto en una mayor simpatía”.

Como queriendo confirmar estas palabras un año después, el elemento más polémico de la LOMCE ha salido adelante “a traición”, según la socialista Martínez, por hacerlo en pleno agosto. “Si hubiera tenido más talante negociador, podría haber esperado a septiembre, pasarlo por la conferencia sectorial y debatirlo y negociarlo”, se lamenta.

Aunque el ministro sí accedió a cambiar el formato tipo test que había diseñado su antecesor y que a nadie parecía apropiado, la aprobación unilateral del decreto (y las consecuencias que tendrán para los estudiantes que las suspendan) le ha acabado de alejar de la comunidad educativa, si es que en algún momento estuvo cerca.

En el capítulo de síes, Méndez de Vigo eliminó el Erasmus de dos velocidades que había creado Wert, modificó ligeramente la prueba de sexto de Primaria, reinstauró las ayudas a la compra de libros que su antecesor había eliminado y durante su mandato se ha recuperado la tasa de reposición de profesores jubilados del 100%, aunque esta última medida seguramente tenga más que ver con el Ministerio de Hacienda.

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