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Una Navidad sin alegría para los cristianos iraquíes desplazados

Una Navidad sin alegría para los cristianos iraquíes desplazados

EFE

Campamento de Ashti (Irak) —

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Los desplazados iraquíes celebran sin alegría la Navidad, ante un futuro incierto y con sus hogares destruidos tras la reciente expulsión del grupo yihadista Estado Islámico (EI) de las localidades de mayoría cristiana del norte de Irak.

En el campamento de refugiados para cristianos de Ashti, a las afueras de Erbil, en la región autónoma del Kurdistán iraquí, hay familias procedentes de las comarcas de Al Hamdaniya, Bartala y de la propia ciudad de Mosul, principal bastión del EI en Irak.

A pesar de la ofensiva de las tropas iraquíes y kurdas “peshmergas” para expulsar a los yihadistas de Mosul y de toda la provincia de Nínive (norte), esta minoría religiosa teme regresar a sus hogares, que han sido destruidos, quemados, saqueados u ocupados por los extremistas, desde que el EI irrumpió en la región en junio de 2014.

Para algunos de los residentes de Ashti, las de 2016 no son las primeras Navidades que pasan en el campo de desplazados, donde el ambiente no es festivo en estas fechas.

Sólo para los más pequeños se han organizado algunas celebraciones en la iglesia y otras instalaciones del campamento, donde viven unas 1.200 familias, alrededor de 5.000 personas.

Lara, una niña de seis años originaria de la localidad de mayoría cristiana de Al Hamdaniya, está feliz por poder pasar la Navidad con otros niños refugiados y espera que Papá Noel les traiga regalos, a pesar de haber vivido el trauma del desplazamiento.

La madre de Lara, Noha Sharbel, de 30 años, explica a Efe que su casa “ya no existe”, después de los combates para la toma de Al Hamdaniya, 35 kilómetros al sureste de Mosul, reconquistada por las tropas iraquíes a finales de octubre.

“Años atrás celebrábamos en nuestro barrio y las fiestas tenían un sabor diferente. Hoy sólo celebramos por nuestros hijos”, asegura.

La joven dice que teme por el futuro, sobre todo de sus dos niñas -Lara y Merna- y por ello quiere emigrar, como ya han hecho muchos de sus conocidos.

Por otra parte, Salua Shamun, de 37 años, llegó al campamento desde el municipio de Bartala, al este de Mosul, y señala a Efe que este año la Navidad sólo se celebra con rezos y misas, debido a la tristeza por haber visto la destrucción de su localidad.

“Este es el sentimiento de todos los cristianos desplazados forzosamente de la llanura de Nínive”, dice Shamun, muchos de los cuales pasan las fiestas en refugios temporales.

“Sólo recuperaremos la alegría cuando nos sintamos seguros y vivamos en un Estado que nos proteja y defienda nuestros derechos”, destaca la mujer, que este año no ha preparado los tradicionales dulces navideños.

El padre Amanueal Adel, asirio católico y responsable del campamento de Ashti, explica a Efe que se han levantado colegios y templos en el recinto para los desplazados cristianos.

“Esperábamos la liberación de nuestras ciudades y pueblos, pero (ahora) todas las zonas cristianas está completamente destrozadas; las iglesias y viviendas fueron quemadas” por el EI, relata.

La ofensiva para expulsar a los extremistas, que dio comienzo el pasado 17 de octubre, fue un “shock” para los residentes cristianos, los cuales sienten que el Gobierno no ha defendido sus intereses, según el padre Adel.

El religioso explica que no hay dinero para rehabilitar las decenas de iglesias y monasterios destruidos, y que hasta ahora no se ha empezado a pensar en la reconstrucción porque “el miedo permanece”, aunque el EI ya no esté.

Para Hazem Habib Samaan, de 51 años, esta es la tercera Navidad que pasa lejos de su hogar, después de que el 6 de agosto de 2014 el EI le obligó a él y a su familia a abandonar su casa.

Samaan esperaba ansioso la expulsión del EI, pero tras su marcha, sólo hay destrucción y la nostalgia por el sonido de las campanas de la iglesia de su localidad. “Hemos visto el infierno ante nuestros ojos”, asegura.

El hombre dice a Efe que celebra la Navidad solo por su hija pequeña, pero “no hay felicidad” ni confía en que llegue “nada bueno (en el futuro), en especial del Gobierno” central de Bagdad.

“Esperamos que la comunidad internacional nos ayude y nos apoye para (reconstruir) nuestras zonas dañadas por el terrorismo ciego de Dáesh (acrónimo en árabe de Estado Islámico)”, concluye con desesperanza.

Desde el comienzo de la campaña del ejército iraquí y fuerzas aliadas en Nínive, más de 100.000 personas se han visto desplazadas por la violencia.

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