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Reportaje

Dar el ‘sí, quiero’ con Franco y Primo de Rivera como testigos: así es casarse en el Valle de los Caídos

La Abadía Benedictina de la Santa Cruz en el Valle de los Caídos

Álvaro Medina / Diana Fresno

Los novios se giran frente al altar para mirarse mientras el cura les hace la pregunta. “Sí, quiero”, contestan ambos. A un lado del ya matrimonio, la tumba de Franco; al otro, la de Primo de Rivera. Hay más invitados a parte de la familia y los amigos de la pareja, que se sientan en los bancos de la Basílica. A su alrededor, en diferentes criptas y pisos, 33.833 cadáveres, 12.410 de personas desconocidas, “descansan” en la mayor fosa común de España. Cada año, más de una decena de parejas decide casarse en el Valle de los Caídos.

“Las voces de los novios al formular las palabras que les unían en matrimonio sonaron nítidas e inequívocas sobre la tumba de José Antonio”, narra con todo lujo de detalles la escritora Ana Montojo en su blog literario, en una entrada donde describe su experiencia como invitada a uno de estos enlaces matrimoniales. “No cabe duda de que el entorno ya de por sí es sobrecogedor y el ‘Aleluya’ de Haendel resonando entre los muros al paso de la novia en una semipenumbra, todos tan pequeñitos en aquella inmensidad subterránea, apretaba el corazón”, añade Ana.

La nave central de la Basílica, inundada por una profunda oscuridad mitigada por unos cirios y algunos puntos de luz artificial, se encuentra al fondo de un enorme túnel excavado en la roca con las paredes decoradas por tapices y esculturas de hierro.  Al final de ese gigantesco pasillo, el altar mayor une la planta con forma de cruz sobre la que se erige una cúpula con imágenes de ángeles y santos que recuerdan la historia de España como “nación católica”. Rodeando el lugar de culto, en un lugar privilegiado, están enterrados dos cadáveres: el de Francisco Franco Bahamonde y el de José Antonio Primo de Rivera.

Testigos de cualquier ceremonia católica que se celebra en la Basílica, lo son aún más en este tipo de enlaces. Cuando la novia recorre el largo pasillo en línea recta hasta llegar al altar mayor, tiene dos opciones: pisar, literalmente, la tumba del fundador de Falange, José Antonio Primo de Rivera o desviarse y bordearla para segundos más tarde recuperar su posición central.

El precio de oficiar la boda en el Valle de los Caídos es de 500 euros. Los novios tendrán que encargarse de buscar un cura, pagar los arreglos florales, la música… La tarifa base incluye exclusivamente la ceremonia, sin más adornos, aunque desde la Hospedería del propio Valle nos ofrecen todos estos servicios por un precio extra. El fotógrafo parece más complicado, ya que requiere el consenso con Patriminio Nacional por el estatus legal de la basílica. Sin embargo, una breve búsqueda en Google muestra decenas de fotógrafos disponibles para crear nuestro álbum de bodas en un paraje que más de uno califica de “impresionante” o de ser “muy fotogénico”.

Sin embargo, antes de entrar en detalles, necesitamos una fecha para el enlace. En un foro de bodas especializado en las dudas que puedan tener las futuras parejas que quieran jurar sus votos ante un dictador muerto, muchos participantes se quejan de lo difícil que es contactar con el sacerdote que se encarga de gestionar las bodas en el monumento de Cuelgamuros. Una usuaria, ‘Mery’, anima al resto a tener paciencia y a insistir.

No sabíamos hasta qué punto tenía razón a la hora de afirmar que contactar con el padre iba a convertirse en un desafío. Después de una semana de llamadas, de lograr conseguir su teléfono móvil gracias a otro de los monjes de la Abadía y algún que otro mensaje de voz ignorado, conseguimos hablar con el padre José Ignacio.

Le pedimos vernos en persona para hablar sobre el enlace: “Es que mañana estoy ocupado”, responde el padre en un principio, algo cortante.  No obstante, enseguida da marcha atrás e intenta explicarse con mucha amabilidad. “Es que ya tenemos muy ocupado el cupo... bueno, muy ocupado no. No es que se celebren muchas bodas aquí, pero ya... pues son bastantes”,  rectifica, dejando entrever que por el momento prefieren mantener un perfil bajo ante el enorme revuelo mediático que ha despertado la exhumación del dictador. “Si nosotros queremos que haya bodas, por supuesto, es un sacramento precioso y esto es una Iglesia normal”, apunta el padre. “Pero ya muchas no, no nos conviene que haya tantas, sino las justas y necesarias”, sostiene.

Sin embargo, al hacerle saber que la supuesta fecha de nuestra boda está prevista para primavera de 2019, el religioso cambia de discurso. “Eso ya sería otra cosa”, comenta, todavía reticente. Es en ese momento cuando nos hace saber el motivo detrás de su negativa inicial. “Si la hacéis para el año que viene prefiero que hablemos más adelante, cuando se hayan calmado un poco las cosas”, explica. Según cuenta, es consciente de que ha aparecido en alguna televisión en medio del revuelo por la situación del Valle. “Yo prefiero que sea un poquito más adelante, porque con la situación que tenemos...”, concluye, al tiempo que nos garantiza que si contactamos con él en un par de meses podremos concertar una fecha para el enlace. Sin fecha, seguimos con el proceso.

El banquete, entre escudos de Franco

Para que la experiencia sea completa, decidimos celebrar el convite en la Hospedería del Valle de los Caídos. Con un año de antelación, no nos garantizan la disponibilidad de los salones: “Si cerráis la fecha para junio, mejor. Mayo lo tenemos prácticamente ocupado”, nos dice una de las responsables de organizar este tipo de eventos.

Un camino arbolado de poco más de un kilómetro separa la basílica donde todavía se encuentra el cadáver del dictador y la Hospedería. Justo detrás de la enorme cruz de 150 metros, se encuentra la Abadía Benedictina de la Santa Cruz. Al otro lado de un enorme patio con algunas zonas ajardinadas, las instalaciones de la Hospedería se dividen en dos plantas: 220 camas, restaurante, bar-cafetería, dos auditorios, ocho salas de reuniones, una biblioteca, capilla y hasta garaje.

Desde la Hospedería nos recomiendan ofrecer un cóctel de bienvenida y después sentarnos a comer. Calculamos un centenar de invitados. Empezamos con un cóctel a base de salmorejo, jamón, tartar, sushi, croquetas y langostinos. De primero nos ofrecen carpaccio de carabinero, pulpo a baja temperatura, canelones de pato o ensalada de lubina. Los que prefieren carne, pueden elegir entre cordero, solomillo, carrillera estofada y muslo de pato. Si prefieren pescado, pueden decantarse por merluza, rape o bacalao. Para acabar con dulce, un surtido de tartas, cafés y chocolate. Todo, por supuesto, regado con vinos de Rioja y Rueda, cerveza, refrescos y agua. El precio por cubierto es de 135 euros. Un total de 13.500 euros más IVA.

Después, discoteca móvil y barra libre durante dos horas. Tampoco es barato: 700 euros más IVA. Le sumamos el alquiler del espacio de la Hospedería, que incluye una habitación nupcial, parking y “beauty corner” (servicio de maquillaje para retocar a las invitadas que lo deseen durante la velada“. Otros 2.700 euros. Nos ofrecen transporte, flores para la ceremonia, alfombra, iluminación, fotografía, vídeo y hasta servicio ‘Baby Sitter’; eso sí, con coste adicional. El paquete básico, sin contar con la ceremonia, asciende a los 16.900 euros.

Todas estas variadas viandas irán servidas, si no cambian de vajilla, sobre platos blancos... con el escudo personal de Franco. Si cometemos el descuido de mancharnos mientras comemos, tendremos que limpiarnos con una servilleta que lleva impreso el mismo emblema. Una simbología franquista que está presente en una propiedad dependiente de Patrimonio Nacional.

La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) ha denunciado ante la Fiscalía esta utilización de “simbología franquista por parte de Patrimonio Nacional y de la Comunidad Benedictina en el Valle de los Caídos” haciendo referencia directa al “escudo personal de Francisco Franco, que hace apología y enaltecimiento de la figura del dictador”. Según el artículo 16 de la Ley de la Memoria Histórica, “en ningún lugar del recinto podrán llevarse a cabo actos de naturaleza política ni exaltadores de la Guerra Civil, de sus protagonistas, o del franquismo”.

Acaba la fiesta. Si nuestros amigos o familiares han tenido a bien desplazarse desde el resto de la geografía española a la sierra madrileña de Guadarrama para presenciar nuestro enlace, siempre pueden descansar en las habitaciones de la Hospedería antes de emprender el viaje de vuelta. Según las páginas de reserva online, la habitación más sencilla cuesta unos 55 euros la noche.

Opacidad en las cuentas e incertidumbre

¿A dónde va el dinero de la ceremonia y lo que se lleva la Hospedería por organizar el banquete? Las cuentas son completamente opacas.

El coste anual total de mantener el Valle de los Caídos es de 1.836.325 euros, según afirmó el Gobierno de Rajoy en una respuesta dirigida al senador de Compromís Carles Mulet a una pregunta sobre los gastos de explotación del recinto. Tal y como sostuvo el anterior Gobierno, los gastos se cargan al presupuesto del Consejo de Administración de Patrimonio Nacional, en el que se incluye la subvención de 340.000 euros que se otorga a la abadía benedictina del Valle, beneficiaria de la Fundación. Es decir, los gastos tienen cargo a los presupuestos generales del Estado.

Además, el saldo entre ingresos y gastos es negativo: su gestión supone una pérdida de 750.000 euros anuales. El desglose de gastos es difícil de especificar. La Fundación del Valle es la encargada de gestionar y publicar las cuentas, pero continúa sin publicar su contabilidad en el portal de transparencia, a pesar de que la ley así lo indica. Sin ese desglose, es imposible saber a dónde va y cuánto dinero ingresa exactamente el recinto de Cuelgamuros gracias a la celebración de estas bodas.

En pleno debate sobre la exhumación, el Gobierno de Sánchez afirma tener el “sustento jurídico” para sacar a Franco del Valle de los Caídos, aunque aún no hay una fecha. “Se hará durante o al final del verano”, señalaron fuentes oficiales de Moncloa a eldiario.es. Si Pedro Sánchez cumple su palabra, quizás las parejas que se den el ‘sí quiero’ a partir de septiembre en Cuelgamuros echen de menos a un testigo en su enlace.

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