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Roberto Canessa, sobrevivir en los Andes para que 150.000 niños vivan

Roberto Canessa, sobrevivir en los Andes para que 150.000 niños vivan

EFE

Valladolid —

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Mirar la vida a través de la pantalla de un ecógrafo para detectar males del corazón se ha convertido en el quehacer diario del doctor uruguayo Roberto Canessa, más conocido por ser uno de los supervivientes del accidente aéreo de los Andes en 1972 y que desde entonces ha atendido a unos 150.000 niños.

Junto a su compatriota Pablo Vierci, el cardiólogo pediátrico Canessa acaba de escribir el libro “Tenía que sobrevivir”, que edita la editorial “Alrevés” en España, en el que explica cómo el siniestro en los Andes inspiró y dio sentido a su vocación profesional para salvar vidas.

Es una especie de recorrido en paralelo que le lleva a comparar la ventanilla del fuselaje por la que contemplaba la luna tras el accidente con el ecógrafo que ahora le amarra a la vida de sus pacientes.

“La adicción por la vida se contagia a los hijos”, responde en una entrevista con la Agencia EFE en Valladolid, donde participa como ponente en el Congreso Nacional de la Sociedad Española de Cardiología Pediátrica para abrir el corazón a sus colegas y hablarles de la fuerza de la valentía, del deseo por vivir y de una pasión por aprovechar cada momento, sin esperar a que “el avión se caiga” para apreciar lo que uno tiene.

La simbólica 'caída del avión' está en la enfermedad de un hijo, en la desgracia que ronda a los humanos, en opinión de Canessa, quien no propone una vida acobardada por estas hipótesis, sino un recorrido que exprima cada momento como si fuera el último. “Vivimos tan inconscientes de lo vulnerables que somos...”, dice.

Compara su sensación cuando fue sepultado por un alud de nieve con lo que debe sentir uno de 'sus bebés' que le mira para agarrarse a la vida y tiene como único hilo de comunicación “su mirada”, porque “los ojos son la ventana de la mente”.

Así enfoca su profesión Canessa, que actualmente trabaja en el Hospital Italiano de Montevideo, la capital uruguaya, donde aún hoy se cruza con algunos de sus compañeros en el accidente aéreo que inspiró el conocido libro y posterior película “¡Viven!” y donde descendientes de algunas de las víctimas “se quedan con lo bueno” hasta confesarle que ellos “hubieran caminado” con él y Fernando Parrado en su 'imposible' propósito de cruzar a pie los Andes.

“El libro te permite volver a sentir esa situación que te hace valorar la vida de una manera diferente, no hay que esperar a que se te caiga el avión para darte cuenta de lo bien que estabas”, aconseja el doctor, convencido de que cuando la mayoría de la gente habla de vivir “en crisis” hablan de conceptos materiales que no son tan importantes. “La vida nos da más de lo que necesitamos y hacemos menos de lo que podemos”, concluye.

Asegura que “nunca” le dice a unos padres que no se puede hacer nada por su hijo enfermo, “porque siempre se puede hacer algo”, aunque asume “con calma y sin miedo” que hay ocasiones en las que la vida se escapa entre sus manos y se termina el camino de un ser que acaba de nacer o ni si quiera ha nacido.

“No se trata de ser exaltado, sino de promover un compromiso por ser valiente”, resume en referencia a que “la leyenda” de su persona “es una cosa externa” a él, ya que vive “el día a día” con distancia respecto al “muchacho que cruzó los Andes”, de quien admira “muchísimo su coraje y valentía”, pero que es parte del pasado.

El lugar en el que el 13 de octubre de 1972 se estrelló el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya se ha convertido para mucha gente en “un lugar de peregrinación donde buscar respuestas” al que ha acudido alguna vez con sus hijos, quienes escuchaban y escuchaban la historia sin haber estado nunca allí.

“Es un lugar muy triste pero tiene mucha fuerza”, le confesó su hija, con quien coincide en que se trata de un paraje “donde la naturaleza muestra todo el poder y sientes que puedes palpar la vida, como los niños que apenas dan un tímido latido de corazón para mantener el hilo conductor”.

Niega que existan secretos que no se hayan contado sobre lo que ocurrió en aquellas montañas heladas en las que cayó el avión que transportaba a jugadores de rugby y sus familiares, con destino a Chile, pero recuerda que el humor con el que afrontaron la situación y que surge en los momentos más trágicos es de las cosas que más sorprende. Aún hoy sus hijos le toman el pelo: “hoy no está papá hoy está el superviviente de los Andes...imposible de hablar con él”.

Por Óscar R. Ventana

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