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El obispo de Teruel, el primero dispuesto a retirar símbolos franquistas (si lo paga el Estado)

Catedral de Teruel, sede del obispo Antonio Gómez Cantero.

Jesús Bastante

En plena polémica por el futuro de los restos de Franco y su posible inhumación en la catedral de La Almudena, algunos dirigentes de la Iglesia española admiten dar pasos hacia hacia la reparación de las víctimas del franquismo. Así, el obispo de Teruel-Albarracín, Antonio Gómez Cantero, se ha convertido en el primer prelado de España en anunciar que retirará los símbolos de la dictadura de los templos de su diócesis.

En una respuesta al senador de Compromís, Carles Mulet, Gómez Cantero sostiene que “las comunidades parroquiales no se opondrán a que retiren las simbologías relacionadas con el bando vencedor de la guerra civil”. Se trata del primer prelado en dar este paso, después de la marcha atrás dada por el obispo de Segovia en 2015. Entonces,  el titular segoviano, César Franco, hizo un anuncio parecido para, finalmente, desmarcarse con un comunicado en el que subrayaba que la simbología presente en sus templos no incumplía “ni el espíritu ni la letra” de la Ley de Memoria Histórica.

En el caso de Teruel, la respuesta es afirmativa desde el comienzo. En su respuesta a Mulet, el obispo añade que dichos símbolos “fueron impuestos por un decreto de la Jefatura del Estado (BOE 17/XI/1938) y contestados en una queja formal desde la Secretaría de Estado del Vaticano (5/VI/1940)”. Franco no hizo caso al Vaticano, explica, y los obispos españoles, que habían consagrado la Guerra Civil como una Sagrada Cruzada, tampoco pusieron impedimento.

Con dinero público

En la carta, el prelado solicita que, dado que “las inscripciones fueron puestas por el Estado, sea este quien se encargue de quitarlas sin ningún tipo de coste por parte de las comunidades parroquiales y dejando las paredes de donde se sustraigan en un estado aceptable”. Teruel fue una de las zonas más devastadas durante la Guerra Civil, y la única sede que cuenta con un obispo beatificado como mártir, Anselmo Polanco.

En una carta enviada a todos los obispos, Mulet solicitaba “colaboración en la desaparición de toda clase de simbología franquista que pueda continuar en los templos de su demarcación, dando instrucciones a los responsables de cada parroquia para que cataloguen su existencia y las retiren, algo que a buen seguro será agradecido por muchos ciudadanos”.

En su respuesta, Gómez Cantero subraya cómo “me duele tanto el que fue asesinado clandestinamente en una desconocida cuneta como el que tras un juicio sumarísimo es fusilado tras una sentencia sólo por sus ideales”, aunque insiste en que “remover los enfrentamientos desde el lado que sea, en pleno siglo XXI, es un enfoque retrógrado e insensato de la sociedad y de la historia. Y no tiene nada de cristiano”.

“Los jóvenes de aquellos finales de los 70, vivimos con una ilusión desbordante la reconciliación que los padres de la Constitución (con sus carencias y aciertos) y todos los partidos políticos intentaron llevar a cabo”, concluye Cantero.

Hasta la fecha, sólo han contestado otros dos obispos. El de La Seu d’Urgell (Lleida), quien asegura que en sus iglesias “no queda ningún” símbolo franquista, mientras que en al de Solsona no le consta “que se mantenga en ninguna fachada o lugar de pública concurrencia simbología franquista”.

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