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Un acto altruista que abre una ventana al mundo

Un acto altruista que abre una ventana al mundo
Huelva —

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Huelva, 13 jun (EFE).- A sus 46 años la onubense Fatima Gento ha sido la primera persona viva en España en donar una córnea, un acto altruista que no se pensó después de tomar una de las decisiones más difíciles de su vida, deshacerse de un ojo para ella inservible pero que ha sido útil para dotar de visión a otra persona.

En una entrevista con Efe, esta mujer de Huelva, casada y con dos hijos de 10 y 15 años, asegura no tener más que agradecimiento y reconocimiento para un equipo encabezado por el responsable de la Unidad de Córnea del Hospital Juan Ramón Jiménez de Huelva, Juan Iglesias, de “enorme profesionalidad”, y que ha posibilitado que haya sentido una de las mayores emociones de su vida.

Pero llegar hasta aquí no ha sido fácil, los problemas con su ojo izquierdo comenzaron nada más nacer: “A mi madre le dijeron que había nacido con un coloboma en el ojo izquierdo, es decir, que lo tenía perdido, que nunca iba a ver por él, era un ojo ciego”.

La familia asume la noticia y ella comienza a crecer y a vivir, al principio sin ser consciente de lo que sucede, ya que nunca tuvo visión en ese ojo, por lo que nunca la echo de menos y, poco a poco, desafortunadamente, siéndolo por “miradas y comentarios imprudentes”, debido al perjuicio estético que le generaba.

Narra que “los años de instituto fue un blanco perfecto” de burlas e insultos pero “opté por echarle cara y centrarme en mi vida, oía pero procuraba no escuchar, aunque a veces te afectaba”.

Fue hace unos seis años cuando se produjo el desencadenante que empezó a generarle problemas y dolor: “Me salpica aceite y ahí empieza todo, me provoca una herida que se quita con una crema pero a raíz de ahí se empiezan a suceder conjuntivitis, úlceras, lagrimeo, cierre progresivo del párpado y dolor, un dolor sordo que sin llegar a ser insoportable es cada vez más intenso”.

Tras varias visitas a especialistas de Barcelona le dicen que la única solución a su problema es extirpar el ojo; un diagnóstico con el que coinciden en el Juan Ramón Jiménez, por lo que decide no viajar más y tratarse en su ciudad y es cuando comienza a plantearse la operación.

“La decisión me costó mucho, a las puertas de quirófano decía esto ha sido con premeditación y alevosía, años de miedos, dudas y de incertidumbre a no saber a qué me enfrentaba”, precisa.

Una vez decidida, Juan Iglesias le explica que “el ojo está mal y que en general es más pequeño que el otro, y que, curiosamente la córnea y la conjuntiva están bien, cosa extraña porque en este tipo de casos el deterioro de órgano y tejidos van de la mano”.

No es hasta el 10 de mayo, dos días antes de la operación, cuando la llama por teléfono y le pregunta si quiere donar la córnea: “Ni me lo pensé, claro que sí; será que me he criado en la cultura de dar pero no iba a consentir que el tejido lo tiraran a la basura si estaba bueno, a mi no me servía, pero le podía servir a otro”.

Y lo hizo, para ella no supuso más que firmar un consentimiento, si bien, para otra persona ha supuesto recuperar la visión algo que le comunicó el doctor Iglesias apenas una semana después de la operación y “me dio mucha emoción y en ese momento di por bien empleado todo lo pasado y lo decidido”.

Pero la cosa no queda ahí, ya que, hasta su caso, no se tenía constancia en España de una donación de córnea de una persona viva, por lo que ha sido protagonista de un hito nacional que ha tenido lugar en Huelva con una importante repercusión en el ámbito profesional para el equipo médico que lo ha realizado.

Una realidad que la hace sentirse aún más satisfecha y que la lleva a defender la sanidad pública y próxima: “No hay que irse fuera de aquí ni a la privada, es un equipo de gente joven, preparada y muy profesional que ha demostrado su capacidad”.

Por tanto, su decisión altruista ha generado un doble beneficio: el personal para alguien a la que se le ha abierto una ventana al mundo, y el profesional para un equipo que ha realizado algo pionero en el país.

Ahora, a ella, no le queda más que recuperarse, que seguir el proceso marcado y esperar a que le pongan su prótesis definitiva con la que, de una vez por todas, podrá decir adiós a años de sufrimiento y dolor, y seguir afrontando la vida ya sin comentarios y miradas indiscretas y con la satisfacción de que lo que ha hecho “ha merecido la pena”.

Laura Ramírez

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