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El acuerdo con el que no comulgan todos los católicos chinos

El acuerdo con el que no comulgan todos los católicos chinos

EFE

Pekín —

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El padre Wang no ejerce un sacerdocio normal: celebra la misa en casas ajenas, a veces en su vivienda, pero nunca en iglesias. La última vez que ofició desde un altar fue detenido, y desde entonces forma parte del grupo de católicos clandestinos de China, una comunidad que practica su fe en silencio.

A veces tiene muchas misas al día, otras ninguna. Los domingos, el día del Señor, un solo servicio en su piso alquilado. El padre Wang (nombre ficticio para proteger su identidad) acude cuando le llaman y recibe cuando requieren sus servicios. “Mi puerta siempre está abierta”, dice a Efe en la casa de una feligresa.

El religioso afronta el trajín con resignación, aunque admite que sueña con poder dar misa en un templo: “no creo que eso ocurra en un futuro cercano”, comenta, ni siquiera si China y el Vaticano firman pronto, como se viene publicando, un acuerdo sobre la ordenación de obispos, gran escollo para sus relaciones.

“La difícil situación del catolicismo en China no tiene mucho que ver con las relaciones diplomáticas entre Pekín y el Vaticano; aunque se restablecieran, no mejoraría”, afirma a Efe.

Se refiere a las numerosas informaciones que apuntan a que Pekín y el Vaticano estarían cerca de cerrar un “concordato”, como definió en una reciente charla con periodistas en Pekín Francesco Sisci, sinólogo italiano que realizó la primera entrevista sobre China al papa Francisco, a comienzos de año.

Sisci subraya que se negocia un acuerdo “de amplio espectro” que no sólo incluya la unificación del nombramiento de obispos -unos 100 en China, parte aprobados por el régimen comunista, otros por el Vaticano y el resto por ambos-, sino que, “por primera vez, Pekín reconocería que no tiene autoridad sobre la religión católica”.

Sería el mayor paso para mejorar -aunque no restablecer, pues para ello el Vaticano tendría que romper con Taiwán- las relaciones entre Pekín y la Santa Sede desde que rompieran lazos diplomáticos en 1951, después de que Pío XII excomulgara a dos obispos designados por China, dando lugar a dos “iglesias”: la “patriótica” y la clandestina.

Los aproximadamente diez millones de católicos chinos se dividen entre ambas, con la primera controlada por el régimen comunista y la segunda, que sólo obedece a Roma, asediada para que se una a la Asociación Patriótica Católica de China, dirigida por el Partido Comunista y no reconocida por el Vaticano, denuncia el padre Wang.

“El Gobierno siempre intenta que nos registremos”, añade el cura, quien describe alguno de los “métodos” utilizados por las autoridades para persuadirles, como el caso de un amigo sacerdote que logró huir antes de ser detenido gracias a la ayuda de los parroquianos, y de quien no han sabido desde entonces.

O cómo él mismo, al dar su primera misa tras ser ordenado sacerdote por un obispo no reconocido por Pekín, pero sí por Roma, acabó bajo arresto domiciliario más de un año.

“Yo no soy de la (iglesia) clandestina, me hicieron de ella”, reivindica, y anticipa que un acuerdo con el Vaticano “no nos protegería”, ya que no ve “ninguna muestra” por parte del Gobierno de que renunciaría a controlar a los católicos.

En contraste con el perfil bajo que mantiene el padre Wang, un sacerdote de una iglesia autorizada de Pekín oficia la misa dominical en una imponente iglesia, abarrotada y llena de eventos para las semanas de festividades navideñas.

Tras la liturgia, el padre Li (quien también pide que no se revele su nombre real) asegura a Efe que “no existe tal división en China... Sólo pequeños problemas, diferentes puntos de vista”.

Como el padre Wang, está al corriente de las negociaciones entre Pekín y la Santa Sede (algunos medios publicaron que el último encuentro se produjo en noviembre en Roma), pero cree, en cambio, que el acuerdo “sería bueno para los católicos de China y del mundo”.

“China y el Vaticano son como un matrimonio: se casaron, se separaron, pero nunca se divorciaron. Ahora toca la reconciliación”, metaforiza.

Mientras, China y el Vaticano parecen avanzar en su acercamiento, y la semana pasada la diócesis de Chengdu (suroeste) celebró la ordenación del obispo Tang Yuange con el beneplácito de ambas partes, lo que se interpretó como señal de la buena marcha de las negociaciones.

Entretanto, el padre Wang reitera que seguirá evangelizando casa por casa, pues, aunque podría cumplir su sueño de dar misa en una iglesia “si aceptara las condiciones del Gobierno y me registro, mis principios no me lo permiten”.

“Pienso que el catolicismo es universal, no debe ser así”, señala a Efe, y considera que, pase lo que pase con el acuerdo, “todo acabará dependiendo de las políticas del Gobierno chino sobre las religiones. Ahora -añade- no hay libertad verdadera”.

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