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Las zonas en estado de alerta o emergencia por la sequía casi se han doblado en un año

Hoy, parte del embalse de Entrepeñas en Sacedón (cabecera del Tajo) está seco

Raúl Rejón

La sequía ha avanzado en España durante el último año hasta provocar que el número de zonas en alerta o emergencia por falta de agua casi se haya doblado en 12 meses. La escasez aguda ha hecho que confederaciones al completo, como la del río Duero, hayan visto sus sistemas de explotación pasar de la normalidad a decretar la alerta en el último año hidrológico que va de octubre a octubre

En este tiempo, las áreas con indicadores de sequía en alerta naranja o roja han pasado de 28 a 47, según los informes de las confederaciones hidrográficas. Son más de un tercio de todos los sistemas de explotación gestionados por el Ministerio de Medio Ambiente. Una situación que se ha extendido por todo el mapa de norte a sur peninsular –los archipiélagos tienen su propia idiosincrasia hidrológica.–

En el norte, la cuenca del Miño-Sil, que empezó el curso en estado normal, declaró la alerta general por sequía el pasado 2 de octubre. La Cantábrica ha pasado de normalidad a la prealerta. En el levante, el Segura también ha empeorado: de índice general de alerta a emergencia. En el sur, la del Guadiana, que hace un año tenía sus cuatro sistemas en buen estado ahora gestiona dos de ellos en alerta. En el Guadalquivir, en octubre de 2016 solo dos zonas presentaban valores de emergencia y al cerrar el balance de septiembre de 2017 ya eran siete. En la cuenca del Tajo, los tramos altos (la cabecera y el Tajuña) están en alerta roja. La falta de agua es allí acuciante.

Así que la sequía hidrológica (la incapacidad para satisfacer las demandas) se ha ido extendiendo por España, durante un año en el que ha llovido poco. Los embalses tienen sus reservas al 38%. Son 21.485 Hm, menos de la mitad que hace un año. Mientras los ríos se secan, ¿solo cabe mirar al cielo?

Objetivo de la política hidrológica

El diputado de Unidos-Podemos, Pedro Arrojo, explica que la política hidrológica española arrastra un fallo crucial: “Se deben revisar las expectativas de lluvias medias a la baja. El núcleo duro de la planificación debería ser la prevención de la sequía. Y eso se hace en los años normales, no cuando llega la escasez”.

Una idea que comparte el economista especializado en asuntos hidrológicos Gonzalo Delacámara: “Aquí se hace esencialmente una gestión de crisis, como la actual por la sequía. En eso somos muy buenos. Pero no se hace una gestión de riesgo de sequía”.

Se refiere a los decretos urgentes que ha firmado el Gobierno para el Duero, el Júcar y el Segura. Esos decretos establecen medidas extraordinarias para movilizar recursos hídricos que salven cosechas o compensar económicamente a los agricultores, permiten el uso de pozos subterráneos… etc.

Sin embargo, este economista insiste en que “convendría un enfoque preventivo más que reactivo”. Es decir, “hay que entender que no se puede afrontar la sequía con más infraestructuras (embalses, trasvases…) sino actuando sobre las demandas de agua y la devolución del agua al ecosistema, a recuperar los caudales ecológicos”.

La necesidad de un cambio de enfoque no es algo sobrevenido, aunque se haya postergado. La nueva realidad que está imponiendo el cambio climático tiene un efecto directo en el agua disponible en España.

Los técnicos del Ministerio de Medio Ambiente lo han expresado en diversos informes sobre impactos y vulnerabilidades: “El cambio climático con un aumento de la temperatura, y en España, disminución de la precipitación, causará una disminución de aportaciones hídricas y un aumento de la demanda de los sistemas de regadío”.

La Agencia Europea de Medio Ambiente destaca como riesgos ciertos para estas latitudes “las sequías y sus efectos sobre el caudal de los ríos cada vez más graves y más frecuentes en el sur de Europa. Se prevé que los caudales mínimos de los ríos disminuyan de forma significativa en verano”. Se calcula que España tiene hasta un 20% menos de recursos hídricos que hace cincuenta años.

Arrojo pone un ejemplo para ilustrar lo que considera inacción preventiva de las políticas de agua del Gobierno. “En el Segura no ha habido sequía meteorológica este año. Ha llovido, de hecho, más. Pero durante cursos anteriores se ha hecho un uso imprudente del trasvase Tajo-Segura con la idea de que iba llover. No ha llovido y los niveles en la cabecera del trasvase se quedaron bajísimos. No puede, al menos en teoría, llevarse agua del Tajo a Murcia”.

Delacámara insiste en que no existe “una coordinación entre departamentos afectados a la hora de gestionar el agua. Se mira de forma sectorial, no global”. De esta manera, analiza, “lo que puede ahorrarse en política de aguas, puede deshacerse con la política agraria”.

Porque la gran demanda de agua en España es para regar cosechas. El diputado de Podemos cuenta que lo que no puede ser es que los planes de las cuencas admitan “medio millón más de hectáreas de regadío. ¿Estamos locos? Cuando vienen las sequías son cada vez más catastróficas porque presionamos cada vez más los ecosistemas. Somos más vulnerables”.

Ahorro en la parcela, no en la cuenca

La multiplicación de suelo para regadío es una crítica habitual del encargado del área de Agua de Ecologistas en Acción, Santiago Martín Barajas. Martín Barajas calcula que no es que no se deba incrementar estas explotaciones, sino que deben reducirse para afrontar la pérdida de recursos hídricos ya constatada en España. La sobreexplotación se bebe un 30% del agua disponible, según los índices publicados por Eurostat.

Además, “más de un tercio del regadío español es todavía por inundación, el método menos eficiente”, dice el ecologista. Aunque ha bajado un poco este sistema (denominado por gravedad) frente al goteo y la aspersión, en 2015 supuso el 35% del consumo agrícola: 5.200 hectómetros cúbicos, según los datos del Instituto Nacional de Estadística. Todo el consumo en los hogares suma algo más de 2.200.

Delacámara contrapone que “España ha hecho grandes inversiones para la modernización de sus sistemas de riego. El ahorro en las fincas ha sido claro, pero no se ha notado en las cuencas en general”. ¿Por qué si se riega más eficientemente? “En parte porque eso ha abaratado el agua y, al ser más atractivo el recurso, se han generado nuevas explotaciones”. Más agua.

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