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La caridad de Occidente que mata la industria textil de África

La caridad de Occidente que mata la industria textil de África

EFE

Nairobi —

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Desde los puntos de recogida de ropa donada en países como España, la mayoría de las prendas viaja bajo la etiqueta de “caridad” hasta África, donde, lejos de acabar en manos de personas necesitadas, entra en un lucrativo circuito de compra y venta que asfixia a la industria textil local.

Este negocio, que daña gravemente a un sector pero emplea a miles de personas en los mercadillos, está siendo cuestionado por las propias autoridades de África del Este, que planean prohibir la entrada de ropa donada para intentar reactivar su industria.

“Si aprueban esta prohibición, vamos a sufrir mucho. Mucha gente en Kenia vive vendiendo ropa de segunda mano”, lamenta Sophie, una joven de 27 años que lleva los últimos nueve a cargo de un pequeño puesto de bolsos en el “Toy Market”, uno de los mercadillos de segunda mano más grandes y populares de Nairobi.

Entre sus caóticas callejuelas se pueden encontrar camisas, pantalones o zapatillas llegadas de Occidente -más del 70% de las donaciones a nivel global terminan en África, según Oxfam- que ahora se venden desde tan solo 50 chelines (unos 45 céntimos de euro).

Locales y expatriados, en zapatillas o en tacones, todos rebuscan entre los montones de prendas que se exhiben en los precarios tenderetes, donde es fácil encontrar piezas que podrían colgar en cualquier armario de un país europeo e incluso marcas de lujo.

Sophie muestra orgullosa a sus clientes el par de bolsos de Louis Vuitton y Prada que se esconden entre las decenas que cuelgan en su puesto y que “tan solo cuestan 2.000 chelines (unos 18 euros)”.

“Consigo los bolsos en Gikomba, el mercado más grande de Kenia en bolsas grandes (venta al por mayor). Las abrimos y hay veces que hay cosas valiosas, otras no”, explica a Efe la vendedora, una madre soltera que gracias a este negocio puede sacar adelante a sus dos hijos.

Por eso, la posibilidad de que las autoridades prohíban la entrada de ropa “mitumba” (de segunda mano, en swahili) aterra a las miles de familias que dependen, exclusivamente, de este negocio.

“Tendremos que cerrar nuestros negocios. Miles de personas perderemos nuestro trabajo. ¿Qué haremos entonces, mendigar?”, dice preocupado Christopher, responsable de otro puesto de ropa, que recibe los gritos de aprobación de otros vendedores que se acercan para apoyar sus palabras.

En el otro lado, sin embargo, está la industria textil local, asfixiada en las últimas décadas ante la imposibilidad de competir frente a las baratas prendas “sin valor comercial” que llegan desde el extranjero y esquivan los altos impuestos de los artículos importados.

“Aproximadamente 1.000 toneladas de la llamada ropa de segunda mano entran en Kenia cada año. Esto es muy superior a las necesidades humanitarias”, critica a Efe la directora ejecutiva de la Federación Africana de las Industrias del Algodón y el Textil (ACTIF), Belinda Edmonds.

Al principio, estas prendas llegaban al continente para distribuirlas gratuitamente a los pobres, pero más tarde se convirtieron en un negocio que mueve millones de euros cada año.

“No hay nada que decir contra la ropa donada que llega con unas necesidades humanitarias específicas”, comenta Edmonds, pero “bajo el sistema actual, no hay ninguna manera de identificar estos productos ni verificar si se han destinado a la caridad o a la venta”.

Por eso rechaza la prohibición propuesta por los países de África del Este -que tomarán una decisión al respecto este mismo mes- y aboga por regularizar estas importaciones para garantizar “la igualdad de condiciones” en el sector.

En el Toy Market, aunque confían en que finalmente no se aplique esta medida, todos esperan inquietos a la decisión de las autoridades.

“La prohibición de la ropa de segunda mano no beneficiará a nadie. Bueno sí, a China. Solo les queda poder traer su ropa a Kenia y hacer negocio”, concluye Sophie mientras ordena sus bolsos a la espera de que se acerque un nuevo cliente.

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