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Importantes proyectos de investigación españoles dependen del micromecenazgo

Cuando la investigación está en manos de micromecenas. \ Efe

Sofía Pérez Mendoza

Francisca Mulero, jefa de la Unidad de Imagen del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), y un equipo de al menos 13 personas llevan un año trabajando en una investigación para crear una herramienta de diagnóstico preciso del tumor cerebal más agresivo: el glioblastoma multiforme. El de grado IV, el más grave, se diagnostica en España a 4.000 personas al año, la tasa de supervivencia no supera el 5% en 5 años y hay una alta probabilidad de recidiva, es decir, de reaparición del cáncer.

Este proyecto, además de otros muchos cuyo desarrollo supondría importantes avances con aplicación directa en el tratamiento de pacientes, no está soportado, al menos hasta el momento, con financiación pública. Fue presentado a dos convocatorias públicas -una nacional y otra de la Comunidad de Madrid- y en ambas ocasiones fue rechazado. Su puesta en marcha ha pasado a depender exclusivamente de la caridad de los ciudadanos. Y más concretamente de sus donaciones económicas.

Es la primera de las propuestas que ha alcanzado la financiación “óptima” en la plataforma de crowdfunding de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT): Precipita. Aunque, “óptima”, recalca Mulero, no significa suficiente para sacar adelante el proyecto. “Con 25.000 euros no hacemos nada. Según nuestros cálculos, el presupuesto necesario es de 185.000 euros. Es cierto que esto es un empujón, una ayuda, pero también que, si no recibimos subvenciones públicas, la investigación no podría continuar”, explica.

Mulero se especializó en 1998 en imagen molecular. Trabajó hasta 2007 en un hospital y desde entonces se dedica a tiempo completo a la investigación. Pasó a formar parte de la plantilla del CNIO cuando la crisis empezaba a enseñar los dientes y ha vivido desde dentro el desmoronamiento de la apuesta pública por la innovación científica. “Cuando empecé salían todos los años muchísimas convocatorias de becas, a nivel nacional, autonómico... Aquí hay gente muy buena y sí entraba dinero. En el ámbito europeo ha habido un decalaje también importante”, admite.

La consecuencia más palpable de la caída de las subvenciones es que varios grupos se han desmontado para marcharse fuera. “Antes los investigadores salían de España porque querían hacer algo distinto, ahora es simplemente por dinero”, subraya. La tasa de reposición es nula y los contratos que se hacen -Mulero pone por ejemplo su centro- son “a cargo de proyectos externos por un tiempo concreto”. “La ciencia es igual es personas. No necesitamos una infraestructura impresionante, necesitamos investigadores”, apostilla.

La realidad que describe la investigadora poco tiene que ver con la que se percibe desde el Gobierno. La secretaria de Estado de I+D+i, Carmen Vela, lamenta los recortes, pero asegura que estamos ante “un cambio de ciclo”. De hecho, si nos vamos a los datos, el presupuesto que se destinará en 2015 a investigación e innovación científica aumenta ligeramente: de 6.140 millones de euros a 6.395, 4. Pero lo hace entre la esperanza y la desconfianza marcada por las sombras del instrumentalismo electoralista. Hay un repunte de 255 millones de euros que, sin embargo, tiene que lidiar con los recortes encadenados durante los últimos años.

El pico máximo de aportación de la Administración Pública en I+D+i se registró en 2010, cuando financiaba un 50,59% del gasto total en investigación, desarrollo tecnológico e innovación. Desde que comenzó la caída libre de la financiación pública en investigación, la tendencia se ha movido hacia la compensación de los porcentajes de inversión pública y privada, que en 2012 prácticamente quedaban igualados (47,07% y 45,64%, respectivamente). El resultado es que la empresa tiene casi tanto peso en el impulso de la ciencia como las administraciones.

Sobre los datos de 2013 únicamente hay disponible un avance estadístico que anticipa que el año pasado la partida total dedicada a ciencia alcanzó los 13.052 millones de euros, un 2,5% menos que un año antes. Ese gasto apenas representa un 1,24% del Producto Interior Bruto (frente al 1,27% de 2012), lo que lo convierte la proporción más baja desde 2006 y aleja a España de la media europea: un 2,06% del PIB en 2012, según Eurostat.

El objetivo marcado por Horizonte 2020 se vislumbra lejano. Parece poco probable, al menos a día de hoy, que el impulso a la ciencia vaya a ser tan intensivo como para lograr en seis años que el gasto en I+D+i represente el 3% del PIB. En solo un año, el personal dedicado a esta actividad en jornada completa ha caído en 5.219 personas, hasta 203.612. El número de investigadores a tiempo completo se ha quedado en 123.583, llevándose por delante a 3.195 profesionales.

De hecho, las reducción de personal se han ido encadenando desde 2010. En solo dos años, la tijera se llevó por delante a 4.815 investigadores del sector de la Educación Superior, a los que hay que sumar los 2.527 que en ese mismo periodo dejaron de trabajar para la Administración Pública. La empresa es el ámbito que más ha resistido entre 2010 y 2012, con caídas mucho más moderadas en el número de científicos dedicados a la investigación.

El Centro Superior de Investigaciones Científicas, considerado el buque insignia de la investigación pública en España, perdió 1.100 profesionales en 2013 de los 13.500 que forman la plantilla. Unos recortes que tienden a impactar con especial dureza en el personal más joven: investigadores que no han hecho más que comenzar su carrera en la ciencia y que, ya en este primer estadio, se ven obligados a probar suerte en países con apuestas más sólidas por la investigación.

Además, las condiciones precarias de los que logran dedicarse profesionalmente a la investigación científica funciona como un freno para las generaciones venideras. Según la encuesta sobre percepción social realizada por FECYT a lo largo de la última década, aunque la mayoría de los jóvenes en España creen que la profesión de investigador compensa, reconocen que ni está bien pagada ni cuenta con el suficiente reconocimiento social.

Francisca Mulero, médica de formación, cree que lo más positivo de una propuesta como Precipita es su capacidad para acercar la ciencia a la sociedad. “Nos metimos en esta prueba piloto sin saber muy bien cómo iba a calar el mensaje. Para nosotros es importante que se valore lo que hacemos. Parece que lo que hace un profesional de la sanidad trasciende más, mientras que el trabajo de un investigador de la biomedicina no es tan obvio, tan visible. No somos científicos locos que investigamos por investigar”, argumenta Mulero, que admite que el apoyo económico brindado por sus “mecenas” les imprime “una carga bestial de responsabilidad” añadida.

De los 12 proyectos expuestos en el “escaparate de ciencia”, como el propio FECYT define a la plataforma, dos han alcanzado la financiación mínima y uno solo, el de Francisca Mulero, la máxima. “A todos nos pusieron ese tope y a partir de ahí parece que la recaudación no puede aumentar más. Y entendemos que hasta cierto punto es lógico para no capitalizar todo a una sola propuesta”, explica. Las investigaciones que, por el momento, van encaminadas a alcanzar el objetivo “óptimo” son: “Método de detección precoz del VIH en niños menores de 18 meses” y “Reducir los daños que ocasionan las lesiones traumáticas cerebrales”, con recaudaciones de 14.578 euros y 1.375, respectivamente.

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