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Cinco años del Acuerdo de París, entre la esperanza y la decepción climática

Cinco años del Acuerdo de París, entre la esperanza y la decepción climática
Madrid —

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Madrid, 11 dic (EFE).- El Acuerdo de París, un hito histórico en la alianza internacional sobre cambio climático, nació con el reto de los países de limitar el calentamiento más allá de 1,5 grados respecto a niveles preindustriales y aunque en la actualidad mantiene un estrecho margen de maniobra, todavía hay motivos para la esperanza.

El 12 de diciembre de 2015, en la Cumbre del Clima de París (COP21), 195 países y la Unión Europea fijaron una senda clara para afrontar el desafío climático futuro, que este viernes ha dado un paso de gigante con el acuerdo alcanzado por los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea de fijar su meta de reducción de emisiones en, al menos, 55 % para 2030, respecto a niveles de 1990.

Esta reducción de las emisiones sitúa a Europa como líder en la lucha contra el cambio climático, y refleja un claro aumento de la ambición de los países a la par que sienta las bases para un nuevo modelo de economía verde.

Desde París, las emisiones de CO2 han aumentado de 53.000 millones de toneladas en 2015 a los 55.000 millones de toneladas actuales, según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP), que apela a quintuplicar la ambición del Acuerdo para evitar una catástrofe climática.

En la misma línea, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) ha advertido de que el planeta avanza hacia un calentamiento global de 3 a 5 grados a finales de este siglo, en lugar de mantenerse en los objetivos de París (1,5-2 grados), un hecho que desataría eventos climáticos extremos.

El último estudio de la Red de Acción Climática (CAN), publicado hace unos días, detalla que de los 58 estados más contaminantes del mundo ninguno sigue la trayectoria adecuada para cumplir con París, pese a que se perciben mejoras, y es Suecia la que lidera los esfuerzos nacionales contra el calentamiento, en contraposición a Australia, Rusia y Brasil con una actitud climática muy baja.

Por el contrario, China, uno de los países más contaminantes, responsable del 28 por ciento de las emisiones globales, ha sorprendido al anunciar recientemente la neutralidad en sus emisiones en 40 años, es decir, que a partir de 2060 la segunda potencia mundial no va a liberar CO2 adicional a la atmósfera.

En España, la hoja de ruta a 2030, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), aspira a reducir un tercio las actuales emisiones de CO2 durante la presente década, y en Europa, el Gobierno respalda la propuesta de incrementar el objetivo de reducción de emisiones de la UE hasta, al menos, un 55 % en 2030 con respecto a 1990, para completar la descarbonización de la economía.

Sin embargo, y desde el punto de vista de grupos ecologistas, como Greenpeace, a pesar de que el Gobierno avanza en materia medioambiental, con hechos concreto como el impulso de la Ley de Cambio Climático, en tramitación parlamentaria, o la declaración de emergencia climática, solo prevé una reducción de las emisiones del 23 % en 2030 respecto a 1990.

Para la organización, se trata de un objetivo muy alejado de las recomendaciones científicas de reducción de emisiones para limitar el crecimiento de la temperatura global e inciden que ese porcentaje es menos de la mitad del peor escenario europeo.

Sin embargo, hay tiempo para la esperanza; la vicepresidenta cuarta del Gobierno y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, testigo directo de aquel trascendental 12 de diciembre de 2015, reconoce la importancia del pacto, “una gran victoria de la diplomacia internacional”, pero sobre todo, destaca en estos momentos el regreso de los Estados Unidos al Acuerdo.

Meses atrás, el ahora presidente en funciones de Estados Unidos, Donald Trump, asestó un duro golpe al impulso internacional, notificando a Naciones Unidas la retirada formal de su país del pacto, en pro de una mejora de los intereses económicos para la nación y alentando a otros países, como Brasil y Australia, a distanciarse de los esfuerzos climáticos.

Esta decisión se ha visto truncada tras las recientes elecciones presidenciales estadounidenses con Joe Biden como ganador y con la pretensión inmediata del nuevo presidente electo de dar un nuevo impulso al, hasta ahora, agónico tratado.

La vuelta de Estados Unidos significa recuperar el objetivo tan importante del Acuerdo de evitar que el incremento de la temperatura media global supere los 1,5 grados respecto a niveles preindustriales.

En España, Teresa Ribera señala que hay motivos para el “optimismo” por su alto grado de nivel de responsabilidad, lo que explica que sea valorado como un país “ambicioso e interesante”, además de motor de la transformación verde en Europa.

En estos años se ha avanzado “muchísimo”, aunque combatir el cambio climático no es una carrera lineal sino progresiva, señala Ribera, para quien el cierre de más del 90 por ciento del parque térmico del carbón en apenas 2 años fue una reconversión “muy dolorosa” para los afectados, pero era antieconómico y había que generar otras alternativas.

“Lo difícil es romper décadas en las que este tipo de temas no eran percibidos de esta manera”, asegura la ministra.

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