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El “dzud” congela Mongolia y pone en peligro el futuro de sus nómadas

El "dzud" congela Mongolia y pone en peligro el futuro de sus nómadas

EFE

Ulán Bator —

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La Cruz Roja y las autoridades de Mongolia se unieron hoy para pedir ayuda frente al “dzud”, un desastre natural que sólo ocurre en Asia Central, combina heladores inviernos con la muerte de millones de cabezas de ganado y está poniendo en peligro el mundo de los nómadas.

El “dzud” se produce cuando, después de un verano caluroso, que seca los pastos, llega un invierno especialmente frío, como ha ocurrido en esta ocasión.

Ello provoca que el ganado de los pastores nómadas -caballos, vacas, cabras y ovejas- tenga dificultades para encontrar alimento, lo que causa la muerte súbita de rebaños enteros: 11 millones de animales fallecieron en los tres inviernos consecutivos de “dzud” que hubo entre 1999 y 2001.

Una catástrofe para miles de familias nómadas, casi la mitad de la población nacional de poco más de tres millones, que dependen de sus animales para comer, vestirse y hasta calentarse, ya que queman sus excrementos en las estufas de sus “ger” (yurtas).

“El año pasado perdimos 30 de nuestras 50 vacas y 100 de 300 ovejas, el 'dzud' es cada vez más frecuente”, cuenta a Efe Choisonjav Lkhagvajav, viuda de 57 años, guarecida en su ger mientras en el exterior el paisaje helado y el frío son casi antárticos, 180 kilómetros al oeste de Ulán Bator.

“Hay veces que la yurta entera queda bajo la nieve y hay que cavar encima del establo para desenterrar al ganado”, cuenta la mujer, rodeada de hijos y nietos, que acaba de recibir una remesa de ayuda humanitaria traída en coche por el líder de la comarca.

“Con el cambio climático el 'dzud' es cada vez peor, así que no quiero que mis hijos sean pastores”, confiesa a Efe Baasanjav Tserennorov, otro nómada de las infinitas praderas mongolas.

Pese a ser el orgulloso dueño de un millar de cabezas de ganado, lo que en Mongolia equivale a ser rico, cree que, con inviernos tan duros, el oficio es demasiado complicado para él y su esposa y algún día irán a Ulán Bator para vivir con sus hijos, que ya residen en la capital.

Tserennorov se ha preparado para el “dzud” en su campamento como todos sus “vecinos” (entre una yurta y otra hay kilómetros de distancia), apilando hierba en otoño por si a sus ovejas se les congelan las pezuñas y son incapaces de escarbar en la nieve en busca de pasto, lo que podría matarlas.

En un ecosistema tan frágil como el de Mongolia, donde hasta los pequeños cambios de clima pueden tener graves consecuencias, los frecuentes “dzud” sufridos últimamente han tenido además profundos efectos sociales.

El fenómeno solía ocurrir una vez cada diez años, pero el cambio climático ha provocado que se produzca una vez cada cuatro y este año es el segundo consecutivo que sufre Mongolia, según datos de la Cruz Roja Internacional.

De forma paralela, responsables de la Cruz Roja Internacional y de la embajada de Mongolia en China presentaron hoy en Pekín una campaña de emergencia que busca inicialmente recaudar 655.550 francos suizos (unos 614.000 euros, 654.000 dólares) para ayudar a más de 157.000 personas que están en peligro.

A principios de febrero, 42.546 animales habían muerto, según la Agencia Nacional de Gestión de Emergencias, y se espera que la cifra vaya en aumento en los próximos meses.

“Lo peor está por venir”, alertó hoy Gwendolyn Pang, directora de la oficina de la Cruz Roja Internacional.

Muchos ganaderos que perdieron todos sus animales emigraron como último recurso a la capital, donde residen en barrios pobres de las afueras, aún en yurtas, ajenos a atascos y bloques de cemento.

Buena parte de esos pastores sin ganado malviven en Ulán Bator, cayendo en el alcoholismo, la mendicidad o la delincuencia, y por otro lado las yurtas urbanas donde viven se calientan en invierno con estufas de carbón y son la principal causa del esmog que sufre la ciudad, una de las más contaminadas del mundo.

Algunos opinan que no sólo el cambio climático es responsable del desequilibrio ecológico que vive el campo mongol: también el hecho de que desde la caída del comunismo en 1990 los ganaderos hayan aumentado sus rebaños sin control, en busca de rápidos beneficios.

Las cabezas de ganado se han multiplicado por tres, y prolifera la cría de cabras (más dañinas para los pastos que las ovejas, ya que se comen la raíz de la hierba) por los altos precios de su lana de cachemira, producto estrella de Mongolia.

“Deberíamos prestar más atención a la calidad de los animales más que a la cantidad, quizá dedicar más manos a la agricultura”, opina a Efe el ganadero y gobernador comarcal Nergui Gantulga.

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