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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

El calentamiento del planeta pone en peligro a las barreras de coral

El blanqueamiento provocado por el calentamiento global pone en peligro a los arrecifes de coral

José Cervera

Un arrecife de coral blanqueado es como un bosque incendiado, lleno de cadáveres o de las grandes estructuras de los corales mesa abigarradas de colores extraños, medio muertas y agonizantes en un paisaje polvoriento. En el peor de los casos puede acabar pareciéndose a un inmenso osario, con los corales cuernos de ciervo como montañas de esqueletos pelados por la podredumbre y la intemperie de millones de bestias muertas. Un arrecife de coral blanqueado es una escena de muerte pasada o inminente, con escasos peces que mordisquean lo que ya no puede dar sustento y apenas cobijo; un bodegón de destrucción.

Desde 1970 se vienen detectando episodios en todo el mundo, desde el pacífico central (Hawái), al Mediterráneo en 1996. Pero donde se han producido repetidos eventos de blanqueamiento ha sido en el océano Índico, donde los múltiples episodios han acabado por arrasar los arrecifes coralinos de las Islas Maldivas, Sri Lanka, las Seychelles y la costa índica africana (Kenia, Tanzania). Lo mismo ha ocurrido en Australia: la Gran Barrera de Coral ha sufrido reiterados episodios con el de 1998 y el de 2006 como especialmente intensos.

Este año, un episodio anormalmente cálido de El Niño, en sí mismo una anomalía caliente del Pacífico ecuatorial oriental, ha causado un nuevo evento de blanqueo en la Gran Barrera, y esta vez el 93% de sus corales están afectados. La prognosis es mala: la situación tenderá a empeorar con el calentamiento global.

Ecosistemas de biodiversidad

Los arrecifes de coral son las estructuras más grandes y maravillosas creadas por la vida en el planeta Tierra. Cubren aproximadamente unos 300.000 kilómetros cuadrados de la superficie terrestre, la mitad de Francia, concentrados en mares tropicales (dentro de la isoterma de 20 grados centígrados, donde no hay aguas frías) y a profundidades menores de 50 metros, aunque existen corales de gran profundidad y capaces de formar arrecifes en aguas frías.

Solo la Gran Barrera de Coral australiana tiene más de 2.600 kilómetros lineales en paralelo a la costa nororiental de la isla continente; el arrecife de Nueva Caledonia tiene más de 1.500 km rodeando una laguna de 24.000 kilómetros cuadrados y el arrecife mesoamericano suma más de 1.000 kilómetros desde el Yucatán a Honduras. Al otro lado del Caribe está la barrera de Andros, entre esta isla y Nassau, en las Bahamas, y hay zonas recifales dispersas en Maldivas (numerosos atolones), el Mar Rojo, Florida o el llamado Triángulo de Coral que cubre buena parte de las islas de Indonesia.

Se trata, junto a las selvas tropicales, de los ecosistemas con mayor biodiversidad, productividad y riqueza biológica del planeta. Los actuales arrecifes de coral surgieron en el Cretácico, hace entre 100 y 60 millones de años, pero desde el Cámbrico ha habido estructuras similares, si bien con la presencia dominante de otros grupos biológicos.

Los corales son animales del grupo de los Cnidarios, que incluye también a las medusas; viven en grandes colonias en las que los individuos están interconectados, y los que forman los arrecifes segregan un esqueleto calcáreo sobre y dentro del cual viven. Cada uno de los individuos, o pólipos, tiene una boca rodeada de tentáculos y un sistema digestivo propio; los tentáculos están armados de células especiales urticantes que les sirven para atrapar su comida.

Las intrincadas estructuras tridimensionales de carbonato cálcico que forman son un refugio ideal para numerosos animales como peces (adultos y juveniles), así como soporte para una enorme variedad de seres vivos, desde plancton hasta tortugas, tiburones-ballena o mantas-raya. Por eso crean algunos de los ecosistemas más ricos de la Tierra.

La amenaza del cambio climático

Y ahora están amenazados por el cambio climático. La causa es una vulnerabilidad derivada de su mayor fortaleza: buena parte de los actuales corales (pertenecientes al grupo de los Scleractinia) han aprendido a vivir en simbiosis con microorganismos, entre ellos un grupo de protozoos flagelados capaces de hacer la fotosíntesis conocidos como Symbiodinium (también llamados Zooxanthellae) que viven dentro de sus tejidos. Estos 'inquilinos' proporcionan a los corales un significativo tanto por ciento de la energía que necesitan capturada del sol con la fotosíntesis; en muchos grupos de corales la mayoría, a cambio de vivir protegidos dentro de los corales.

De hecho su asociación con estos simbiontes es lo que le ha proporcionado a estos grupos de pólipos coloniales la ventaja evolutiva y el éxito de que ahora disfrutan. Pero en el proceso se han hecho dependientes, lo que significa que si los protozoos fotosintéticos se marchan, el coral pasa hambre.

Así lo explicaba el otro día en Twitter la doctora Jessica Carilli, especializada en biología de los corales: el problema del blanqueamiento no es que provoque la muerte instantánea a los arrecifes, sino que los somete a una drástica dieta. Se conoce como blanqueamiento al proceso que ocurre cuando los corales expulsan de sus tejidos a sus Symbiodinium, lo cual tiene como consecuencia la pérdida de color de las estructuras recifales, pero también que los pólipos se queden sin buena parte de su alimento: aunque todas las especies son capaces de alimentarse por sí mismas filtrando diminutos bocados del agua circundante, en muchos casos sus esfuerzos son insuficientes. Cuando los simbiontes se marchan el coral se queda hambriento y su supervivencia dependerá del tiempo que pase sin ellos, y de las reservas de que pueda disponer, además de su capacidad alimenticia propia (diferentes según las especies).

Por eso el hecho de que casi toda la Gran Barrera de Coral esté en pleno blanqueamiento no significa, necesariamente, que se vaya a morir: si el episodio es corto los corales resistirán la dieta hasta que los simbiontes regresen y todo vuelva a la normalidad. Lo malo es si el episodio se alarga. O se repite durante muchos años, con la consiguiente degradación progresiva de los corales.

Lo peor es que cabe temer que se produzca esta progresiva degradación, porque una de las principales causas del blanqueamiento es el calor. Aunque otros estímulos son potenciales causas de blanqueamiento la más repetida es un episodio cálido, que provoca cambios en el metabolismo de los Symbiodinium; los simbiontes empiezan a liberar radicales libres que envenenan a sus huéspedes, por lo que a éstos no les queda más remedio que expulsarlos. El blanqueamiento es la ruptura de esta provechosa relación inquilino-propietario, muchas veces a causa del excesivo calor. Un calor que cada vez tiende a aumentar de la mano del calentamiento global.

La solución no es sencilla. Existen indicios de que cambios en la composición de la microbiota simbionte con los corales puede ayudarles a sobrevivir mejor los episodios de blanqueamiento; los corales del Mar Rojo, que está a una elevada temperatura todo el año, no sufren blanqueamiento, y en el Mediterráneo se han detectado indicios de resistencia adquirida en ciertas zonas. Por supuesto si los corales gozan de buena salud y están bien alimentados tienen mayor probabilidad de sobrevivir a episodios temporales, mientras que si ya se encuentran sometidos a estrés (por contaminantes, actividades pesqueras o turísticas) son más vulnerables.

Ahora existe preocupación por el efecto que pueda tener la segunda parte de 'Buscando a Nemo', ya que se teme provoque la adquisición masiva de peces de la especie de Dory, que a veces son capturados con técnicas de cianuración que dañan los arrecifes. Pero con la tendencia al aumento general de las temperaturas por el calentamiento global la situación no parece que tenga visos más que de empeorar. Por culpa del blanqueamiento el futuro de las estructuras más complejas y ricas jamás construidas por seres vivos en nuestro planeta no puede ser más negro. 

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