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Así 'curamos' un caso de sordera de hace 430.000 años

Reconstrucción 3D de las cavidades del oído del Cráneo 4.

Mercedes Conde Valverde

Investigadora de la Cátedra de Otoacústica Evolutiva y Paleoantropología, Universidad de Alcalá —

La primera semana del mes de julio de 1992 fue histórica para el conocimiento de la evolución humana en Europa. En esos días se descubrieron dos cráneos humanos muy bien conservados en el yacimiento de la Sima de los Huesos, en la Sierra de Atapuerca (Burgos, Castilla y León).

El yacimiento está firmemente datado en el Pleistoceno medio (hace alrededor de 430 000 años) y se trata de la mayor acumulación de fósiles humanos conocida hasta la fecha. Hasta 2019 se han recuperado allí más de 7 000 fósiles humanos correspondientes al menos a 28 individuos de ambos sexos y de edades de muerte comprendidas entre la preadolescencia y la edad avanzada. Todos pertenecientes a la misma población biológica.

El primer cráneo en ser descubierto en la campaña de 1992 perteneció a un individuo adulto, algo que podemos determinar gracias al estado de obliteración de sus suturas craneales. Posiblemente masculino, por ser uno de los de mayor tamaño de la muestra. Aunque su nombre oficial es el de Cráneo 4, recibió el apodo de Agamenón por parte de sus descubridores.

Cuando fue estudiado en profundidad, se descubrió la presencia de exostosis en ambos conductos auditivos externos. Se trata de unos recrecimientos del hueso timpánico que reducen el diámetro de dicho conducto. Cuando esta patología está muy avanzada, puede llegar a causar la sordera de los individuos, bien por ocasionar la obstrucción completa del conducto o bien por ser la causa de otitis recurrentes. No se conocen con exactitud las causas de esta patología, pero ha sido asociada con exposición continua al agua fría y es frecuente en surfistas y buceadores.

Esta explicación no parece probable en el caso de Agamenón, pues no hay evidencia del uso de recursos marinos por parte de la humanidad en el Pleistoceno medio. Además, es el único ejemplar de la muestra que presenta exostosis en sus oídos. Si el origen de la patología estuviera relacionado con alguna actividad concreta es esperable que hubiera afectado a más miembros del grupo.

Un diagnóstico obsoleto

En 1997, los investigadores del equipo de Atapuerca llegaron a la conclusión de que las exostosis de Agamenón estaban los suficientemente desarrolladas como para haber causado la sordera del individuo. Desde entonces, este cráneo ha sido considerado en la literatura científica como el caso de sordera más antiguo conocido.

El diagnóstico se basaba en una imagen tomográfica que mostraba la obliteración de los conductos auditivos de Agamenón. Desde entonces, las técnicas tomográficas han experimentado un extraordinario progreso y ahora es posible obtener imágenes de mucha mayor precisión. Con un software específico podemos reconstruir en tres dimensiones las cavidades del oído a partir de cientos de tomografías computarizadas. Son avances técnicos que no existían en 1997. Por otra parte, en las dos últimas décadas, nuestro equipo ha desarrollado una técnica que permite establecer la transmisión de la energía sonora a través del oído externo y medio a partir de la medición de sus dimensiones obtenida en los modelos tridimensionales.

Por ello, hace un año nos propusimos mejorar el diagnóstico de Agamenón aprovechando los nuevos avances tecnológicos para ver si su sordera había sido completa o si solo había afectado a algunas frecuencias concretas. Escaneamos de nuevo sus dos temporales con un grado de resolución mucho mayor, realizamos las reconstrucciones tridimensionales de sus cavidades y establecimos la transmisión de la energía sonora a través de los oídos de Agamenón.

Nuestra sorpresa fue mayúscula al comprobar que la obstrucción de los conductos auditivos no había sido total y que su audición no se habría visto afectada. De hecho, oiría como el resto de los miembros de su grupo. También fuimos capaces de establecer cómo habría sido su audición sin la presencia de la exostosis y no encontramos ninguna diferencia significativa entre ambas situaciones, con o sin la patología.

Este resultado tiene un gran impacto en los estudios sobre paleopatología de la audición realizados en otros fósiles humanos, puesto que este tipo de patología es frecuente, especialmente entre los neandertales. La inspección ocular de algunos de dichos ejemplares y su comparación con la patología de Agamenón ha llevado a que se les atribuya pérdidas significativas de audición. Sin embargo, la nueva evidencia aportada por nuestro trabajo indica que esta no permite establecer el grado de audición de un individuo. Es preciso realizar un estudio más exhaustivo para determinar las capacidades auditivas de un ejemplar fósil.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el original aquí.The Conversationaquí

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