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La desigualdad llega al grifo: las clases privilegiadas vuelven insostenible el consumo de agua en las ciudades

Piscina en una urbanización de lujo.

Raúl Rejón

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El uso intensivo que las personas con ingresos más altos hacen del agua en las ciudades lleva hacia un “consumo insostenible” de este recurso fundamental. Un uso masivo dedicado, especialmente, a necesidades no básicas como el riego de sus jardines o sus piscinas, según muestra una investigación recientemente publicada en Nature Sustainability.

“Los ingresos económicos son un factor crucial en el consumo doméstico del agua”, explica Elisa Savelli, investigadora de la Universidad de Upssala y coautora del estudio. “Nuestro trabajo muestra que la mayor parte del agua que consumen los grupos más privilegiados se destina a esos usos no básicos, mientras que el resto de población la utiliza, sobre todo, para beber o para su higiene”.

España atraviesa actualmente un pico de escasez de agua por la mezcla de pocas lluvias y alta demanda sostenida en el tiempo. Aquí, el principal consumidor de líquido es el riego agrícola. Cuando el recurso escasea, es el primer sector con restricciones. La ley blinda, en última instancia, el consumo humano como primera prioridad. Sin embargo, los cortes y problemas en ciudades y pueblos han ido llegando durante los últimos meses.

Los ingresos económicos son un factor crucial en el consumo doméstico del agua

Elisa Savelli Investigadora de la Universidad de Uppsala

Han ido apareciendo desde el verano pasado cortes parciales del grifo, prohibición de duchas en playas, de riego de jardines o piscinas. Lo que atestigua esta investigación es que, en el contexto de menos agua que trae el cambio climático, la manera de gastarla que se ha establecido hasta ahora no podrá mantenerse en el tiempo: “Es probable que el consumo hídrico en ciudades como Ciudad del Cabo o Barcelona, por ejemplo, se vuelva insostenible debido al exceso de consumo de esas clases privilegiadas”, describe Savelli.

Esta ingeniera experta en gestión de recursos hídricos afirma que el patrón se agota porque, “en el corto plazo, consume de manera desproporcionada el agua disponible para la población. Y, a largo plazo, supone una amenaza para el buen estado de los recursos hídricos superficiales y subterráneos. Nuestros resultados muestran que este modelo de consumo por parte de los más ricos puede disparar una crisis del agua”.

¿A qué resultados se refiere la científica? La investigación utilizó como caso de estudio Ciudad del Cabo (Suráfrica). Allí, el 13% de la población con mayores ingresos se bebe el 51% del volumen de agua consumido al año –en realidad, lo que menos hacen es bebérsela literalmente–. Los grupos menos privilegiados (el 61%) de los vecinos utilizan un 27%.

Savelli explica que su análisis y resultados “pueden aplicarse a cualquier área climática y ciudad en las que haya desigualdades económicas”. Y esas desigualdades “no se limitan a una zona sino que se extienden por todo el planeta”.

De hecho, estos científicos han rastreado más de 80 ciudades que han padecido escasez severa de agua solo en las dos primeras décadas del siglo XXI. Entre ellas citan Melbourne, Sídney, Estambul, Miami, Cuidad de México, Londres, El Cairo, Sao Paulo, Moscú y también Barcelona.

¿Por qué ocurre esto? La investigadora expone que “no hay nada natural en que las élites urbanas sobreconsuman y se produzca una marginación de otros grupos sociales. Las desigualdades hídricas son producto de confluencias históricas, políticas y de poder”.

España no es ajena a esta realidad y este peligro. “Las ciudades españolas son vulnerables a este modelo de consumo”, responde la ingeniera. Y lo son por estar “caracterizadas por desigualdades sociales en las que los más ricos terminan por realizar ese consumo insostenible”. El contexto climático que reduce el agua disponible –ha caído un 12%, según los cálculos del Ministerio de Transición Ecológica– añade estrés al modelo.

Ya en 2009, los investigadores del Instituto de Ciencia y Tecnología de la Universidad de Barcelona describieron cómo esas confluencias marcaron la política de agua en el municipio catalán de Matadepera. Un suburbio cercano a Barcelona que, en ese momento, contaba con 9.000 habitantes y 1.000 piscinas. Su consumo de agua per cápita se situaba en 419 litros al día por persona. “Una media muy alta tanto para España como para Europa”, describían los investigadores. De hecho “tres veces superior al promedio en el centro de Barcelona”. Se da la circunstancia de que Matadepera es el municipio más rico de Catalunya (y el segundo de España).

La España seca de 2023

España, en abril de 2023, tiene problemas de agua. Los embalses están a la mitad de su capacidad, muy por debajo de la media de la década. Más allá de este dato general, a mediados de marzo se tuvo que activar un trasvase entre los pantanos de La Colada y Sierra Boyera para abastecer a 24 pueblos del norte de Córdoba. El embalse receptor había caído al 0,8%. Un mes después de poner en marcha el trasvase, se ha detectado, además, que el agua no es potable.

En Catalunya, la Generalitat ha tenido que poner en marcha un dispositivo para sacar varias toneladas de peces del embalse de Sau con la idea de salvar el agua que deben beber los ciudadanos. El pantano está al 6%.

El único modo de contrarrestar el modelo pasa por que la sociedad no tolere ese sobreconsumo a expensas del resto de ciudadanos y el medio ambiente

Elisa Savelli Investigadora de la Universidad de Uppsala

De hecho, el Ejecutivo catalán decretó a finales de febrero la “excepcionalidad” por la sequía, que conllevaba reducir un 40% el agua para el regadío, además de, en esta ocasión, prohibir mantener jardines o lavar coches en la vía pública. Un mes después, la Generalitat convocó una mesa de la sequía con todos los grupos políticos que terminó en fracaso.

En estos casos, el problema ya se ha presentado con toda su crudeza. La bola ha ido creciendo a base de mantener un consumo intensivo mientras las precipitaciones, finalmente, no han colmado las expectativas y rellenado las infraestructuras una vez exprimidas.

“El único modo de contrarrestar el modelo injusto e insostenible de consumo de las elites urbanas pasa por que la sociedad no tolere ese sobreconsumo a expensas del resto de ciudadanos y el medio ambiente”, aventura Savelli. “Más que aumentar el suministro, nosotros proponemos que las políticas de agua y sequía reconozcan y afronten las injusticias socioeconómicas que produce este tipo de consumo”.

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