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El documental que pone rostro a los sanitarios fallecidos por la COVID-19: “El sistema no puede confiar todo a su heroicidad y vocación”

'Vocación', retrato coral de los médicos fallecidos en primera línea contra la COVID-19

Mónica Zas Marcos

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“Un héroe hace un acto desinteresado, se sacrifica de forma consciente. Mi marido en ningún momento fue consciente de que podía perder la vida”. La que habla es la viuda de Manolo Garrido, médico fallecido durante su servicio en la pandemia de COVID-19 y uno de los protagonistas de Vocación, el documental con el que el Ilustre Colegio de Médicos de Madrid (Icomem) rinde homenaje a los sanitarios caídos en la Comunidad. “Nos venden que han sido héroes para que nos callemos y estemos contentos. Y para nada. Manolo ha sido víctima de la desprotección”, reclama Cristina, su esposa, frente a la cámara. Es uno de los 15 testimonios que conforman este retrato coral dirigido por Polo Menárguez y que se ha presentado este jueves en la sede del Icomem para recordar las consecuencias de un virus que aún continúa saldándose víctimas.

El título del filme, según su autor, sirve para recordar que “no se puede confiar todo un sistema en la heroicidad o el amor por la profesión de nuestros sanitarios”. “No es una vocación insensata y temeraria, es humana, y, por lo tanto, es vulnerable y sensible. Se puede perder”, piensa Menárguez, hijo de dos médicos jubilados que se prestaron voluntarios para ayudar en la crisis. Tras ver el documental, su madre le confesó que no se presentaría una segunda vez. “Se han quedado agotados y le tienen pavor a una segunda ola”, reconoce el director, que lleva meses en contacto con familiares y compañeros de las víctimas.

A pesar de que su pérdida era muy reciente, todos aceptaron la invitación de Polo para charlar. “Prometí máximo respeto y que iba a ser un tono de puro homenaje”, explica él. Hijas e hijos, cónyuges y colegas recuerdan, algunos entre lágrimas, que lo que unía a todos ellos con la medicina era la relación con el paciente. “Para él nunca fueron números, no era el de la habitación 4 cama 2”, dice la mujer de un médico de familia. Con todo y con eso, rechazan la etiqueta de héroe y heroína tanto como los propios sanitarios supervivientes: “Llamarlos mártires o héroes exime la responsabilidad del sistema. No deberían haber perdido su vida por ayudar a los demás”, resume otra de las hijas.

“El gran error español fue minimizar la que se nos venía”, explica Santiago, quien también estuvo en primera línea hasta que la COVID-19 lo tuvo durante tres semanas intubado a la UCI. “Un buen profesional debe poner su esfuerzo personal al máximo nivel, pero nunca a costa de su propia vida”, piensa ahora. Una reflexión a la que han llegado los sanitarios después de comprobar, muchos en sus propias carnes, los riesgos reales de su trabajo: “Nadie debería perder la vida por estar ayudando a los demás”, replica otra de las familiares.

La vicepresidenta del Colegio e infectóloga del Hospital Gregorio Marañón, Belén Padilla, contrajo el coronavirus a principios de marzo y conoce bien los dos lados de la trinchera. Por eso, se pone “enferma” cuando asiste a la despreocupación con la que la sociedad vuelve a cometer los mismos errores que provocaron la primera gran ola de contagios. “Estamos cansados, no nos gusta nada la palabra héroes”, reconoce. “Los aplausos nos han reconfortado, pero ¿qué están haciendo los políticos para que la Sanidad Pública no se vaya a pique? No vemos los refuerzos que nos prometieron. Necesitamos vacaciones porque viene un otoño calentito que podría ser igual de duro que lo que hemos vivido”, prevé Padilla.

Fase 2: Ayudar psicológicamente a los sanitarios

Uno de los amigos y compañeros de Belén Padilla aparece representado en Vocación a través de la voz de su mujer. Alberto Tejedor, nefrólogo del Hospital Gregorio Marañón, falleció por culpa del coronavirus mientras que sus propios colegas trataban de salvarle la vida. Para Padilla, el coste psicológico y emocional de esa pérdida es lo peor que se lleva de la pandemia. “Pierdes la objetividad. Es unir el fracaso de la medicina a la impotencia personal”, admite. También el pensamiento consiguiente que no dejará de acompañarla: “Alberto podría haber sido yo”.

“Ahora que ha pasado la fase cruda de la enfermedad, nos damos cuenta de que estamos muy tocados psicológicamente. Hay compañeros que han tenido que recurrir a un psiquiatra porque las depresiones han estallado”, cuenta Padilla. “Ha sido una enfermedad muy cruel donde los pacientes han estado solos con nosotros. Es muy duro de vivir y de digerir”, recuerda ella, que nada más recuperarse de la COVID-19 volvió al Marañón y, en sus palabras, fue como regresar a un hospital después de un tsunami. “Los pasillos estaban vacíos, sin ambiente. Había gente verbalizando por primera vez en décadas de profesión que querría abandonar, aunque evidentemente no lo hicieran”, describe.

En su hospital han creado grupos de apoyo psicológico moderados por psiquiatras y profesionales en los que comparten por primera vez y en voz alta las cosas más duras que han visto estos tres meses. Sin embargo, se sienten abandonados a nivel institucional, por parte las autoridades políticas y de la gestión del hospital. “Estamos muy lábiles. A la mínima soltamos una mala contestación o nos echamos a llorar. Necesitaríamos mucho más mimo a este nivel”, replica ella.

Polo Menárguez lo ha comprobado durante las entrevistas: “No se les está cuidando. Hay una huelga de residentes la semana que viene, ¿cómo es posible? Que los que se han lanzado a los leones como bestias se tengan que poner en huelga apenas unas semanas después”, reflexiona. Además, apenas se han podido recuperar del shock postraumático y ya se cierne sobre ellos la amenaza de los rebrotes. “Se te revuelve todo por dentro cuando ves las imágenes por televisión o a cierta gente por la calle. No se han dado cuenta de lo que ha sido esto y lo que puede volver a ser. Yo pensé que íbamos a salir más solidarios de esta, pero no”, se resigna la vicepresidenta del Icomem. Tanto ella como Padilla confían en que Vocación no solo sirva para recordar la memoria de los caídos, sino para apelar a la responsabilidad de la sociedad: “No hay que hacer más mártires de esta tragedia”.

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