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La esclavitud pervive de muchas maneras en Mauritania

Una mujer, , hija y nieta de esclavos -lo que se conoce como harratines- recoge los granos de trigo del suelo en la localidad de Naukchot. La esclavitud, un estigma que acompaña a Mauritania casi desde su independencia, pervive hoy de muchas maneras: no se usan grilletes ni existen mercados de esclavos como hace dos siglos, pero todos los empleos más despreciados en la sociedad los ejercen los "harratines", hijos y nietos de esclavos.

EFE

Nuakchot —

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La esclavitud, un estigma que acompaña a Mauritania casi desde su independencia, pervive hoy de muchas maneras: no se usan grilletes ni existen mercados de esclavos como hace dos siglos, pero todos los empleos más despreciados en la sociedad los ejercen los “harratines”, hijos y nietos de esclavos.

Empleados domésticos -hombres o mujeres-, guardianes, carreteros, basureros... las tareas manuales más ingratas siguen hoy en manos de este grupo étnico, cuyo mismo nombre quiere decir “libertos”, pues descienden de antiguos esclavos.

Los “harratines” son de raza negra y de lengua y cultura árabe, y en ese sentido se distinguen de los negroafricanos del sur de Mauritania, que tienen sus propias lenguas emparentadas con las de Senegal; los harratines son negros esclavizados y arabizados durante siglos, y sus descendientes.

A falta de estadísticas fiables, todos los observadores creen que los “harratines” suponen, con un porcentaje de entre el tercio y la mitad, la mayoría de la población en Mauritania, por delante de los negroafricanos y de la élite de los árabo-bereberes, llamados “beidán” (blancos) en la lengua local.

El discurso oficial mauritano puede calificarse de negacionista: “la esclavitud como tal no existe, solo quedan algunas secuelas”. Pero la realidad es tozuda y cada cierto tiempo aparece un nuevo caso que llega a los tribunales, repitiéndose siempre el mismo esquema: un patrono blanco con harratines indocumentados viviendo a su servicio.

Los esclavos que en Mauritania todo el mundo reconoce como tales comparten tres lacras: pobreza, analfabetismo y falta de documentos civiles. Además de un “dueño blanco”.

“El problema es el negacionismo”, comenta a Efe el diputado y abogado El Id Mohameden Mbarek, presidente de “Manifiesto por los derechos políticos, económicos y sociales de los harratines”, quien lamenta que todo aquel que denuncia la esclavitud es sistemáticamente etiquetado como opositor al régimen.

Para Mbarek, el Estado mauritano “no es propiamente esclavista”, pero debería promover una investigación transparente e inclusiva que establezca cuál es la realidad del fenómeno, en particular en las regiones más afectadas del país, y que incluya además las deficiencias del sistema judicial para atacar este drama.

El Estado -prosigue- tiene además la obligación de crear un sistema de acogida de las que identifique como víctimas de esclavitud, pues de lo contrario esas personas transmitirán su condición a sus hijos y a sus nietos.

Mbarek reconoce que a veces son las propias familias harratines las que perpetúan la esclavitud: aplastadas por la pobreza, envían a sus hijos desde pequeñitos a ganarse el pan; “¿cómo quiere usted que esos niños se escolaricen?”, se indigna.

Coincide con él el analista Sneibe Mohamed, para quien la esclavitud con formas modernas no es sino “la consecuencia directa de un sometimiento de varios siglos”, y sus secuelas más claras son “la pobreza y la ignorancia”.

Para este último, el enfoque del Estado es correcto, pero insuficiente, y anima a las ONGs a una mayor implicación precisamente para hacer más efectiva la acción del Estado.

Otro de los precursores en la lucha contra el esclavismo, Messoud uld Boulkheir, fundador allá por 1978 del movimiento “Akhil Hartani” (mi hermano harratín) preconiza la convocatoria de un Diálogo Nacional Inclusivo.

“Los dejados de lado, y son los mayoritarios en el país, están hartos de parches aquí y allá que no llevan sino al caos”, advierte uld Boulkheir, quien exige “una clara voluntad política que evite lo peor para el país”.

Mbarek matiza que la legislación mauritana -que desde 2007 define la esclavitud como crimen contra la humanidad- “es una de las mejores del mundo, pero falla en su aplicación”.

Aunque se han creado tres tribunales especializados para tratar casos de esclavismo, los casos solo les llegan con cuentagotas.

Y además, considera que el Estado debe llevar a cabo una campaña de sensibilización con los harratines mismos, para sacarlos del fatalismo y que comiencen, por ejemplo, por enviar sistemáticamente a sus niños a la escuela.

La escuela, más la promoción de actividades generadoras de riqueza en las regiones con más harratines serán, según él, las mejores soluciones a largo plazo contra la esclavitud.

Maarouf uld Daa

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