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La escritora Sara Mesa se enfrenta a la pobreza con “Silencio administrativo”

La escritora Sara Mesa se enfrenta a la pobreza con "Silencio administrativo"

EFE

Sevilla —

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La escritora Sara Mesa, conocida por títulos como “Cicatriz”, “Mala letra” y “Cara de pan”, se ha enfrentado a la pobreza con una “crónica personal” con aire de denuncia pública que ha titulado “Silencio administrativo”.

Publicado en la colección de ensayo Cuadernos de Anagrama, la crónica de Sara Mesa (Madrid, 1976) lleva el subtítulo de “La pobreza en el laberinto burocrático” porque la autora tiene el convencimiento, ha dicho a Efe, de que las exigencias administrativas que han de superar los más desasistidos son otra vuelta de tuerca a su penosa situación, algo que no ha dudado en calificar de “demoníaco”.

“Empecé a escribir esta crónica por la indignación a la que llegué con una historia que viví; se puede decir que es periodismo de investigación a la inversa”, ha dicho al recordar el día que, junto a su amiga Nuria, decidió ayudar a una indigente que solían encontrarse en la calle pidiendo limosna.

Como la pobre mujer padecía además una discapacidad visual, Sara Mesa y su amiga decidieron ofrecerse para rellenarle los papeles necesarios y tramitárselos ante las correspondientes instancias administrativas, para que pudiera acceder a las ayudas previstas para casos como el suyo, de pobreza severa.

“Fue entonces cuando llegué a ver las tripas del sistema administrativo”, según Mesa, que también ha calificado de “rueda” la de los servicios sociales, dentro de “un sistema demoníaco, lleno de callejones sin salida”.

Por ejemplo: “Si no tienes casa, no existes a efectos administrativos; el sistema deja fuera a quienes viven en una habitación alquilada sin contrato; si te echaron de tu casa o tu casa ardió en un incendio tienes que demostrarlo con papeles.¡Pero es que hay mucha gente que no tiene papeles!”.

El tono de desesperación que emplea Mesa en esas palabras remite al que transmiten los primeros capítulos de “Silencio administrativo”, cuando relata cómo la carencia de un empadronamiento municipal -certificado imposible de obtener si se carece de domicilio- se alza como una infranqueable muralla ante quienes más necesitados están de ayuda.

Y eso que la escritora hace una salvedad, porque antes de embarcarse en esta aventura, ha asegurado, era de quienes pensaba dos cosas: “Que las personas que viven en la calle no lo hacen por gusto” y que “había asistencia social para esas personas, que el panorama no era tan negro”.

Pero se equivocaba: “Las cosas están negrísimas”.

“Los índices de pobreza no se han recuperado tras la crisis, ni se están recuperando con el empleo ya que mucha gente que encuentra trabajo sigue siendo pobre; la bolsa de la pobreza severa, que también existía en época de bonanza, se ha convertido en un mal endémico al que nos hemos acostumbrado”.

Y, volviendo al caso concreto de “Silencio administrativo”, una medida de urgencia para una persona que está en una situación considerada de urgencia y que no debería postergarse más de diez tarde, llegó ocho meses tarde:

“Eso, para alguien que vive en la calle, es irreversible”, ha dicho Mesa, quien ha asegurado que la protagonista de su libro, a la que ha llamado “Carmen” -una mujer de 38 años que parece que tiene muchos más- está ahora “peor que antes, no podría estar mejor en ningún caso”.

“La pobreza no puede tener un final feliz; es mucho más duro de lo que parece; con lo que ofrece la Administración no se puede salir adelante; las ayudas, que son insuficientes, no van acompañadas de medidas de inserción sociolaboral; los sistemas de rentas mínimas son ineficaces; la pobreza se cronifica; sólo el 8 por ciento de los que están por debajo del umbral de la pobreza recibe la renta mínima ¿Qué pasa con el 92 % restante?”

La escritora considera que no haber utilizado “el pequeño altavoz” que tiene por ser escritora hubiera sido “una forma de complicidad”, de ahí que haya intentado que el lector “pase por el mismo proceso” que ella ha vivido, con la aspiración de que “el sistema se revise y humanice; porque esto es Kafka en el siglo XXI”.

Alfredo Valenzuela

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