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Familias trans: Cada mensaje de odio se traduce en violencia en el patio

Familias trans: Cada mensaje de odio se traduce en violencia en el patio
Madrid —

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Madrid, 29 jun (EFE).- El encendido debate en torno a la ley trans ha tenido un impacto acusado en la infancia trans: sus familias denuncian que han aumentado las agresiones, el aislamiento e incluso los ingresos hospitalarios de estos menores porque cada discurso de odio, aseguran, se convierte en violencia en el patio del colegio y en el parque.

Con motivo del Orgullo LGTBI y la aprobación este martes de la ley trans y por la igualdad LGTBI, la presidenta de Chrysallis (Asociación de Familias de Menores Trans), Ana Valenzuela, relata a Efe cómo la transfobia ha potenciado la vulnerabilidad de los menores trans. Para derribar prejuicios, falsos mitos y desconocimiento, pide a la sociedad que se escuche a las familias de estos niños.

“Detrás de cada mensaje, entrevista, ponencia de estas personas, inmediatamente nos encontramos con violencia en los patios de los colegios, en los jardines, en el deporte que practica nuestra infancia. Es algo inmediato”, sostiene Valenzuela.

Los discursos de odio y las declaraciones que ponen en duda su identidad generan desprotección: “Son niños, nada más que niños con derecho a tener los mismos derechos que el resto, no queremos ni más ni menos”, asevera.

La presidenta de Chrysallis -asociación que agrupa a dos mil familias de menores trans y cuyo objetivo es el asesoramiento y el acompañamiento- lamenta que el cuestionamiento de la identidad de género proceda tanto de la ultraderecha como de sectores feministas que “en principio son progresistas”.

Sostiene que en los últimos tiempos se habían producido grandes mejoras en el entorno educativo, con protocolos para tratar a los menores conforme a su identidad, y que no había problemas a la hora de utilizar baños y vestuarios y tampoco en los deportes. Sin embargo, a raíz del debate de la ley trans han aparecido “muchísimos problemas” que no existían.

Valenzuela, madre de una niña trans de 10 años e implicada en las negociaciones del Gobierno para desbloquear la ley, ha tenido que cerrar sus redes sociales debido a la agresividad de los ataques recibidos: “Los he recibido como persona, como mujer, y sobre todo como madre”, denuncia.

Este martes llega al Consejo de Ministros el anteproyecto de la ley, que permitirá cambiar el sexo y el nombre del Registro Civil a partir de los 14 años sin necesidad de pruebas, informes ni testigos. Los colectivos LGTBI demandaban que la edad se fijara en los 12 años, pero los chicos de 12 y 13 años necesitarán una autorización judicial para el cambio de sexo, algo que esperan que cambie en el trámite parlamentario de la norma.

Valenzuela solicita que el procedimiento no se rija por la edad, pero explica la relevancia de que esté garantizado a partir de los 12 años porque es el momento a partir del cual los menores empiezan a socializar por sí mismos y han de identificarse en distintas circunstancias, por lo que comienza una fase de exposición y vulnerabilidad.

“Si su documentación no se corresponde con su expresión de género se produce un atentado contra su derecho a la intimidad, tienen que dar explicaciones constantemente de quiénes son y se produce discriminación que les puede llevar a la exclusión social y al aislamiento. Prefieren no socializar, no salir, con tal de no identificarse con un documento que no les corresponde”, apunta.

En la actualidad, gracias a una instrucción de 2018, todas las personas menores trans pueden cambiar su nombre en el Registro, que no su sexo. En algunas comunidades autónomas pueden cambiar también su nombre en la tarjeta sanitaria y hay protocolos deportivos y escolares en función de si hay ley trans autonómica.

“Hay grandes diferencias según el territorio en el que vivas, de ahí la importancia de contar con una ley paraguas para que tengas garantizados los mismos derechos vivas donde vivas”, defiende.

La activista propone, para garantizar la seguridad jurídica y certificar la estabilidad y la madurez del niño, que se permita el cambio de nombre por debajo de los 12 años y que se establezca un plazo de dos años, por ejemplo, para cambiar el sexo: “Sería una salida airosa tanto para el Gobierno como para los menores”.

A pesar del revuelo sobre los tratamientos hormonales, Valenzuela explica que los menores acceden sin problemas a estos tratamientos hormonales para el bloqueo de la pubertad cuando así lo demandan, porque no todos lo hacen, “siempre bajo un control médico” y de forma individualizada.

Estos tratamientos, aclara, inhiben el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios -no de forma irreversible- y da tiempo a los menores para “tomar decisiones a futuro” sobre su cuerpo.

La presidenta de Chrysallis incide en que existen muchos bulos y prejuicios en torno a las personas trans sobre todo por la falta de referentes, ya que los más mediáticos han tenido vidas extremas de sufrimiento y violencia.

“Nadie se ha parado a explicar por qué realmente las personas trans adultas han tenido procesos de vida tan duros: no es algo intrínseco a ser trans, han sido perseguidas, las han echado de casa a muy edades tempranas”, cuenta.

Desde Chrysallis hacen pedagogía para que los padres entiendan que una infancia trans acompañada en un entorno seguro va a tener un futuro exactamente igual que el resto.

“La familia lo que tiene que hacer es crear un entorno de confianza y seguridad para que su hije pueda expresarse con total seguridad y saber que no va a ser juzgado, castigado ni corregido constantemente”, concluye.

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