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Un “hogar de oportunidades” para mayores de 50 años sin techo

Un grupo de mayores de 50 años y sin un techo bajo el que vivir tienen una nueva oportunidad de reintegrarse en la sociedad y "dejar de ser invisibles", a través del "Hogar de oportunidades" que Mensajeros de la Paz ha abierto para que se reencuentren con "los gestos más sencillos de la vida normal, tras haber pasado por situaciones extremas".

EFE

Morata de Tajuña (Madrid) —

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Un grupo de mayores de 50 años y sin techo han emprendido una nueva vida gracias al “Hogar de oportunidades”, una iniciativa pionera puesta en marcha por Mensajeros de la Paz que les permite reencontrarse con “los gestos más sencillos” tras haber sufrido situaciones extremas.

El centro, en el municipio madrileño de Morata de Tajuña, tiene plazas para 17 sintecho y sin redes familiares. Es uno de los colectivos más vulnerables, porque a todas las dificultades que conlleva el ‘sinhogarismo’ se suman las enfermedades propias de la edad y, en general, “menos energía para luchar”.

Así lo explican a Efe Natalia Barber, una de las trabajadoras sociales de Mensajeros de la Paz que ha colaborado en la puesta en marcha de este ‘hogar de oportunidades’ que se dirige a las personas que quedan “fuera de los recursos” que hay en Madrid, que están dirigidos especialmente a jóvenes y adultos.

Este plan pionero pretende que quienes están cerca de la jubilación puedan tener un hogar y una familia.

De ahí que uno de los objetivos del centro sea transformarse en un auténtico hogar: con habitaciones cálidas, con espacio para guardar todos sus objetos; un salón para hacer vida en común, o una televisión para disfrutar de películas en grupo. En definitiva, un espacio de convivencia.

“Vienen de etapas de mucho sufrimiento y tienen derecho a vivir en familia”, asegura Barber, que añade que en el edificio tendrán que amoldarse a unas rutinas y a unas normas básicas.

Aunque no se quiere “infantilizar” a los usuarios con horarios (pueden salir y entrar sin restricciones, y se les facilitará un abono de transporte para ir a Madrid en autobús), sí deberán cumplir algunas reglas, como despertarse a las nueve de la mañana, ayudar en las tareas de la casa, o preparar el desayuno.

También habrá espacio para las comidas, la “maravillosa siesta”, debates sobre los problemas que surjan y encuentros con dinamizadores.

Todo ello porque el edificio abre sus puertas con aspiración a ser “no solo un lugar donde vivir, sino también donde formarse y crecer”.

Kiuman, una de las personas que va a vivir allí, explica a Efe que antes de quedarse en la calle tuvo una empresa que ayudaba a Mensajeros de la Paz. Ahora siente que el destino le devuelve esa solidaridad, y se emociona al recibir “la oportunidad de volver a vivir en un hogar”.

Compartirá casa con Hassan, otro de los inquilinos del proyecto que, tras haber vivido en países de todo el mundo, asegura que “este proyecto es único en todo el planeta”. También celebra que, aunque tiene un tumor cerebral, la vida que le quede “la pasará en familia”.

Tras tres años en la calle, Pablo llega también al piso con “enorme alegría”. Valora cosas como “poder tener un techo, ducharse en condiciones... vivir como una persona. En la calle, con perdón, se vive como animales. Aquí hay limpieza y hay cariño. Disfrutaremos cada día que pasemos aquí”.

A todos ellos ha respondido el Padre Ángel, quien, pese a ser el artífice de este programa, dice sentirse “privilegiado” y “feliz” de ver cómo las personas “siguen creciendo y soñando”, colaborando para que todos formen parte de la sociedad, “aunque algunos les quieran tapar”.

El proyecto tiene el respaldo del Ayuntamiento de Morata, cuyo concejal de Asuntos Sociales, Vicente Real, celebra que se trate de luchar contra el “verdadero problema” de la falta de vivienda; y del Samur Social, que dispone de diez plazas, y cuya portavoz, María Jesús Utrilla, considera que “debe cundir el ejemplo”.

Manolo Castro es el director de la residencia que colinda con este ‘hogar de oportunidades’, y llama a “seguir concienciando de que todas las personas deben tener una vida, un futuro y un proyecto”.

El proyecto ha sido apadrinado por los actores Fernando Cayo y Esther Acebo. Él actualmente da clases a las mujeres del piso de acogida de Mensajeros de la Paz, e insiste en que es “un acto de revolución” que “un espacio de la iglesia se convierta en un lugar de convivencia”.

“Cobijo y amor” es lo que le augura a este proyecto, y lo que todos sus integrantes se comprometen a aportar.

Patricia Cristóbal

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