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La adicción al ChemSex: “Tu vida es sexo-sobrevivir-dormir-droga”

Recreación de una conversación sobre ChemSex

Clara Roca

“Si todavía estás en un estado medianamente bueno en el que consigues no consumir entre semana, el viernes ya estás deseando hacerlo. Consumes viernes, sábado y domingo, y si llegas a trabajar el lunes es de empalme. Llegas a tu casa hecho polvo, duermes pero no es reparador. Seguramente hasta el miércoles por la tarde no recuperas tu vida. Y el miércoles piensas que no has ido al gimnasio, que te estás poniendo gordo y que nadie te va a invitar a las sesiones. Vas dos o tres días al gimnasio y luego sesión. A todo esto no estás pensando en tu familia o amigos. Tu vida es sexo-sobrevivir-dormir-droga. No existe un pensamiento que no sea la droga”.

Pablo (nombre ficticio) tiene 31 años y reside en Madrid aunque, como una gran parte de los habitantes de la ciudad, viene de otra comunidad autónoma. Trabaja en el sector financiero de una empresa y hace casi un año que no va a sesiones de ChemSex.

Esta práctica consiste en el uso de drogas en hombres gays, bisexuales y otros hombres que tienen sexo con hombres (HSH) para mantener relaciones sexuales, que se pueden prolongar durante horas o días. “Habitualmente participan varias personas y se vincula con una falta de protección y con el uso de aplicaciones móviles de geolocalización”, explica Helen Dolengevich, psiquiatra responsable del Programa de Patología Dual del Hospital Universitario del Henares que forma parte del equipo de Apoyo Positivo de ChemSex.

Para Pablo, el descubrimiento de las sesiones fue totalmente fortuito: contactó con una persona en Grindr y cuando llegó había una docena de personas y drogas de por medio. “Es la típica situación que si te la explican no habrías ido”, explica. Pablo se había criado en un entorno sin drogas y veía todo este mundo como algo muy lejano. Sin embargo, le gustó y se convirtió en su manera de tener relaciones sexuales durante los siguientes cinco años.

En España ha sido en estos últimos años en los que ha aparecido esta práctica, originaria de Londres. “El problema es cuando se convierte en una adicción y solo puedes pensar en tener prácticas de ChemSex, y que no es una noche sino que puede ser dos o tres días y que puede afectar a tu vida personal, profesional y social”, explica Reyes Velayos, presidenta de Apoyo Positivo. Esta ONG empezó a prestar apoyo psicológico y asesoramiento a usuarios de ChemSex en octubre de 2015. Desde que comenzó el programa han tratado a más de 200 personas por uso problemático.

“Se ha normalizado la práctica de estas sesiones. Quizás antes se hacía en un colectivo muy reducido, pero ha cambiado el fenómeno”, advierte el doctor Oskar Ayerdi, del Centro de Salud Sandoval. En este centro madrileño empezaron a detectar el problema hace unos cinco años.

En Barcelona, la organización LGTB Stop SIDA abrió el programa ChemSex Support para asesorar y atender a los usuarios de sesiones de sexo. “Era un fenómeno emergente que cada vez generaba más problemas”, cuenta Luis Villegas, coordinador del servicio ChemSex Support. Desde que empezaron con el programa, en 2015, han atendido a más de 120 usuarios.

Homofobia interiorizada o serofobia como factores

El perfil de usuario de ChemSex es un hombre gay que ronda la treintena, con estudios superiores, trabajo, que tiene VIH o es consumidor de PrEP. ¿Por qué se da en un sector de la población tan concreto? “Esa es la pregunta que nos estamos haciendo”, coinciden Lorena Ibarguchi y Helen Dolengevich, psicóloga y psiquiatra de Apoyo Positivo.

Los posibles factores del consumo problemático se repiten entre los profesionales consultados. La homofobia interiorizada, la serofobia, la sensación de rechazo o de soledad, los traumas del pasado, el abuso sexual en la infancia, el bullying o procesos migratorios traumáticos, son algunos de los condicionantes más recurrentes.



“Estamos intentando estudiar los factores de vulnerabilidad, porque no hay mucho estudiado al respecto. Lo que más se ha estudiado son las infecciones”, explica Dolengevich.

Los expertos coinciden en que hay que hacer un abordaje multidisciplinar, muy distinto al que se hacía con el perfil que habitualmente acude a los Centros de Atención a las Adicciones (CAD). “Es un fenómeno que une tres elementos que se retroalimentan: el uso de las aplicaciones móviles, las prácticas sexuales y el uso de drogas en el contexto sexual”, explica la psicóloga de Apoyo Positivo Lorena Ibarguchi.

También desde el Centro Sandoval insisten en la necesidad de tratar todos los ángulos. “El problema no es si tienes una sífilis o no, el problema es que hoy es miércoles y no has ido a trabajar del mono que tienes, de lo pasado que estás, o de la depresión que sufres”, reflexiona Jorge del Romero, director del Centro Sandoval.

Llegó un punto en el que Pablo iba al trabajo sin dormir, se escapaba a la hora del almuerzo para ir a sesiones o terminaba por no ir. “Llamas para decir que estás malo, pero en todo momento piensas que tienes el control, que se trata de una pérdida de control puntual, como si en todo momento fuera reversible”, cuenta Pablo, que insiste en que el problema no es la frecuencia con la que vayas a sesiones, sino la pérdida de ese control en la toma de decisiones.

“Mejor significa estar más drogado”

Las sesiones pueden durar entre varias horas y varios días. “Habitualmente suelen ser los fines de semana, desde unas horas a 72 horas como máximo”, describe Dolengevich, la psiquiatra de Apoyo Positivo. “He tenido pacientes que han estado siete días de sesión. Eso no quiere decir que tengan sexo todo el rato, pueden estar de una casa a otra casa... pero ya es gente grave”, aclara.

Los encuentros se dan en casas particulares o en saunas y las drogas más comunes en las sesiones son el GhB, la mefedrona y la metanfetamina (conocida como 'Tina'). En España también se combinan con otras drogas y sustancias, como la cocaína, ketamina, popper o viagra.

“Cuando llegas a una sesión tienes muy claro qué droga te gusta, pero luego algo se desvirtúa totalmente y si alguien aparece por ahí y te dice que tiene ketamina, vas a tomar ketamina o cocaína. Sabes que te sienta mal, pero la tomas igual, porque tienes el objetivo de estar mejor y 'mejor' es estar más drogado”, continúa Pablo.



Desde el Centro Sandoval identifican la 'Tina' como una de las sustancias más problemáticas. “Los eventos psiquiátricos, la sobredosis, los brotes psicóticos, los ingresos hospitalarios, las seroconversiones a virus de la hepatitis C,... todo es mucho más frecuente, porque es, probablemente, la droga más dañina para la salud mental”, explican.

El consumo de la metanfetamina no es igual en toda España. Su uso es más frecuente en Barcelona que en Madrid, donde se recurre más a la mefedrona. Ambas se pueden inyectar, si bien el porcentaje de usuarios que lo hacen es muy reducido.

En el Centro Sandoval calculan que es un 3% de los usuarios recurre al uso de jeringuillas para la metanfetamina y un número algo más elevado lo hace para la mefedrona. Esta práctica, conocida como 'slam' o 'slamming', conlleva riesgos de infección que pueden derivar en una septicemia.

Entre las consecuencias para la salud física y mental que existen por el abuso de estas sustancias se encuentra la depresión, la ansiedad, la adicción a las drogas, los pensamientos suicidas y, en usuarios más graves, puede desencadenar brotes psicóticos o paranoides. Además del riesgo de contraer el virus del VIH, la hepatitis C o demás infecciones o una sobredosis, que en el caso del GhB puede suponer una parada cardiorespiratoria.

El estigma del VIH

Según los estudios de Stop Sida y de Apoyo Positivo, el porcentaje de usuarios de ChemSex con VIH es muy elevado. Un 65% de los participantes del estudio de ChemSex Support declaró vivir con VIH, mientras que las cifras que estiman de VIH y Hepatitis C entre los usuarios que acuden a Apoyo Positivo alcanza el 80%.

“Hay que hacer un abordaje sobre el estigma de las personas con VIH. El consumo problemático afecta a un número importante de personas con el virus”, alerta Villegas. La serofobia es uno de los motivos por los que estas personas recurren a las sesiones como forma habitual de sexo, al identificarlo como un entorno seguro en el que no se hacen demasiadas preguntas y no sienten que tengan que justificarse.



Para Alberto (nombre ficticio), que ahora reside en Barcelona, descubrir que tenía el virus a los 21 años, cuando acababa de cambiar de ciudad, fue un factor determinante. “Al mes de llegar a Madrid me diagnosticaron VIH. Fue demasiado. Dos bofetadas de realidad: llegar a un sitio de nuevas, donde no tienes nada y el VIH. Me perdí –explica–. Empecé con el consumo de drogas y con el sexo descontrolado. Era una vía de escape total y absoluta”.

El VIH, que con la correcta medicación pasa a ser indetectable e intransmisible, y el uso de la PrEP, que impide que quien toma la pastilla adquiera el virus, unido al consumo de drogas, favorecen el abandono del preservativo en las sesiones.

Alberto, que lleva ocho años indetectable, no usa preservativo a pesar del riesgo de contraer otras Infecciones de Transmisión Sexual (ITS). “Tengo una distorsión porque para mí lo más gordo es el VIH y como ya me ha pasado… Al final con toda la gente con la que follo o tiene VIH o toma PrEP. Lo veo como un trámite. Son las reglas del juego: sabemos que estamos jugando a la ruleta rusa”, admite. En los últimos años, las ITS se han disparado en España, vinculadas al abandono del preservativo.



“Cuantas más relaciones sexuales, más hombre somos”

Para Alberto, tener VIH “fue cumplir los clichés con los que no te quieres asociar”, pero también vincula su relación con el ChemSex a traumas más tempranos. “El rechazo primero es el de tu padre. El ser gay, tener que salir del armario, tenerte que justificar. Dentro de la comunidad gay tienes que ser el más guapo, el que tiene el mejor trabajo,...”, reflexiona.

“En la sociedad actual, el modelo de hombre es heteronormativo, homófobo y machista, en el que el hombre tiene que ser dominante y agresivo, y el éxito se mide en función de los progresos”, cuenta Luis Villegas como uno de los problemas que también afecta a la comunidad gay y que condiciona los encuentros sexuales. “Cuantas más relaciones sexuales, cuanto más dominantes en esas relaciones y cuanto más largas, más hombres somos”, explica.

La soledad y la huida del dolor emocional también son factores que los médicos y terapeutas encuentran para caer en la adicción. “El hecho de consumir sirve para evadirte. Me siento súper solo, aún teniendo a gente cerca. Es lo que hemos aprendido. Al final asociamos ser marica con ser débil. No tiene nada que ver, pero asociamos lo emocional a ser débil. Yo soy súper emocional y por ende me considero débil. Al final te haces un muro para decir que eres todo lo contrario”, confiesa Alberto.

“Ahora la satisfacción es inmediata y eso engancha”

“La aparición del Grindr y de este tipo de aplicaciones es un catalizador para que esto se globalice. Antes ibas al bar y ligabas o no... ahora la satisfacción es inmediata. No te frustras, todo es ya. Y eso engancha mucho”, explica por su parte la psiquiatra del centro, Helen Dolengevich.

Alberto no ha eliminado las sesiones de ChemSex de su vida, pero sí las ha reducido. “El consumo ahora es bastante menor. La terapia ayuda a tener este tipo de cosas controladas”, cuenta.

En su caso, Pablo decidió abandonar las sesiones por completo. “Lo he reemplazado por la vida. Suena a mensaje, a propaganda de dejar la droga pero, cuando estás inmerso en el ChemSex, en la droga y en esta dinámica no tienes vida. Tu cabeza se va en drogarte, en la ansiedad de no haber dormido, y en meterte en Grindr para ver que hay una sesión al lado de tu trabajo y ver si te escapas una hora –explica–. Cuando consigues alejarte de este círculo vicioso te das cuenta de que en tu cabeza hay inquietudes, amigos...”.

Ambos coinciden en que la clave para detectar el problema es pararse a pensar un momento. “Mucha gente me dijo que pidiera ayuda pero si tú no lo ves no la pides –afirma Pablo–. Lo que diría es que se parase un momento porque en la vorágine del ChemSex parece que va todo súper rápido. Que se parase y que mirase dentro, que se observara. Al final el que tiene la última respuesta eres tú”.

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