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Del infanticidio en la antigua Roma a la ¿conquista? de los derechos del niño

Del infanticidio en la antigua Roma a la ¿conquista? de los derechos del niño

EFE

Mérida —

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A pesar de los dos mil años transcurridos desde la Roma clásica y otras culturas de la época en las que el infanticidio era legal, en pleno siglo XXI, como si el tiempo no hubiera pasado, se sigue denunciando que millones de pequeños siguen expuestos a la violencia, la explotación y los abusos, según Unicef.

Dentro de cincos días, con motivo de la conmemoración de la Convención de los Derechos del Niño, firmada el 20 de noviembre de 1989, se volverá a hablar de la explotación sexual y laboral, de la mutilación genital femenina, del matrimonio infantil y de cómo los más pequeños, como demuestra el caso del sirio Aylan Kurdi, son víctimas de los conflictos armados.

El infanticidio, una práctica que aún se mantiene en algunos países pobres, no fue delito en el Imperio Romano hasta el año 374, ya en la época cristiana, cuando se obligó a criar a los niños, según ha comentado a Efe el conservador del Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, José Luis de la Barrera, aunque no por ello cesó.

El padre tenía la potestad de aceptar o no al neonato, una renuncia que en caso de producirse podría ser por razones económicas, porque sufriera malformaciones signo de mal augurio o porque, en el caso de las niñas, se la consideraba menos útiles.

En Grecia, de cuya cultura bebió Roma, el filósofo Aristóteles proponía en su obra “Política”, en el capítulo “De la educación de los hijos en la ciudad perfecta”, que “para distinguir los hijos que es preciso abandonar de los que hay que educar, convendrá que la ley prohíba que se cuide en manera alguna a los que nazcan deformes”.

También hay constancia de que un mercader romano de viaje por Egipto mandó una misiva a su mujer en la que le daba instrucciones de que si en su ausencia daba a luz a una niña, se deshiciese de ella.

El infanticidio también se dio en otros pueblos como el espartano, solo que allí era un consejo de ancianos el que decidía, según De la Barrera.

El historiador romano Suetonio narra el ritual con motivo del nacimiento de Augusto.

Al bebé se le ponía sobre la tierra, la diosa madre, y el hecho de levantarlo suponía su aceptación a ser alimentado y la vida.

A efectos legales era más importante el denominado “dies lustricus”, cuando se le imponía el nombre, ya que el matar a un niño antes de ello era considerado “menos punible”, ha apuntado el investigador emeritense.

Lo habitual era abandonarlos a su suerte, por lo que lo normal es que murieran por inanición o devorados por los perros, o entregarlos a terceras personas.

La Ley de las Doce Tablas, una de las más antiguas de Roma, no lo castigaba, según el escritor y jurista romano Cicerón.

En Augusta Emérita eran “expuestos” junto al Puente Romano o el Arco de Trajano, de ahí la palabra expósito para referirse a los huérfanos.

El museo de Mérida conserva una lápida con la inscripción “proyectus” que podría referirse a un abandonado, ha apuntado De la Barrera.

A margen del infanticidio, aceptado pero no generalizado, la mortalidad infantil era muy alta.

El griego Sorano de Éfeso recomendaba no dar de comer a los neonatos los tres primeros días de vida porque la leche era impura y porque se pensaba que tenían recursos suficientes para sobrevivir. También se desechaba el calostro.

Aunque los médicos de la época ya recomendaban la lactancia materna, en las familias pudientes eran amamantados por nodrizas, por ello los apologistas cristianos denunciaban que cuanto más dinero tenían los padres menos atención se prestaba a los hijos.

Las nodrizas podían ser de la familia, no entendida únicamente de forma consanguínea, ya que también formaban parte de ella esclavos y libertos, o se podían alquilar.

En la capital imperial se las buscaba en el Foro Holitorium, el mercado de frutas y verduras, junto a la Columna Lactaria.

La educación llegaba sólo a los hijos varones de las familias pudientes, que contrataban a un rector que les enseñaba en casa retórica, aritmética, gramática y música o, lo más normal, acudían a clase a un foro.

El historiador emeritense achaca que la sociedad romana no fuera tan avanzada en temas sociales porque al ser “estamental, patriarcal y monolítica” los cambios eran más lentos.

Carlos González de Rivera.

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