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José Félix, veterinario de matadero: “Sin nosotros, la gente enfermaría más”

Un trabajador en un matadero.

EFE

Madrid —

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José Félix es veterinario y a pesar del confinamiento sigue acudiendo todos los días al matadero en el que trabaja desde hace 12 años. Gracias a profesionales como él, los ciudadanos podemos sentarnos cada día en la mesa y comernos un filete con total seguridad, también durante la crisis sanitaria.

“Somos el control oficial, los notarios de que lo que se fabrica cumple todas las garantías”, señala a Efe José Félix, quien considera que son profesionales “imprescindibles”, porque “si no estuviéramos, la gente enfermaría mucho más”.

Ya lo dijo el investigador Louis Pasteur: “Los médicos curan a las personas, los veterinarios curan a la humanidad”.

Asegura que son profesionales con una “clara” vocación de salud pública. “Es en lo que llevo trabajando mas de 30 años, lo que pasa es que la salud pública no es muy visible, hasta que no saltan a los medios de comunicación casos como la aparición de listeria en unos productos o una salmonella que se lleva por delante a cuatro o cinco personas”, lamenta.

Desde que se decretó el estado de alarma, José Félix no ha dejado de acudir ni un solo día a la empresa Campofrío Frescos, donde ejerce como funcionario de la Junta de Castilla y León desde 2008.

Antes, trabajó durante tres años en otra planta de la misma compañía, ubicada también en Burgos, que quedó totalmente arrasada por un incendio en 2014.

En ese centro trabajan 10 veterinarios del Servicio de Salud de la Junta, que controlan que la empresa cumple las normas con el objetivo que el producto llegue al consumidor con todas las garantías sanitarias.

En su matadero, el mayor de Castilla y León, cada día se sacrifican unos 8.000 cerdos. Para hacernos una idea, se podría alimentar aproximadamente a una ciudad como Barcelona.

Mucha de la producción se exporta, en torno a 2.000 contenedores al año de producto cárnico, de 25.000 kilos cada uno. Por ejemplo, el día de la entrevista, se realizaron 15 envíos fuera de la Unión Europea: 14 iban para China y uno para Serbia.

Por eso, un tiempo “sustancial” de su jornada de trabajo José Félix lo dedica a la certificación a terceros países. “España es uno de los países más potentes y cualificados en industria agroalimentaria. No hay ningún país en el mundo al que no pueda exportar”, asegura.

El trabajo de un veterinario de matadero comienza de madrugada con la inspección previa antes de comenzar la actividad diaria para comprobar que toda la cadena está limpia y preparada.

Posteriormente, durante el sacrificio, se llevan a cabo inspecciones operativas para constatar que no se realizan malas prácticas, a lo que sigue la inspección de las canales (cuerpo del animal sin vísceras apto para el consumo) para evitar que puedan pasar a la cadena alimentaria con algún tipo de problema.

También se cogen muestras de lo pilares del diafragma del animal para hacer el control de triquina, que tienen que pasar todos los cerdos que se sacrifican, y que garantiza que al comer la carne la persona no va a contagiarse de trinquinosis, enfermedad que cursa con síntomas gastrointestinales (diarrea), dolor muscular y articular.

A la actividad inspectora, se une otra epidemiológica, “muy importante” -precisa- para comprobar si los animales llegan al matadero infectados por algún motivo.

En el matadero entran todos los días alrededor de 1.400 personas, pero el coronavirus no ha supuesto un incremento “excesivo” de las medidas de protección, ya que el nivel de seguridad (mascarillas, guantes, cascos, etc) ya es alto en condiciones normales.

Es una protección para evitar contaminar al producto, aunque en estos momentos también sirve para protegerse entre los trabajadores, asegura este veterinario, quien recalca que el ambiente es “casi” tan aséptico como el de lo quirófanos.

José Félix lamenta que los veterinarios sean profesionales sanitarios en la sombra a pesar de que llevan muchos años trabajando en pandemias y epidemias.

“Me parece perfecto que a las ocho de la tarde aplaudamos a los sanitarios que nos están curando y nos están sacando las castañas del fuego, pero nadie repara en que media hora después va a ir a cenar y que detrás de ese filete, ese zumo o esa fruta que está tomando hay una serie de personas que evitan que se produzca una enfermedad añadida”, apunta.

Este veterinario insiste en que “la gente no es consciente de que está sana por algo, es muy difícil de vender, estamos acostumbrados a abrir el grifo y no tener ningún problema por beber agua o a consumir un alimento y no enfermar”.

Por ello, le gustaría que algunos de los aplausos diarios de los ciudadanos vayan para los veterinarios “y para la gente que está trabajando de forma discreta para garantizar la seguridad en la alimentación”.

Y es que la mayor parte de las enfermedades son zoonosis, es decir, compartidas entre las personas y los animales, “y si alguien está en esos dos campos somos los veterinarios”, recalca.

Este “garante de la salud pública” cree que si no hay más crisis sanitarias es porque existe “un sistema de control muy fuerte”.

“Esta de ahora ha llegado porque ha sido una mutación extraña, pero -vaticina- no va a ser la última”.

Teresa Díaz

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