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La liturgia ha comenzado

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres durante su intervención en la 25 Conferencia de las Partes del Convenio Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP) que arranca este lunes en Madrid bajo el lema "Tiempo de actuar". La COP25 se desarrollará hasta el 13 de diciembre en la capital española con 29.000 asistentes de 196 delegaciones, entre ellas medio centenar de jefes de Estado y de Gobierno, así como los altos representantes de la UE y contará por ello con un dispositivo de seguridad con 5.000 efectivos.

EFE

Madrid —

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El crono se ha detenido; la liturgia ha comenzado. España ha luchado un mes contra el reloj para que arrancara hoy en Madrid la cumbre del clima, una de las citas de Naciones Unidas más complejas, por su organización y por su contenido.

Primer día de cumbre. El estricto protocolo para agilizar la entrada de más de cincuenta jefes de Estado y de Gobierno y de los principales organismos internacionales del mundo ha coincidido hoy las rigurosas medidas de seguridad ante el desembarco masivo de las miles de personas que integran las delegaciones oficiales de casi 200 países.

La mañana, gélida; pero tras los controles de acceso al recinto esperaba a los asistentes el tradicional chocolate con churros madrileño; con razón las palabras más repetidas durante la mañana eran “calidez” y “hospitalidad” española.

La pregunta más recurrente al traspasar los rigurosos controles de seguridad casi siempre era la misma: “¿la wifi va con clave?”; hay que sincronizar los teléfonos, los ordenadores, las tabletas, y empezar a compartir documentos, correos, selfis, tuits y fotografías, y el foco, hoy, estaba puesto en los líderes mundiales; no ha llegado todavía Greta.

Prácticamente fortificado, el recinto ferial de Madrid se ha transformado en “territorio ONU” y toda la gestión del recinto, incluida la seguridad, corresponde ya a Naciones Unidas, y por las instalaciones pululan etnias, razas y colores de los cinco continentes.

El protocolo y el boato propio de la ceremonia inaugural se ha mezclado hoy con los ecos del rodar de las maletas y los integrantes de las delegaciones agolpados frente a los “general map” para tratar de ubicarse y localizar su lugar en la COP.

El recinto ferial de Madrid es hoy un lugar donde han proliferado los seis idiomas oficiales de la ONU (el inglés, el español, el árabe, el chino, el francés y el ruso), en el que abunda ya la estética y la liturgia propia de las grandes conferencias mundiales, con sus galimatías, su jungla de siglas y su sopa de letras.

Galimatías porque casi todos los delegados se han familiarizado ya con la palabra COP25 (25 Conferencia de las Partes de la Convención de Cambio Climático de la ONU); pero es que además en Madrid se celebra el CM2 (la segunda sesión de la Conferencia de las Partes del Acuerdo de París); el SBSTA51 (la 51 sesión del órgano subsidiario de Asesoramiento Científico y Tecnológico); y hasta el CMP15 (la 15 Conferencia de las Partes de los firmantes del Protocolo de kioto).

¿Kioto?, Kioto, porque aunque puede parecer obsoleto, caduco o superado, ese protocolo, que fue el primer compromiso global para combatir el cambio climático y que sirvió para que la sociedad se familiarizara con ese fenómeno global, es todavía el que rige la lucha contra la crisis climática, antes de la plena entrada en vigor del Acuerdo de París el próximo año.

La jerga climática propia de estas cumbres cunde ya en las instalaciones, y en sus discursos todos los líderes y representantes de las delegaciones oficiales hablan de los informes del IPCC (el ya popular grupo de científicos que asesora a la ONU en materia de cambio climático), de mercados de carbono, de mecanismos de desarrollo limpio o de las contribuciones nacionales o NDC.

También de cómo ayudar a los países más vulnerables -presentes también en la cumbre- a hacer frente a los impactos climáticos; de cómo afrontar una transición económica y social que sea también justa y equitativa en un futuro neutro en carbono donde las emisiones de gases de efecto invernadero sean “cero”.

Las soluciones son complejas y de ellas se debatirá en plenarios y múltiples salas de reuniones, pero un “Papá Noel” (canadiense) que visita todas las cumbres desde París (2015) aprovecha las fechas prenavideñas para lanzar consejos sobre el consumo responsable y respetuoso con el medio ambiente.

Que es cumbre de la ONU, y que la mayoría de los participantes son extranjeros, lo demuestran las colas para comer, que se han comenzado a formar a partir ya de las 12.00 del mediodía, cuando muchos de los asistentes buscaban ya el sol en los pasillos exteriores del recinto ferial.

Doce días para hablar de GEI (de gases de efecto invernadero), y del principal responsable del calentamiento, el ya maldito CO2 (dióxido de carbono), pero sin olvidar el metano (CH4), el óxido nitroso (N2O), los hidrofluorocarbonos (HFC), los perfluorocarbonos (PFC), y el hexafluoruro de azufre (SF6).

Doce días de jerga climática, de sopas de letras y de estética cien por cien ONU. La liturgia ha comenzado.

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