Dos llamadas con minutos de diferencia, separadas por un accidente de avión

Jacqueline Flores, de 47 años, aprovechó hasta los últimos segundos antes del despegue para mantener contacto telefónico con sus padres y hermanos, pero minutos después la comunicación fue para avisar de que el avión en el que viajaba había sufrido un accidente.

Antes de iniciar el recorrido para despegar, el piloto Carlos Galván Mayrán alertó a los pasajeros del mal tiempo y aceleró los motores para emprender la carrera, cuenta la mujer a Efe.

Jacqueline era una de las pasajeras del Embraer 190 de Aeroméxico que el pasado 31 de julio sufrió un accidente, al parecer debido al mal tiempo que en el momento del despegue había en la ciudad de Durango, en el que sobrevivieron los 103 ocupantes de la aeronave.

Ella estaba de visita como cada año con su familia y después de un mes tenía que regresar junto con su hija Laura, de 16 años, a Bogotá, donde vive con su esposo Carlos García Prieto, de 57 años.

Allí se dedica a la consultoría de bitcóin y criptomonedas desde su hogar, lo que le permite atender a la familia.

Narra que ella y su hija ocupaban los asientos 8A-8B y, justo cuando estaban en la línea de despegue comenzó a caer una lluvia torrencial, por lo que, explica, en segundos “entramos como en una niebla gris, nos elevamos, se sintió un viraje a la izquierda, creo que para estabilizarse, cuando cayó”.

Tras tocar el pavimento, el avión siguió desplazándose “y se sintió que habíamos entrado a unas zanjas; entonces yo metí la cabeza entre las piernas y obligué a mi hija porque se quedó tiesa, había mucha vibración, todas las maletas empezaron a caer y el pasillo quedó inundado”.

Sentada en un sillón en la casa de sus padres y flanqueada por ellos dice que, una vez detenida la aeronave, desabrochó su cinturón y el de su hija y decidieron saltar para poder salir del avión, que “se partió”, estaba en llamas y lleno de humo.

Para cuando ellas saltaron ya había salido un joven, quien les ayudó sosteniéndoles los pies.

Jacqueline llegó a esta ciudad el 30 de junio, pero durante su estancia en México visitó previamente Zapopan (estado de Jalisco) y Mazatlán (Sinaloa).

Considera que tal vez estas fueron de sus mejores vacaciones desde hace veintitrés años, cuando emigró a Colombia con su esposo, con quien formó una familia de cuatro miembros: la pareja, su hijo Alejandro de 22 años y Laura.

En el ajetreo del accidente su móvil se perdió, por lo que con el teléfono de su hija llamó de inmediato a la hermana mayor y su hijo para avisarles de lo ocurrido.

Pese a los pocos minutos de diferencia entre el adiós y el accidente, la familia ya estaba en su casa, una finca ubicada en la zona centro de Durango, por lo que al enterarse de lo ocurrido las dos hermanas salieron de inmediato en un taxi rumbo al aeropuerto, pero sus padres se quedaron en casa a la espera de noticias, imaginándose lo peor.

Bajo la tormenta, a pie y entre el lodo, Jacqueline y Laura se alejaron del avión incendiado hasta llegar a una caseta con techo de metal, donde estaba una familia de tres miembros, con una niña con quemaduras en las piernas que no paraba de llorar, y una de las sobrecargos.

Después se enteró que la menor estaba entre los heridos más graves del accidente, pues sufrió quemaduras de segundo grado en el 25 % del cuerpo, principalmente en las piernas.

Pese al impacto y todo el movimiento, no fue necesario que Jacqueline fuera hospitalizada, pues solamente sufrió un corte en la palma de una mano y un esguince de segundo grado en una vértebra.

“Fue una bendición de Dios, todos los pasajeros recibieron la ayuda de Dios Nuestro Señor”, afirma su madre, quien se declara firme creyente católica, especialmente de la virgen de Guadalupe.

Fue a partir de ayer cuando Jacqueline inició los trámites en Relaciones Exteriores para recuperar su pasaporte mexicano, la visa estadounidense y el pasaporte colombiano, que le entregarán en Ciudad México, espera que el lunes o martes, ya cuando haya partido de Durango.

Será este viernes o el sábado cuando su esposo llegue a Durango, con un viaje todo pagado por la aerolínea propietaria del avión siniestrado, para continuar los trámites de los documentos.

Jacqueline, por ahora, no piensa en el vuelo que forzosamente tiene que hacer en los próximos días: “Vivo aquí y ahora, es mi presente”.